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jueves, 28 marzo, 2024

Venezolanas en Trinidad y Tobago escapan de la pandemia haciendo jabones

Cuatro venezolanas reconstruyen sus vidas en Trinidad y Tobago gracias al Colectivo San Rafael, una iniciativa emprendedora promovida por Acnur y la ONG Living Water Community. Pese al trato hostil que ha brindado la isla caribeña a migrantes forzosos venezolanos, las mujeres salen adelante en plena pandemia. Una historia oportuna para celebrar el Día Internacional de la Mujer

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Caracas. Nelenny y Elisangela son dos venezolanas que hallaron durante la pandemia una luz al final del túnel en Trinidad y Tobago: elaboran jabones. ¡Y qué jabones: de leche de cabra, miel de abeja y aceite de coco!

“Este proyecto me ha ayudado a resolver algunos problemas económicos”, cuenta Elisangela a la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (Acnur). La venezolana, originaria de una pequeña comunidad indígena, y madre de tres hijos, llegó a Trinidad y Tobago en 2019 con las manos prácticamente vacías.

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El proyecto que ha permitido a Nelenny y Elisangela contar con un sustento para sus familias en Trinidad y Tobago, y para sus seres queridos que se quedaron en Venezuela, es el Colectivo San Rafael, ubicado en el pueblo del mismo nombre a unos 30 kilómetros de Puerto España, en el noreste de la isla caribeña, reseña Acnur.

Con el apoyo de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la ONG Living Water Community, el Colectivo San Rafael ayuda a las mujeres refugiadas y migrantes en situación de vulnerabilidad que viven en el albergue que sirve a la iniciativa emprendedora. Al igual que Nelenny y Elisangela, otras dos venezolanas se capacitan no solo en los principios básicos de la elaboración de jabones -una nueva habilidad para buena parte del personal-, sino también en el empoderamiento: todas se convierten en emprendedoras.

El proyecto que les cambió la vida

Aunque Trinidad y Tobago ha adelantado una política hostil hacia los migrantes forzosos venezolanos, con deportaciones sumarias, incluso de niños y solicitantes de asilo, que han sido denunciadas por organismos internacionales, Nelenny y Elisangela han encontrado durante su trabajo en este proyecto la confianza y estabilidad necesarias para salir adelante en plena pandemia en la isla caribeña.

Cada jabón es vendido en 25 dólares trinitenses, alrededor de 3 dólares. Foto cortesía Acnur

“Elaborar jabones durante la pandemia nos cambió la vida por completo”, dijo Nelenny a Acnur mientras mezclaba miel, papaya, granos de avena, aceite de coco, manteca de cacao y, por supuesto, leche de cabra. La mujer, de 20 años, se vio obligada a abandonar sus estudios de enfermería en Venezuela.

Decidió irse a Trinidad y Tobago y, de acuerdo con el relato que ofreció a Acnur, estuvo luchando por un techo hasta encontrar albergue y trabajo en San Rafael. “Me motiva porque es muestra de lo que puedo hacer”, indicó. De su trabajo en la elaboración de jabones en el Colectivo San Rafael afirma que fue una manera de escapar de la pandemia. «Sobre todo porque para nosotras es difícil encontrar trabajo”, confesó.

Las mujeres se despiertan al despuntar el sol con los balidos de Lola, una de las cabras más parlanchinas del pequeño rebaño que vive en el patio trasero del albergue. Su leche, y la de otras cabras, es un componente básico de los jabones hechos a mano con ingredientes locales.

A la mezcla inicial agregan extractos naturales obtenidos de las granjas locales – como aloe, papaya, jengibre, cúrcuma y café–, los cuales dan un aroma único y delicado a los jabones.

El resultado es vaciado en moldes. La mezcla se endurece y se cura durante más de un mes. Convertidas finalmente en barras, cada jabón se vende a 25 dólares trinitenses, alrededor de 3 dólares, a través de la cuenta en Instagram @sanrafaelcollective.

Crecer para generar más empleos

Las venezolanas apuestan a la sostenibilidad del Colectivo San Rafael, cuyo propósito fundamental es devolver la confianza a las mujeres que perdieron todo cuando se vieron obligadas a abandonar sus hogares, y ayudarlas a desarrollar nuevas habilidades para reconstruir sus vidas en Trinidad y Tobago, refiere Acnur.

“Si crece, podremos ir a otros lugares y enseñar a las mujeres a hacer jabones; se crearían más empleos para más personas”, dijo Elisangela. Además, ambas eperan que los jabones ayuden a las personas a cuidarse del virus mientras ellas obtienen algo de ingresos.

“El proyecto, sin duda, cambió nuestra visión de las cosas y nos enseñó algo nuevo en medio de la pandemia. Creo que era algo que todas necesitábamos en momentos como estos”, manifestó Nelenny a Acnur.

En Trinidad y Tobago hay 24.169 migrantes forzosos venezolanos, de los cuales 14.241 han solicitado refugio y a solo 2.514 se les ha reconocido esta condición, de acuerdo con Acnur.

Con información de Acnur

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