Rogelio llegó a México hace once meses. Ese mismo tiempo tardó esperando una cita, a través de la aplicación CBP One, para optar por un permiso humanitario, pero nunca se la aprobaron. Ahora se encuentra en el limbo. Quiere regresar a Venezuela; no obstante, no tiene dinero para comprar el pasaje y no desea atravesar de nuevo la selva del Darién.
El venezolano está en un refugio en Ciudad de México, con su esposa y su hijo de nueve años. Los tres son oriundos de Santa Teresa del Tuy, estado Miranda.
“Mis dos hermanos están en Estados Unidos (EE.UU.) y me animaron a irme a ese país. Uno de ellos me había pedido a través del parole humanitario, al igual que a mi esposa y mi hijo, pero las autoridades nunca dieron respuesta; así que optamos por llegar a México y hacer los trámites desde aquí”, contó a El Pitazo, el 8 de febrero.
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Antes de emigrar, Rogelio se ganaba la vida como taxista en Santa Teresa; sin embargo, las dificultades para surtir su vehículo de gasolina, a propósito de las colas en las estaciones de servicio, y lo costoso que le salía comprar el combustible a precio internacional, fueron mermando sus ingresos.
En medio de esta inestabilidad económica, su vehículo se accidentó y no tuvo dinero para comprar el repuesto. Ese día, según recuerda, su mente colapsó.
“Decidí vender el carro y cruzar la frontera. Nunca me había pegado tanto la crisis hasta ese momento; sentí que no tenía escapatoria”, recuerda.
Con el dinero producto de la negociación de su vehículo y ayudado por sus hermanos, Rogelio logró salir de Venezuela, donde vivía con sus padres, y llegar a México. Ha estado en dos refugios y ha trabajado de obrero en varias construcciones; sin embargo, es poco lo que ha podido ahorrar.
“A los Estados Unidos ya no podré entrar, porque el parole humanitario y la aplicación CBP One fueron anulados por el presidente Donal Trump, así que prefiero regresarme a Venezuela, porque México me da miedo por la inseguridad y los secuestros de migrantes, pero no me atrevo a cruzar de nuevo el Darién, fue una experiencia traumática”, afirmó.
De ese viaje recuerda que pasó hambre y frío, que tuvo que beber agua sucia del río y que sus pies se llenaron de ampollas. El llanto de su hijo, cansado de caminar, también resuena en sus oídos. “No quiero volver a pasar por esa selva, y menos arriesgar la vida de mi chamo, otra vez”, señaló.
Descartada la opción de regresarse por esa ruta, que atravesaron 2.158 personas en enero 2025, según la Operación de Flujo Controlado de Migrantes Irregulares de Panamá, a Rogelio no le queda otra opción que volver a su país en avión.
Tanto él, como su esposa y su hijo tienen sus pasaportes vigentes, pero no cuentan con los recursos para pagar los tres pasajes. “Estaré en el refugio el tiempo que me lo permitan y seguiré trabajando hasta reunir el dinero que necesito para regresar a casa. Ya no tengo el taxi, así que tendré que reinventarme para sobrevivir en mi país”, declaró.