Maracaibo.- María Rodríguez se enteró por las redes sociales de que su hijo es una de las víctimas del arrollamiento de migrantes en Texas, EE. UU. Lo identificó en uno de los videos que se viralizaron. Lo vio tirado inconsciente al lado de otros jóvenes que permanecían inmóviles.
El nombre de su hijo, Cristián Jesús Sangroni (19), figura en listas extraoficiales de fallecidos en la tragedia de Brownsville, pero aún no le confirman que su primogénito murió.
“Yo tengo fe de que lo voy a encontrar vivo porque mi hijo se fue con muchas ganas de vivir. Aunque digan en mil listados que mi hijo falleció, mi corazón de madre dice que él no está muerto”, aseguró Rodríguez en entrevista telefónica con El Pitazo.
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Cristián y otros jóvenes fueron arrollados el domingo, 7 de mayo, frente a un albergue de migrantes por el mexicano George Álvarez, de 34 años, quien al momento del accidente tenía en su organismo marihuana, cocaína y el fármaco benzodiacepina, según medios estadounidenses.
En busca de una visa
María tomó la tarde del martes, 9 de mayo, un autobús para Bogotá, capital de Colombia. Llegó cerca del mediodía de este miércoles 10 a la Embajada de Estados Unidos para solicitar una visa humanitaria que le permita llegar a Texas y buscar a su hijo. Pero no obtuvo respuesta.
“Estoy en la embajada venezolana a ver qué me solucionan. Estoy desesperada”, confesó.
María y su familia son oriundos de Maracay, estado Aragua. Vive desde hace cinco años en Santa Marta, Colombia. “Me fui de Venezuela porque no tenía cómo darles de comer a mis hijos. Mi esposo tenía dos trabajos y ya no nos alcanzaba la plata para comer, si desayunábamos no cenábamos”, contó.
Su hijo Cristián emprendió el 21 de marzo su travesía para llegar a Estados Unidos. La ruta incluyó cruzar la inhóspita selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá. “Cuando entró al Darién, empezaron mis angustias. Angustias, tras angustias, que si iba por Guatemala, Nicaragua, Honduras. El 1 de abril, deciden entregarse. El 4 de mayo sale de ahí y me dice: ‘mami, lo logré. Ya estoy en Estados Unidos’. Yo le pedía que se cuidara, que no estuviese en la calle”.
La motivación de Cristián por llegar a EE. UU. era darle calidad de vida a su familia. “Los sueños de mi hijo eran trabajar y darme una mejor vida, regalarme una casa. Yo le decía que no, que yo quería estar con él. Me dijo: ‘en cinco años en Colombia hemos reunido mil dólares, no me quejo de Colombia, pero yo quiero pensar en grande’”.
Cristian ingresó el sábado en la noche al Centro Obispo Enrique San Pedro Ozanam, albergue que atiende a migrantes y personas sin hogar en Brownsville. Esa noche fue la última vez que María escuchó la voz de su hijo.
“Trabajé ese día hasta las 4 de la mañana para conseguir los 80 dólares que él necesitaba. Me quedé dormida y no escuché cuando me llamó a las 6.14 de la mañana del domingo. Le escribí a las 9.00: ‘me da mucha rabia no haberte contestado la llamada, espero estés bien’. A las 2.30 de la tarde me enteré del accidente”.
María solo quiere llegar a Texas y ubicar a su hijo. “Cuando llegue, me voy a encargar de que muchas madres sepan donde están sus hijos. Voy por mi hijo y por todos esos muchachos. Ese hombre quiso hacer maldad”.