Caracas.- José Alberto estaba cansado de caminar, pero no sabe con exactitud la cantidad de kilómetros que había recorrido. Solo recuerda que sus gotas de sudor quedaron sobre aquella densa tierra que promete no pisar nunca más.
En muchas ocasiones había escuchado lo dificultoso del trayecto, aunque para él, ninguna de las anécdotas que le contaron, se asemeja a lo que significa cruzar la selva del Darién.
También estaba al tanto de los robos que se cometen contra los migrantes en esa zona fronteriza que separa a Colombia de Panamá. Dos amigos lo vivieron cuando emprendieron la travesía de emigrar de Venezuela a Estados Unidos, meses atrás. Seis antisociales los sometieron, los golpearon y les quitaron todo.
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José Alberto iba preparado para enfrentarse a quien sea. Eso pensaba. De hecho, les comentó a sus amigos que no se dejaría robar. En dos oportunidades anteriores había logrado escapar de delincuentes mientras vivía en un barrio en los Valles del Tuy, estado Miranda, pero la realidad fue otra.
Eran las 12 p.m. del jueves 10 de agosto cuando cinco hombres armados con cuatro escopetas y un revólver apuntaron a un grupo de 120 migrantes. José Alberto era una de las víctimas.
Recuerda que los desconocidos, todos con acento colombiano, los obligaron a subir un cerro. Una vez en la cima y en un área escondida, separaron a los hombres de las mujeres y los niños para luego revisarlos uno a uno, incluso, sus partes íntimas.
“Vaciaron nuestros bolsos en busca de plata, comida y objetos de valor. Nos dejaron sin nada. Lo más traumático fue cuando nos amenazaron con matarnos y a las mujeres con violarlas, si gritaban”, señaló José Alberto a El Pitazo el 30 de agosto.
Entre las víctimas había venezolanos (la gran mayoría), haitianos, peruanos, bolivianos, ecuatorianos y colombianos; así como personas procedentes de China y la India.
El grupo estuvo sometido siete horas. Ninguno se atrevió a enfrentar a los delincuentes. Había miedo, pero, sobre todo, cansancio. Esta vez José Alberto no pudo escapar del hampa.
“Uno está indefenso, agotado, extenuado y sin aliento, tanto así que no logras ni siquiera entender lo que está sucediendo. A pesar de que éramos más que los ladrones, nada se podía hacer frente a cinco armas de fuego”, destacó.
José Alberto asegura que otro grupo de migrantes que cruzó la selva del Darién, al mismo tiempo que él, también fue robado. El modus operandi de los atracadores fue el mismo.
El día de la entrevista, José Alberto se disponía a cruzar México. Estaba en la ciudad de Arriaga. Sus pies hinchados, las picadas en su cuerpo y su rostro lánguido eran muestra del duro recorrido transitado. Estaba desanimado. No llevaba plata ni identificación. Los delincuentes también se quedaron con sus documentos personales.