Por Crónicas de Chile
Santiago de Chile. Si hay un restaurante emblemático y representativo de los Andes venezolanos en Santiago de Chile ese es Gochos en La Vega (@gochosenlavega), ubicado en el mercado capitalino y signado principalmente por el sabor de sus potentes empanadas, pasteles de yuca, cachapas y patacones.
Allí destaca la atención que brindan Génesis Pérez Caro, una risueña merideña, de 30 años, motor de este emprendimiento, y su esposo Humberto Durán Pérez, de 36, y natural de San Cristóbal, estado Táchira.
Génesis y Humberto se conocieron hace 14 años cuando Durán se fue a estudiar a la Universidad de Los Andes (ULA) y se hizo vecino de uno de los mejores amigos de Pérez Caro. Ese detalle les permitió conocerse, enamorarse y establecer una maravillosa relación que hoy se fortalece en el tiempo con su pequeño Juan Diego.
La historia de cómo nació su negocio es increíble. Humberto fue el primero que emigró y lo hizo en mayo de 2017. Cuatro meses después viajó Génesis, por avión y con su bebito. El primer trabajo de la merideña fue en un casino en San Bernardo. Allí solo duró cuatro días y avizoró lo hostil que podía ser su entorno laboral. Luego ingresó como mesera (garzona) en el mismo bar en el que trabajaba su pareja como cocinero.
“Era un bar de rock. Yo nunca había sido ni mesera ni garzona. Aprendí muchísimo”, reconoce Génesis, quien en su natal Mérida atendía la caja en una panadería tipo restaurante ubicada al frente del Hospital de la ULA.
Ocho meses después de esa experiencia dio un paso fundamental en su éxito futuro. Consiguió empleo con un chileno ofreciéndole y preparándole desayunos a camioneros en el Mercado de La Vega. “Iba y venía a donde estaban. Le ofrecía desayunos, principalmente panes, los hacía y se los llevaba”, sostiene. Esa dinámica, siempre con disposición y una sonrisa en la cara, le hizo ganarse muchos conocidos en el mercado.
La apreciaban mucho por su simpatía y disciplina. Un día el administrador del mercado le preguntó sobre sus competencias laborales y se dio cuenta de que la estaban explotando laboralmente, que a ella le iría mejor sola.
Así la ayudó a tener su primer local. Un puesto de 2×2 en el que comenzó a hacerse un nombre vendiendo pizza por pedazos a “luca” (mil pesos), hamburguesas, pepitos y empanadas chilenas. Ese local, su exjefe, a quien rescindieron el contrato de arriendo, se lo quería alquilar por 600 mil pesos, pero el dueño lo hizo por 350 mil y facilidades de pago.
Mojitos que desaparecían
Seis meses después, Génesis le insistía a Humberto para que renunciara en el bar donde ganaba 18 mil pesos diarios con un horario de 1:00 de la tarde a 5:00 de la madrugada. “El no quería, pero un día lo traje. Hicimos mojitos sin licor, le di una bandeja con 10 para que vendiera cada uno a ‘luca’ y lo hice caminar por un pasillo. A él le daba pena, pero regresó sin nada muy rápido y al tercer viaje le dije: ¿Viste? Hiciste en menos de una hora el doble de lo que ganas. Así fue que renunció”, cuenta.
Cuando el negocio comenzaba a crecer con mayor fuerza, con filas de espera de hasta más de dos horas, un conocido se le acercó para hablarle de un potencial socio con capital que quería abrir un local en uno de los patios más concurridos por venezolanos.
Génesis aportaría su ímpetu en la administración y gestión, experiencia y mucho más. El socio, el dinero y un local. Arrancó dos meses antes del inicio de la pandemia. Con las restricciones del COVID-19 y falta de patente para funcionar, Génesis se fue quedando sola con las responsabilidades y el socio le dio la espalda.
Proveedores la acosaban y exigían los pagos. Para colmo, su personal de mayor confianza en el local de La Vega se fue a trabajar con quien tanto daño le hizo. Abatida financiera y emocionalmente regresó a La Vega llena de deudas. Sin embargo, uno de sus clientes, a quien ayudaba a preparar infusiones de piña con su hervidor, se le acercó y le habló de un puesto más grande que tenía y ponía a su disposición. La ayudaría con flexibilidad en los pagos. A ello se sumó que el vecino de este nuevo puesto quería salir de ese espacio.
Entonces, la adversidad volteó su cara y Génesis fue levantándose con más fuerza. Hoy su local es uno de los más visitados en La Vega para saborear desde piezas de empanadas como La Viuda (solo queso), La Gocha (chuleta ahumada con queso), La Gochísima (pollo/champiñón y queso) y La Rompecolchón (camarón/pulpo y chipi-chipi), hasta suculentos platos navideños, cachapas y patacones rellenos y jugos naturales.
Y esta es su reflexión: “Emigrar es vivir varias vidas en una. A veces miro lo que he construido y los sacrificios y siento que no soy yo. Que estoy soñando. Comprendo que no es un sueño por las heridas, los dolores y los trasnochos. Me he caído tantas veces y el secreto es creer tanto en ti que el único camino que tienes es levantarte y triunfar”.