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viernes, 29 marzo, 2024

La venezolana que escapó del 11 de septiembre en Estados Unidos

Una caminata por la ciudad de Nueva York cambió la suerte de la merideña Sandra Benítez aquel 11 de septiembre de 2001, cuando un ataque terrorista volvió añicos las Torres Gemelas en Estados Unidos. Cuatro venezolanos perdieron la vida en el hecho

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Caracas. Cuando te toca, ni aunque te quites y cuando no te toca, ni aunque te pongas. El dicho cobró un significado muy real en la vida de la venezolana Sandra Benítez aquel 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos.

Solo por un pelo la merideña escapó a igual destino de quienes ocupaban entonces las torres del World Trade Center. “Muy temprano pensábamos ir a verificar nuestros boletos de regreso a Venezuela en las oficinas de American Airlines y de Delta que estaban en el sótano de las Torres Gemelas. Habíamos estado allí con anterioridad”, relata la ingeniera de sistemas a El Pitazo.

Pasaba vacaciones en Nueva York junto con su hermana, su cuñado y los dos hijos menores de edad de la pareja. Los vuelos de regreso estaban pautados para el 12 de septiembre. Y antes de las 8:30 de la mañana del 11 de septiembre tenía previsto estar en las Torres Gemelas.

Yo me vi a ahí”, prosigue Benítez recordando las imágenes de los dos rascacielos de 110 pisos incendiarse y luego hacerse polvo. Cuenta cómo vio saltar personas desde los pisos más altos. No olvida la columna de humo que despedía el World Trade Center. En su rostro había sorpresa, miedo e incertidumbre.

Aunque la tragedia sucedió hace 20 años, la venezolana se recuerda con los ojos clavados en el televisor de la casa donde se alojaban, en Queens, aproximadamente a 20 minutos en Metro del lugar del horror, desde donde también divisaba las dos torres humeantes, sin poder creer lo que estaba sucediendo. “Pensábamos que era una película”, añade todavía desconcertada, pues el primer avión comercial se había estrellado a las 8:46 de la mañana contra el lado norte de la torre norte del World Trade Center.

Una caminata por la ciudad, que la dejó muy cansada el 10 de septiembre, cambió su suerte. “Doy gracias a Dios por haber retrasado mi intención de llegar a las torres y doy gracias a Dios por estar viva”, dice Benítez. Pero señala que aquel hecho les arrebató la tranquilidad. En el Nueva York de hace 20 años afirma que se sentían bajo sospecha por ser extranjeros. Entonces, decidieron limitar sus salidas hasta el 20 de septiembre, cuando finalmente abandonaron el país después de superar controles de seguridad extremos en el aeropuerto de Newark.

La ciudad cambió su dinámica – indica Sandra Benítez desde su Mérida natal -. Regresé en 2018 y la sensación fue de reconocer cómo un país tuvo la valentía de recuperar espacios en los que vivió un hecho tan triste y lamentable.

La fragilidad de la vida

Otro venezolano que no olvida lo que sucedió aquel 11 de septiembre es el músico Samuel Marchán, también oriundo de Mérida e instalado en Nueva York desde hace más de 30 años.

Tenía 12 años viviendo en la ciudad más poblada de Estados Unidos cuando sucedió el ataque que lo dejó varado en la estación de Metro Grand Street. Cuando salió a la calle sobrevino la sorpresa: ¿Qué pasó aquí?, preguntó a un gentío que se agolpaba en la entrada, algunos llevando batas blancas y uniformes médicos. «Parece que se estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas», le respondieron.

La sorpresa dio paso al miedo recuerda Samuel Marchán. Foto cortesía Samuel Marchán

De inmediato, el violista merideño levantó la mirada y, bajo el sol brillante y el magnífico cielo azul característicos de septiembre en Nueva York, vio las Torres Gemelas en llamas. “Parecían dos biscochos que se estaban consumiendo en un pocillo de café”, expresa a El Pitazo.

La sorpresa dio paso al miedo. Las cámaras y el mundo entero estaban pendientes de lo que sucedía en aquella ciudad. Solo cuando vio el colapso de los rascacielos, Marchán se marchó del lugar. Fue al encuentro de Sandra Benítez, amiga de la infancia en Mérida.

El músico merideño no olvida la desolación que persistió en el punto de la tragedia después de tres años. Tampoco el de un olor muy fuerte por descomposición que invadió el lugar y sus alrededores.

“Fueron siete u ocho años de duelo. A pesar del dolor, la ciudad se ha recuperado y sigue mirando hacia adelante. Yo entendí lo que es la fragilidad de la vida y del ser humano. Ese evento tan impactante me hizo entender el valor de las cosas más cercanas, la familia, la música, que es lo que a mí me motiva”, remarca Samuel Marchán este sábado 11 de septiembre cuando, destino o casualidad, comienza además el proceso para convertirse en ciudadano estadounidense.

Las víctimas del horror

La suerte fue distinta para John Howard Boulton y Jenny Seu Kueng Low Wong, dos venezolanos que no lograron escapar de las torres gemelas. Él, caraqueño de 29 años, trabajaba para la compañía financiera Euro Brokers International y su oficina estaba en el piso 84 de la Torre Sur del World Trade Center. Estaba casado con la islandesa Vigdis Ragnarsson y tenía un hijo de 11 meses.

Parte del cuerpo de Boulton fue recuperado, identificado y cremado. Foto cortesía Blu Radio

Ella, también caraqueña, entonces de 25 años, era hija de padres cantoneses y se desempeñaba como asistente de la vicepresidencia de la aseguradora internacional Marsh & McLennan, con sede en el piso 100 de la Torre Norte del World Trade Center.

Ambos intentaron bajar por las escaleras de los edificios, inmediatamente después del impacto de los aviones. Pero Boulton y Low Wong se consiguieron con las escaleras de las torres bloqueadas por los escombros y el fuego, lo que hizo imposible la evacuación. No sobrevivieron.

«Lo último que supimos, cinco minutos antes de que cayeran las torres, es (que John dijo) «se está quemando la oficina, nos vamos a morir»», contó Alfred Boulton a Blu Radio al recordar que su hermano habló por teléfono con la esposa y un amigo que se encontraba en Venezuela, después de sentir el primer impacto contra el rascacielos.

Indica además que nueve meses después del ataque terrorista consiguieron un brazo de John que identificaron por el anillo de matrimonio. «Eso fue cremado y esas cenizas las enterramos justamente en la finca de San Carlos y encima sembramos una mata de mango porque a él le gustaban muchos lo mangos (…) pero bueno esa finca se perdió por las circunstancias del país, lamentablemente”, afirmó Boulton al medio colombiano.

Aunque inicialmente se habló de solo dos venezolanos entre las casi 3.000 víctimas que dejaron los sucesos del 11 de septiembre de 2001, circula la versión del biólogo marino Clemente Balladares. Afirma que otros dos compatriotas, a quienes identifica como Eduardo Hernández y Anabel de Hernández, perdieron también la vida en la tragedia.

Citando notas del consulado venezolano en Nueva York de octubre de 2001, Balladares afirma en informaciones publicadas por los portales Historias que Laten y Wall Street Internacional que la pareja se dirigía aquel día a la sede del Chase Manhattan Bank, ubicada a una cuadra del World Trade Center, Sin embargo, señala que permanecen entre las personas «en estatus indefinido».

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