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jueves, 28 marzo, 2024

Hermana Carmelita venezolana ayuda a los ancianos con COVID-19 en Brasil

Isimar Linares, hermana Carmelita de Madre Candelaria, cuenta cómo ha experimentado la pandemia del COVID-19 desde un asilo en la provincia de Minas Gerais, en Brasil, uno de los países de Latinoamérica más afectados por el virus

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Valera- Efigenia, de 95 años de edad, una de las 5 primeras personas en dar positivo para COVID-19 en el asilo comunitario Santa María, ubicado en la provincia Minas Gerais de Brasil, se montó en el vehículo que los llevaría al confinamiento, dispuesto por la Secretaría de Salud municipal, mientras vociferaba con alegre inocencia que iba de paseo.

La hermana Carmelita Isimar Linares, oriunda de Valera, estado Trujillo, observaba la escena, un día de mayo de 2020, con preocupación. En la capital del estado, Belo Horizonte, la cifra de contagios y muertes, especialmente de personas mayores, iba en aumento.

“Fue agobiante y tuvimos mucho miedo. Pensamos que se iban a morir. Las empleadas se metieron en el baño a llorar. Fue un momento difícil y también de esperanza. Estaban ajenos a su condición, y estar animados los iba a ayudar», contó la hermana vía telefónica a El Pitazo.

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En Venezuela, en el Centro de Formación Religiosa en Mérida, donde cursó sus primeros años de educación en la congregación de la Madre Candelaria, ya había convivido con personas ancianas. Sabía que la muerte era natural, aunque esta vez la circunstancia era atípica.

El Gobierno brasileño no acató las medidas estrictas de aislamiento. Tuvo discrepancias en el manejo de las políticas de salud, lo que incluso llevaron a la renuncia de ministros. Rápidamente el país se convirtió en el más afectado por el virus en América Latina.

Hasta el martes 30 de marzo, Brasil se ubica en el segundo lugar de contagios y muertes por el COVID-19 en el mundo, pues tiene 12 millones 573.615 infectados y 313.866 decesos. Un momento histórico que la venezolana va a recordar siempre.

36 días antes

La hermana Isimar Linares, de 29 años de edad y oriunda de la parroquia La Beatriz, de Valera, llegó a Brasil con la pandemia encima. Arribó al municipio Mariana de la provincia de Minas Gerais el 21 de enero de 2020, apenas 36 días antes de que se confirmara el primer contagio de COVID-19 en São Paulo.

Sin saber ninguna palabra en portugués, pero convencida de su vocación de servicio, se entregó al trabajo operativo de la obra social de Monseñor Horta, donde habitan 56 ancianos en condición de vulnerabilidad.

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Aunque esta tarea era parte de la misión como religiosa antes de tomar sus últimos votos en la orden, también albergaba el deseo de poder ayudar a su hermana Inocenta Rojas, quien padecía de un cáncer en etapa terminal a sus 63 años de edad.

“Cuando dieron positivo los primeros casos, yo tenía mucho miedo de contagiarla. En la mañana estaba en el asilo y en la tarde la asistía, pero ella me dijo: ‘Tranquila, si tuviera tus fuerzas, estaría dándolo todo por los abuelos», recordó Linares sobre Inocenta Rojas, quien falleció dos semanas después de decirle esas palabras, en junio de 2020.

De 56 ancianos, 20 se han contagiado, pero ninguno ha fallecido, algo que la hermana Carmelita considera un milagro. Foto: cortesía Madre Isimar Linares

Isimar Linares se sintió conmovida por su hermana, quien vivió 16 años en esa población y fue la primera misionera venezolana en prestar sus servicios. Pese a recibir quimioterapias, aún le quedaban fuerzas para darle lecciones diarias de portugués a la monja recién llegada.

Su tenacidad hacía que Linares se acordara de la fundadora de la congregación, la segunda beata de Venezuela, Madre Candelaria de San José, a quien la valerana admira y tiene como ejemplo de una mujer fuerte en la Iglesia católica venezolana.

