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viernes, 6 diciembre, 2024

VIDEO | Venezolano ayuda a dos niñas a superar los peligros del Darién

"Nos arrodillamos a pedirle muchísimo a Dios para que nos guiara en el camino", dijo Joeh, un venezolano que, durante su recorrido por la selva del Darién, ayudó a otros migrantes a cruzar ríos y montañas, incluyendo a dos niñas

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Caracas.- Joeh, oriundo de Barcelona, Anzoátegui, decidió como muchos otros venezolanos emprender una travesía por la selva del Darién, división entre Colombia y Panamá, para poder llegar a Estados Unidos huyendo de la crisis económica de su país. Durante su trayecto ayudó a dos niñas a continuar el viaje.

El joven, de 23 años, contó a El Pitazo que decidió comenzar su viaje el 8 de septiembre con tan solo 400 dólares en su bolsillo, pero antes de salir de su país, unos funcionarios de la Guardia Nacional le quitaron 30 dólares para dejarlo continuar su viaje. Una vez en Colombia gastó 40 dólares para poder llegar a Necoclí, donde se busca iniciar el recorrido hacia la selva.

Joeh se dedicaba a trabajar como delivery, pero ya no se sentía seguro en su país. Afirma que no tenía una buena calidad de vida y debido a dificultades económicas no pudo cursar estudios universitarios.

«Tenía que trabajar para poder llevar el pan de cada día a casa (…) No era lo que yo quería para mi vida, no es lo que quiero construir para mi futuro, por eso decidí irme, a cumplir mi sueño americano», dijo.

Mapa de la ruta por la selva del Darién. Foto cortesía

Entrada a la selva

Desde Necoclí, el venezolano tuvo que pagar un boleto de 160.000 pesos y una colaboración de 3.000 pesos (36 dólares en total) para que le permitieran tomar una lancha hacia Capurganá, donde está la entrada a la selva del Darién. Una vez que desembarcó, se trasladó gratis en moto hasta un albergue donde están los guías de la selva.

«Cobran entre 100 a 180 dólares por persona, es una cantidad exagerada, pero como muchas personas van sin saber la pagan. Yo venía asesorado, así que esperé y hablé con uno de los jefes del albergue y le pagué 40 dólares«, contó el joven.

Lo primero es pasar por seis montañas, conocidas como La subida al cielo, un trayecto que según cuenta Joeh puede tardar inco horas, pero quienes van a paso moderado podrían tardar hasta 10 horas.

En una de las subidas, el grupo se topó con una banda irregular apodada Paracos, que le cobró a cada migrante 10 dólares para dejarlos continuar con su trayecto.

«Nos dijeron: ‘A nosotros no nos importa si ustedes son venezolanos o de cualquier otro país. Esta es nuestra zona y fácilmente podemos abrir un hueco y enterrarlos’. Todos empezaron a pagar 10 dólares, pero como mi amigo Carlos y yo llegamos de últimos, nos dejaron pasar sin pagar», contó.

El joven llegó al primer campamento donde tuvo la oportunidad de asearse. Desde allí debe pagarles a otros guías, que aseguran formar parte de los indios panameños, para continuar con el recorrido por la selva del Darién. En el caso de Joeh, les pagó 55 dólares para poder llegar al segundo campamento.

«Aprovechamos de bañarnos en el río y luego partimos por ese mismo río hasta un lago de unos 50 metros. Nos montamos en unas canoas y nos pasaron a otro lugar que se llama playa Armila. Desde allí tuvimos que continuar sin guía, solo con Dios«, narra el venezolano.

Joeh dice que desde ese momento, se les presentó la oportunidad de ayudar a varias personas a cruzar algunos tramos. «Hubo ríos donde la corriente del agua estaba demasiado fuerte y teníamos que usar unas cuerdas. Un grupo y yo ayudamos a pasar a otro grupo más de migrantes para que nadie se ahogara. Yo ayudé a una haitiana y cargué a su hija, el río se estaba llevando a la señora», cuenta.

