Caracas. No quiere nada más que ocuparse de sus cosas y seguir trabajando en lo suyo. Milagro Barrero, una morena cuarentona, vende hallacas por estos días. Vive en Guyana, con el corazón en Venezuela.
Capaz de vender lo que sea, trabaja por su cuenta en Tuschen, una comunidad costera que se encuentra a unos 41 kilómetros al oeste de la capital, Georgetown, a orillas del río Esequibo.
“No es el trabajo que soñaba, pero al menos con lo que hago salgo adelante con mi esposo”, dice la docente de Ciudad Bolívar a El Pitazo. En la capital del estado Bolívar, a duras penas se las arreglaba para llegar a fin de mes, dedicándose también al trabajo de comerciante.
Tiene una casa que ella misma compró. Y junto a Roy Durjan, su esposo, ha logrado ganar dinero suficiente para ayudar a sus seres queridos en Venezuela. “Tengo mucho que agradecerle a este país“, afirma la venezolana, a punto de entregar un lote de hallacas a un cliente guyanés, enamorado de su sazón.
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Llegó en 2019 a esta nación del caribe angloparlante para alejarse de Venezuela, cuya economía ya se había ido a pique. El viaje no fue fácil. Salió en una pequeña embarcación del terminal de ferry y chalanas de San Félix, en su terruño.
Una de las principales rutas migratorias hacia Guyana que toman los venezolanos sin una visa es la fluvial. “El viaje demoró dos días”, recuerda Barrero. Pernoctaron en un pueblo en el Esequibo, antes de llegar a su destino final.
La travesía cuesta hoy 350 dólares. Cazadores de pasajeros se anuncian en grupos de Facebook. Prometen un viaje seguro, para el que solo es necesario contar con la cédula de identidad. Prácticamente, salen embarcaciones cada semana, jueves o viernes, constató El Pitazo.
Vivir en paz con los guyaneses
La bolivarense se pone muy suspicaz cuando se le pregunta sobre el reclamo del territorio Esequibo -más de 70 % del territorio de Guyana que se arrebató a Venezuela mediante el Laudo de París de 1899– y el referendo consultivo del domingo 3 de diciembre, que hoy agita el gobierno de Nicolás Maduro.
“¿Qué tipo de preguntas me quieres hacer? En verdad, no me gusta entrar en polémica”, dice.
De repente, se relaja. “Te voy a ser sincera: ¡es una locura! Si no lo reclamaron muchos años atrás, ¿por qué lo hacen ahora, cuando ya está poblado?”, opina convencida de que a Nicolás Maduro no le importa perjudicar a alguien si puede sacar partido de ello.
La verdad, no deja de intrigarle el súbito interés del Gobierno venezolano por su destino y el del territorio en disputa, porque el que debería ser su protector, en cambio, la miró con indiferencia y la obligó a abandonar su país en busca de una vida digna en Guyana, lejos de su familia.
“Los venezolanos no tenemos la culpa de tener el gobierno que tenemos”, añade.
Indica además que las tensiones fronterizas entre Venezuela y Guyana trastornan parcialmente la cotidianidad de sus vidas: en algunos nativos se aviva la xenofobia contra los inmigrantes y en el ámbito comercial se entorpece la llegada de cierta mercancía.
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Enemiga del conflicto, lo único que quiere Milagro Barrero es vivir en paz con los guyaneses y volver a Venezuela más pronto que tarde. “Yo vivo mi vida sin molestar a nadie, trabajando honradamente y, sobre todo, respetando la cultura y la manera de pensar de cada habitante de Guyana, porque aquí solo somos unos inmigrantes más”.
La migración irregular de venezolanos no ha parado en la subregión del Caribe a lo largo del tercer trimestre de 2023, advirtió la plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V), en su más reciente informe.
Con 21.676 venezolanos, Guyana acoge a un número mayor de personas de Venezuela que las registradas en Curazao o Aruba, de acuerdo con estimaciones de la plataforma R4V hasta agosto.
