Nueva York.- El alcalde de Nueva York, Eric Adams, intenta desde el martes 31 de enero llegar a un acuerdo con los migrantes venezolanos y de otras nacionalidades que fueron desalojados de un hotel para reubicarlos en un refugio y que así cese su protesta a las afueras de la calle, en frente del Hotel Watson.
Los inmigrantes, hombres en su mayoría venezolanos, entre ellos colombianos y ecuatorianos, reclaman que la terminal no reúne los requisitos para vivir, ya que no cuenta con calefacción, hay pocos baños, camas muy pegadas las unas de otras, tienen que cruzar la calle para ducharse y denuncian, además, que está lejos y oscuro, por lo que temen por su seguridad en la noche.
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«No exigimos un cuarto de hotel, sino un lugar digno para vivir», dijeron varios a EFE. «Nos dijeron que estaríamos aquí dos años y solo he estado dos meses», afirmaron otros.
Tras tres días en la acera frente al Hotel Watson, en la conocida zona de Hell’s Kitchen en el bajo Manhattan, ya no hay casetas de campaña luego de una advertencia de la policía, que se mantiene en el lugar desde el lunes y colocó barricadas para asegurar que se mantenga el orden.
En la acera permanecen las maletas, ropa, sillas y cobijas, y algunos emigrantes arropados de pies a cabeza, porque la temperatura invernal ha descendido, así como una mesa con café caliente, frutas y otros refrigerios provistos por grupos de apoyo.
Representantes de la Oficina de Asuntos del Emigrante conversaban en horas de la mañana con los inmigrantes en un intento por lograr un acuerdo para que se trasladaran al nuevo refugio.
«Este (el hotel) es un sitio transitorio, estamos tratando de ayudarlos, tenemos que trasladarlos para acomodar (en este lugar) a familias con niños que siguen llegando», les indicó el reverendo Eric Salgado, que trabaja para la Oficina de Asuntos del Inmigrante, que se trasladó al lugar, así como el jefe de personal de esa agencia, Miguel Santana.
«Nos sentimos engañados por lo que nos dijeron (que estarían dos años)», comentó el portavoz del grupo, que se identificó solo como Labrador.
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Al lugar se personó poco más tarde el comisionado de Asuntos del Inmigrante, el mexicano Manuel Castro (quien llegó a esta ciudad como indocumentado) y, tras escuchar las quejas, acordaron trasladarse a la terminal para discutir allí las preocupaciones del grupo. «Allí solo podemos estar cinco meses, ¿qué va a pasar después?», gritó uno.
Los inmigrantes, parte de la oleada de unos 42.000 que han llegado a la ciudad desde mayo, recibieron la pasada semana una notificación de que deberían dejar el hotel entre el sábado y este martes, y se les asignó un día y hora. Hoy salieron los últimos y la mayoría optó por trasladarse a Brooklyn, en un autobús provisto por la ciudad, y otros trataban de encontrar una solución a su situación fuera de un albergue.