Rogar a Dios por comida

Joeh decidió tomar el camino de La Bandera, que asegura está marcado por bolsas azules por todo el trayecto. Pese a que se encontró con otro grupo de migrantes, decidió adelantarse porque ya no tenía comida ni agua, así que no podía darse el lujo de perder tiempo dentro de la selva. «Les pedimos a las personas que veíamos, pero nos decían que no tenían».

«Nos encontramos con un montón de banderas de diferentes países, por eso este camino se le llama así. Había biblias, carteles con imágenes de la virgen, muchos religiosos han pasado por ahí. En esta parada fue donde Carlos y yo nos arrodillamos a pedirle muchísimo a Dios para que nos guiara por el camino y nos ayudara a conseguir algo de comer y agua para beber», cuenta el venezolano.

Durante la bajada de La Bandera, Joeh se topó con una pareja de ecuatorianos que no lograba bajar a su niña pequeña, Victoria, por lo que les pidió ayuda. «Con hambre y todo lleno de barro decidí bajar a la niña hasta el final de la montaña (…) Cuando llegué, sus padres aún no llegaban, así que seguimos caminando con la niña hasta un campamento donde descansamos porque era de noche».

Luego de tres horas en el campamento llegaron los padres de la niña, quienes para agradecerle al joven venezolano por la ayuda le entregaron una pasta con atún. A su vez, migrantes haitianos y otros venezolanos también les dieron sopas instantáneas y les prestaron una carpa y una cocinilla.

Río Sin fin

Al amanecer continuó su recorrido hasta llegar al río Sin fin. Debían seguir el río para poder llegar a otro campamento. «Es demasiado extenso ese río, caminamos horas y horas, ya no aguantábamos los pies».

A partir de allí, Joeh, Carlos y dos venezolanos más que conocieron en el camino comenzaron a caminar sin rumbo, sin encontrar el campamento El Abuelo. «Nos íbamos río abajo, aparecíamos por otro lado, luego nos metíamos al pantano y aparecíamos en el mismo sitio (…) Nos tocó acampar a orillas del río, intentamos prender fuego con leña, pero todo estaba húmedo. Dormimos los cuatro como sardinas en lata en esa carpa», dijo Joeh.

A la siguiente mañana siguieron el recorrido y se encontraron con otro grupo de venezolanos que compartió su comida con ellos. Luego encontraron un río y con ayuda de una cuerda cruzaron las aguas en una distancia de 30 a 40 metros.

«Le pedíamos mucho a Dios que nos guiara e iluminara el camino, gracias a él logramos avanzar (…) Nos encontramos con una flecha que marcaba campamento El Abuelo y todos pegamos un grito de emoción», cuenta el oriundo de Anzoátegui.

Salida de la selva

Al llegar al campamento El Abuelo, Joeh fue testigo de la situación de muchos migrantes que buscaban cualquier manera de sobrevivir porque ya no tenían dinero para continuar el trayecto. Asegura que una vez allí, los indios exigen 25 dólares por persona para llevarlos en piragua hasta el último campamento de la selva.

«Tienes que pagar, pero la otra opción es hacer servicio comunitario a los indios para ganar el pasaje. Sin embargo, es casi imposible porque hay mucha gente, eso está colapsado», cuenta.

En el último campamento, Joeh y sus compañeros se vieron obligados a hacer trabajo comunitario para poder usar otra piragua que los llevaría hasta el final, donde saldrían a una carretera y finalmente al campamento de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de Panamá.

«Nos montaron en una combi de la guardia. En la ONU nos revisaron los bolsos, nos pidieron nuestros datos y la nacionalidad. Nos dieron comida y dejaron que nos bañáramos (…) Desde allí, se compra el pasaje, que cuesta 40 dólares, para trasladarse a la frontera con Costa Rica, así es como se sale de la selva».

Joeh consiguió alcanzar la frontera con Costa Rica, otro país que aspira a cruzar para llegar a su destino final. Pero esa es otra historia por contar.

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