El venezolano Jhonny Figueroa se ha esforzado como nadie para superar un comienzo lleno de baches en Trinidad y Tobago. Pero la isla caribeña no le ofrece un camino a la residencia permanente. Con nuevas herramientas para salir adelante, el caraqueño quiere vivir en condiciones que garanticen planificar para el futuro
Jhonny Figueroa había salido de Caracas para vivir y trabajar por corto tiempo en El Chaparro, Anzoátegui, antes de lanzarse al mar para establecerse en Trinidad y Tobago, donde se desempeña como asistente de almacén en Lubetech, una compañía importadora de repuestos de carros y aceites refrigerantes.
El caraqueño espera ahora el momento de ponerse rumbo a Canadá con una visa de trabajo. Se siente al borde de un mejor futuro. Ya domina el inglés, se certificó como operador de montacargas, gracias al apoyo de la empresa donde trabaja, y sacó, ¡por fin!, el pasaporte venezolano.
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Se ha esforzado como nadie para superar un comienzo lleno de baches en el país insular. No conocía a nadie antes de llegar a la isla. Cuenta que estuvo a punto de dormir en la calle. Se sacudió a un empleador mala paga en una plantación de parchitas y dejo atrás un trabajo impredecible que le reportaba más preocupaciones que ganancias en la instalación de vidrios en piscinas, ventanas y balcones.
Pero cuando al fin consiguió trabajo fijo en un restaurante –en el que comenzó sacando la basura y terminó manejando un vehículo– llegó la pandemia y ¡zas! fue despedido. En Lubetech desde 2021, Jhonny Figueroa subió un escalón más dentro de la empresa: se desempeña también como operador de un montacargas desde enero de este 2023.
Fue algo frustrante, porque uno cree que le aprobarán la solicitud de refugiado sin ningún problema
Jhonny Figueroa
Con la vista puesta en Canadá
Sin embargo, el venezolano –que se crio en la caraqueñísima Propatria –quiere dejar de ser rehén del corto plazo, sacudirse la sensación de precariedad, de falta de estabilidad laboral. Está condenado a renovar un permiso de trabajo cada seis meses. En julio le toca acudir a una de las oficinas del gobierno trinitense.
Figueroa es uno de los más de 16.000 venezolanos a los que por primera vez, en 2019, se les expidieron permisos que les permitían permanecer y trabajar en Trinidad y Tobago por un período corto. Desde entonces, han sido renovados una y otra vez. Las opciones de regularización de estos venezolanos siguen siendo limitadas, denuncian organizaciones internacionales.
Incluso, si la solicitud de la condición de refugiado que presentó apenas poner un pie en la isla hubiera sido aprobada, habría continuado sin un estatus permanente: el estatus de refugiado que otorga la Agencia de las Nacionales Unidas para los Refugiados (Acnur) no es reconocido por el país insular. “Fue algo frustrante, porque uno cree que le aprobarán la solicitud de refugiado sin ningún problema”, dice a El Pitazo.
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“Trinidad y Tobago no me brinda la oportunidad de ser ciudadano, porque entré de forma irregular a este país”, añade. Se refiere a su llegada por mar a una playa de la isla caribeña. De noche. Sin pasaporte. A bordo de una embarcación en la que se apretujaban 31 personas, entre ellas 5 niños.
Tucupita fue el punto de salida hasta Trinidad y Tobago. La capital de Delta Amacuro ha sido testigo de una gran afluencia de venezolanos que llegan de todos los rincones del país para irse a escondidas a la isla, por la imposibilidad de acceder al pasaporte y a una visa. La travesía, de solo 11 kilómetros de distancia, le tomó tres horas a su grupo, recuerda Figueroa. Ni el miedo de morir ahogado torció su propósito aquel 8 de junio de 2019: conseguir trabajo rápido para levantar algo de dinero. Le urgía ayudar a su familia, entre ellos 5 hijos.
Jhonny Figueroa quiere dejar de ser rehén del corto plazo, sacudirse la sensación de precariedad, de falta de estabilidad laboral en Trinidad y Tobago
“Gracias a Dios, el mar estaba muy sereno, quieto, sin oleaje. No hubo inconvenientes que lamentar, pero en ese bote no se respiraba ningún ambiente agradable. Nadie es amigo de nadie y nadie está dispuesto a ayudar a nadie; cada quien debe velar por su seguridad hasta llegar a la costa”, cuenta.
Recuerda que algunos de ellos soltaban unas palabrotas a lo largo del viaje. Decían que el gobierno de Nicolás Maduro los había forzado a aventurarse en esa isla del Caribe anglófono para calmar el hambre. Por fortuna, dice, todos se salvaron de ser detenidos por ingresar de forma irregular. Trinidad y Tobago criminaliza la migración irregular.
Con la experiencia que ha ganado en su oficio y el dominio de un nuevo idioma, el venezolano de 48 años siente que ya ha cumplido una meta en suelo trinitense. También quiere volver a planificar para el futuro. Por esas razones, explora nuevas oportunidades para irse a trabajar en Canadá. Se asesora. “Ahora, el camino está más llano para poder alcanzar otra meta y de la forma correcta, respetando las normativas para entrar en otro país por la puerta de enfrente”, sostiene.
Trinidad y Tobago no me brinda la oportunidad de ser ciudadano, porque entré de forma irregular a este país
Jhonny Figueroa