“Un ejemplo para mí es la Madre Candelaria, que vivió tiempos de enfermedad y guerra y supo responder a Dios. También, como trujillana, admiro a José Gregorio Hernández, que contribuyó a la ciencia y la salud», expresó la hermana Linares.

Pandemia en Venezuela

Pese a tener clara su misión, arraigada en su vocación cristiana, confesó no apartar los pensamientos de Venezuela y su particular vivencia de la pandemia. “Tú sales de tu país al servicio, y si es de morir en el lugar, mueres, porque esa es tu misión. Estás enamorada de eso, pero una parte de ti piensa en tu familia y hermanas de congregación allá, que tienen que lidiar con una pandemia donde no hay una estructura socioeconómica como en otros países”, destacó la religiosa.

Mientras mantenía presente la patria en su mente, también se entregaba a su servicio. Semanalmente debía atender a un anciano contagiado por el virus, vestida completamente con trajes de seguridad. Además tenía que contribuir en la limpieza del asilo, no solo una, sino cuatro veces diarias, porque parte del personal daba positivo y debía ser aislado.

“Los abuelitos se ponían tristes porque debían quedarse en un cuartito encerrados. Entonces, si no querían comer, una tenía debe entrar con todo el protocolo: el traje de quirófano, la máscara y el protector. Y también sufrimos por suministros, que debimos reutilizar”, describió la hermana. Esta era una labor que hacía en apoyo a la enfermera, quien se encarga de vigilar los síntomas y signos vitales de los que padecen la enfermedad.

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De ese modo transcurrió el 2020, año durante el cual se aferró a la oración para fortalecer su fe. Pero de manera inevitable, en enero de 2021 la enfermedad impactó su hogar, que observa a través de videollamadas.

“Cuando mis papás se enfermaron fue bastante difícil, angustiante, pero tuve fe. Me preocupaba mi hermana, quien trabajaba y cuidaba de ellos. Fue una guerrera. Gracias a Dios somos unidos. Mis hermanos (uno de ellos en Ecuador) preguntaban a los médicos y yo pedía sugerencias a varios amigos en Venezuela. Fue gratificante cuando mejoraron». relató sobre el episodio. Fue una noticia que le trajo alivio, pese a que a su alrededor la situación empeoraba. Minas Gerais, después de São Paulo, es uno de los estados más perjudicados.

En marzo superaron el récord de muertes diarias y actualmente los hospitales tienen más de 90% de ocupación. Se estima que 600 personas están en espera por una cama en la UCI y cerca de 100 en Mariana.

Vacunados pero en riesgo

A pesar de que el caos no se ha llevado la vida de ningún anciano (20 de los 56), cuenta la hermana, los mantiene alerta. Fueron los primeros en recibir la vacuna, pero siguen en riesgo debido a la nueva cepa.

Se enteró del riesgo cuando la Secretaría de Salud del Estado le solicitó la contribución con las bombonas de gas del asilo debido a la carencia de suministros. “Teníamos cuatro bombonas de oxígeno, que ellos nos dan porque los abuelos necesitan cuando se enferman, pero vinieron a procurarlas porque actualmente hay 139 personas en espera en sus casas y están llegando al límite de suministros en los hospitales”, relató Linares.

A pesar de la dramática situación, la religiosa revela que su corazón se mantiene en calma. Esta adversidad, aunque ha dejado imágenes y experiencias que no podrá olvidar, ha develado las bondades de la humanidad por las cuales se motiva.

“Me da tristeza en el aspecto político, que hay mentiras y malos manejos, como gente queriéndose hacer rica, pero me entusiasma que podemos continuar dando respuesta en momentos difíciles y saber que la humanidad tiene la capacidad de hacer el bien», finalizó la religiosa trujillana.

Isimar Linares planea volver a Venezuela a visitar a sus familiares en 2022 y regresar a Mariana, que se ha ganado su corazón y le recuerda a su natal Trujillo.

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