Minutos antes de morir, Nheudy José sintió sed. Tenía la boca amarga. Le pidió agua a su hijo, tomó un sorbo, se enjuagó y se acostó a dormir. Pero enseguida vino el desvelo.
“Me estoy muriendo”, exclamó, mientras se retorcía del dolor que lo aquejaba a la altura del abdomen y le causaba calambres.
Era el 2 de agosto de 2023. Un día antes, Nheudy José, de 43 años, había salido de la selva del Darién, en compañía de su hijastro y un amigo. El 30 de julio, los tres iniciaron su transitar por ese peligroso pasadizo que comunica a Colombia con Panamá.
Al dar sus primeros pasos por tierras pantanosas, Nheudy José comenzó a vomitar y a sentir puntadas abdominales.
Sus acompañantes pensaron que era algo pasajero y decidieron seguir; no obstante, la caminata fue cada vez más lenta por las dolencias de Nheudy José.
Su sueño era llegar a Estados Unidos, hacer dinero y regresar a Venezuela. En Cantaura, estado Anzoátegui, pensaba comprar una casa y montar su propia pescadería. Pero nada de eso se cumplió.
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A los dolores de Nheudy José se sumó el cansancio que causa recorrer tantos kilómetros: descender por empinadas montañas, superar piedras y atravesar ríos caudalosos.
Nheudy daba pasos cortos. La fiebre no tardó en aparecer. El trayecto del grupo se convirtió en acampar por horas mientras cedían los malestares, ayudar a Nheudy José a caminar y en pedirle a Dios que les permitiera llegar a un puesto médico.
«La primera noche en la selva, Nheudy la pasó mal. No durmió bien. Le dimos suero y sopa instantánea, pero vomitaba todo lo que ingería», reveló su hijastro al medio Notituy24.
Al día siguiente, el estado de salud de Nheudy empeoró. Sus quejidos eran más recurrentes. En medio de la selva y de la nada, era difícil conseguir una ayuda médica.
“La segunda noche durmió un poco más, después de tomarse un calmante, pero la tercera se descompensó. Su abdomen se inflaba cada vez que le daban los calambres”, contó su hijastro.
El trayecto por el Darién duró cuatro días. En la zona conocida como Las Piraguas, Nheudy abordó una lancha que lo llevó al poblado Bajo Chiquito en Panamá.
De allí lo trasladaron a un ambulatorio de Médicos sin Fronteras. La atención demoró dos horas. Le suministraron un tratamiento vía intravenosa y le dieron el alta.
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Su hijastro y el amigo lo cargaron para que abandonara el consultorio, pero el dolor no cedía. Intentaron darle de comer en una carpa donde iban a acampar, pero no quiso. En ese momento comenzó a vomitar de color negro.
Esa noche fue de desvelo. El estado de salud de Nheudy José empeoró. Su hijastro se sentía perdido. No sabía qué hacer ni a quién recurrir. Estaba solo en un país desconocido. Optó por orar.
A las 2:00 a.m. de ese 2 de agosto, Nheudy José gritó solicitando auxilio. Le pidió el teléfono a su hijastro. Quería enviarle una nota de voz a su esposa. Fue una despedida.
Luego estiró su mano y tomó la de su hijastro. La apretó fuerte mientras su respiración se cortaba. Poco a poco fue perdiendo fuerza, sus dedos se relajaron y se escuchó un largo suspiro.
Nheudy José murió. Su cadáver fue llevado a una morgue en Panamá. Según el diagnóstico médico tenía una úlcera péptica. Se trata de una llaga abierta en el revestimiento del estómago.