República Dominicana es el primer país receptor de población venezolana en el Caribe, seguido de Trinidad y Tobago.
Quería trabajo, no caridad
Kismeibi Barreto se siente también agradecida porque es parte del negocio de la belleza y la estética en Guyana. Ahora, en Georgetown, la capital, se gana la vida gracias al alquiler de un local de peluquería, donde se encarga también de hacer cejas y pestañas.
La anzoatiguense, que vivía en El Tigre, siguió los pasos de su hermana, que ya se encontraba en Guyana. Quería trabajo, no caridad. “Uno no puede vivir con un sueldo mínimo y una bolsa del CLAP, aún más cuando tienes hijos y ninguna ayuda de otra persona”, expresa a El Pitazo.
Ingresó en 2020 por Brasil hasta llegar a Lethem, una pequeña ciudad guyanesa con un puesto fronterizo. Es una ruta terrestre que suele ser usada también por los migrantes venezolanos para llegar a Georgetown.
Barreto, madre soltera de tres hijos, ahora siente temor por la escalada de tensión entre los dos países por el destino de la Guayana Esequiba, un territorio rico en recursos naturales y forestales, donde viven casi 300.000 personas, cifra un geógrafo guyanés en entrevista con la BBC.
“No sabemos lo que pueda pasar”, expresa la mujer. Al igual que la bolivarense Milagro Barrero, la anzoatiguense dice que no entiende las razones que ahora llevan a Nicolás Maduro a elevar la voz del reclamo territorial. Algo le huele raro.
Teme que el gobernante convierta en una zona de desastre la región en disputa, si consigue incorporarla al territorio venezolano. “Recordemos que Venezuela no sufría una crítica situación de escasez antes de que asumiera la presidencia, y si toma el Esequibo hará lo mismo con él”.
Al final del día, no se muestra ni a favor ni en contra de nadie: “Todo lo que sabemos es que apoyando a (Nicolás) Maduro o a Guyana ninguno velará por nuestras necesidades ni nos darán una casa en el Esequibo”.
Unos poquísimos usuarios rompen el silencio sobre la controversia territorial entre Venezuela y la excolonia británica en grupos de Facebook de venezolanos en Guyana, dedicados a la compra y venta de productos y a ofrecer empleo y viajes entre los dos países.
“Primero tenemos que recuperar a Venezuela”, responde uno a quien reclama, en una publicación del viernes 1 de diciembre, unirse a la lucha para recuperar el Esequibo.
“Por qué no nos unimos y sacamos a Maduro, que lo que ha hecho es empobrecer a nuestro país, hospitales sin medicamentos, un salario básico pobre que no da para alimentar a una familia; muchos tuvimos que viajar dejando nuestras familias solo para lograr un mejor futuro; ya acabó con muchas empresas básicas en Venezuela; lo que va a ser es empeorar este pequeño terreno”, reacciona otro usuario.
Sorteando dificultades en Guyana
Un buen número de migrantes forzosos venezolanos en Guyana no la tiene fácil. A la barrera del idioma (inglés), se le suma la ausencia de legislación y procedimientos nacionales de asilo. En su lugar, las autoridades otorgan un permiso de estadía de 90 días, prorrogable. Sin embargo, el documento no los autoriza a trabajar en el país, a menos de que tengan una visa.
Las mujeres y adolescentes son un grupo importante de venezolanos que está expuesto a violencia de pareja, trata sexual y trabajo forzado en comunidades mineras del interior y en tiendas, servicios de limpieza, bares, hoteles, clubes nocturnos y otros lugares en áreas urbanas de Guyana, reportan agencias de Naciones Unidas.
Entre los que se han visto forzados a irse de Venezuela están también los indígenas warao y sus familias. Llegan a Guyana con necesidades urgentes de alimentos, albergues y cuidados de la salud. En esas condiciones, suelen ser presa fácil de la explotación, el abuso, la violencia y la discriminación, alerta la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Con todo, Guyana sigue siendo un imán para las personas procedentes de la golpeada Venezuela, debido en parte a su cercanía geográfica.