Caracas.- La muerte de una niña venezolana de siete años en las aguas del río Bravo, en un intento por llegar junto con su madre a Estados Unidos, pone sobre el tapete, una vez más, la crisis que soporta Venezuela y la búsqueda de mejores horizontes de un conjunto de migrantes forzosos a costa de sus propias vidas.
Tomar la decisión de emigrar sin papeles de forma irregular a otro país tiene sus riesgos y consecuencias, y aquí en El Pitazo te presentamos las dos claves más riesgosas de ingresar a Estados Unidos por el río Bravo.
Perder la vida
El primer riesgo, el más evidente, es el de perder la vida al cruzar el caudal. A pesar de que el río Bravo tiene poca profundidad, hay segmentos en los que súbitamente alcanza los 2,5 metros.
En los diversos puntos de cruce, hay escombros rodando a lo largo del lecho del río. Las riberas, además, están plagadas de balsas inflables y flotadores de espuma de poliestireno (anime) usado por otros migrantes que han cruzado.
La corriente del río también es un riesgo, pues se eleva constantemente y sin previo aviso cuando la presa de la Amistad es abierta para irrigar los cultivos y suministrar energía eléctrica. En épocas de lluvia es más frecuente para reducir el nivel de agua en la represa.
Aunado a esto, también hay cocodrilos en las laderas del río.
Arresto y deportación
Una vez superados los obstáculos de la naturaleza, los inmigrantes deben enfrentar un nuevo reto: la Patrulla Fronteriza.
Dicho organismo tiene la tarea de prevenir el ingreso de migrantes ilegales al país, pero dado el aumento de cifras de viajeros, se han visto en la obligación de rescatar a los migrantes en el río para luego presentarlos en los campamentos de refugiados y comenzar el proceso legal para su eventual deportación.
En medio de este contexto, existen los llamados “coyotes”, traficantes de personas que cobran hasta 7.000 dólares a los inmigrantes por cruzarlos de un extremo a otro sobre una lancha inflable. De acuerdo con la Patrulla Fronteriza, se registran unas 50 de estas embarcaciones cada noche en diversos puntos del río.
El pago de este “servicio” no es garantía de que reciban aprobación de Estados Unidos para mantenerse en su territorio.
Una investigación de El País reseña que los agentes de la patrulla fronteriza “observan con resignación la escena a menos de dos metros con lentes de visión nocturna”. Una vez que están en suelo estadounidense, son recibidos pacíficamente y sin violencia, para comenzar el proceso migratorio.