El Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) presentó este 3 de noviembre a través de una rueda de prensa vía zoom su informe titulado «Retornar con niños en tiempos de pandemia», exponiendo las dificultades que han padecido los migrantes forzosos y retornados durante la crisis por COVID-19.
Para el informe se elaboró un trabajo de campo desde junio hasta agosto de este año en el que se entrevistó a venezolanos que regresaban a su país natal desde Trinidad y Tobago, Ecuador, Perú y Colombia; ante la imposibilidad de seguir manteniéndose económicamente en dichos países.
Alexander Campos del Centro de Investigaciones Populares (CIP), expuso que las razones principales que llevaron a los venezolanos migrantes a retornar son el hambre, la reunificación familiar y la falta de motivación.
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«Para los venezolanos migrantes las prioridades eran comer y pagar el arriendo. Pocos usaban el dinero obtenido para recreación. Nunca se integraron a la sociedad en la que vivían», expuso Campos.
Mirla Pérez, parte del equipo de investigadores del CIP, explicó cómo los niños ante este tipo de situaciones se ven en un estado de indefensión. El factor más grande para que sus padres decidan retornar con ellos es el hambre.
Los entrevistados exponen que una de las cosas más resaltantes al emigrar con menores es la integración de los mismos a la sociedad y buscar el cuidado mientras los cabeza de familia se ven obligados a trabajar.
«A menudo se ven en la disyuntiva de escoger entre el niño o el trabajo, entre la entrada de una fuente de dinero o el cuidado y seguridad del niño», dijo Pérez.
Los retornados relataron que durante las difíciles travesías que se debían seguir para regresar a su país natal, se podían apreciar niños enfermos, con signos de desnutrición.
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Trochas antes que refugios
Mirla Pérez expresó que los PASI (refugios) son custodiados por la guerrilla en la medida en la que están más lejos de la civilización; y que los migrantes optan por exponerse a los peligros de los pasos irregulares como las trochas antes de ir un refugio.
«Vivir en un refugio es lo peor. Es peor que la cárcel, porque no tienes derecho a que una persona pase y te de un abrazo», dijo una de las entrevistadas por el equipo de Centro de Investigaciones Populares.