San Juan de los Morros.- Las llamas que azotaron el cuerpo de María José Arias, de 18 años, aquella noche del 30 de marzo siguen ardiendo. La joven fue víctima del estallido de un mechuzo en Altagracia de Orituco, estado Guárico, durante una noche sin luz a consecuencia del apagón nacional registrado ese día. Hoy lucha contra las secuelas de aquel accidente, en un país inmerso en una crisis humanitaria que golpea duramente al sector salud.
Han transcurrido casi cinco meses y María José permanece en el hospital universitario Dr. Luis Razetti de Barcelona, estado Anzoátegui, adonde la enviaron desde San Juan de los Morros para atenderle las lesiones. Allí contrajo una infección, detectada el 12 de agosto, que agravó su estado de salud. Las quemaduras de segundo grado, extendidas en 40% de su cuerpo, entre espalda, brazos, glúteos y piernas, son frágiles ante la bacteria Burkholderia cepacia, que los médicos atacan con antibióticos de alto costo -meropenem y vancomicina-.
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Los tratamientos médicos son imposibles de costear por los familiares de la joven Arias, quien requiere de la atención de médicos especialistas en áreas con las que no cuenta el hospital de Barcelona. Este es otro centro de salud en la lista de la compleja realidad hospitalaria nacional, donde escasean medicamentos y materiales médico quirúrgicos.
Nazaret, hermana de Maria José, conversó con El Pitazo, vía telefónica. Con voz pausada resumió brevemente el calvario que ha vivido Arias. Asegura que en el corto plazo esperan trasladarla a la capital del país. «Estamos haciendo las diligencias para llevarla al hospital Clínico Universitario de Caracas, porque ella necesita la evaluación de un infectólogo, un hematólogo y otros especialistas que no tienen allá en el Razetti», subrayó Nazareth.
Hasta el 22 de este mes, la joven mostró mejoría, pero «la bacteria sigue presente y los médicos trabajan con las uñas para garantizar la mejor atención de María José, como la de los demás pacientes», cuenta Nazareth.
La noche del apagón
Los gritos de madre e hija, azotadas por el fuego, rompieron el silencio de la noche en la comunidad Paural II de Altagracia de Orituco, municipio José Tadeo Monagas, estado Guárico.
Esa noche, María Esther Pérez, de 46 años de edad, y su hija María José Arias, de 18, no soportaban el calor dentro de su vivienda y salieron a respirar aire fresco. María Esther, acostada en un chinchorro, conversaba junto a su hija y un vecino, alumbrados por un “mechuzo” —lámpara artesanal-. Era poco más de las 8:00 pm cuando al echar gasolina en un recipiente de gasoil con una mecha encendida se produjo una explosión que cubrió en llamas a madre e hija.
“Yo no me prendí toda porque la hamaca era de lona y me protegió la espalda, pero mi hija si se quemó más. Mi reacción cuando vi que se quemaba fue abrazarla; como pude le quité la ropa y ayudé a apagar el fuego”, recordó Pérez, quien agradece a Dios porque hoy vive para contarlo y lucha con fe por la vida de su hija.
Viacrucis hospitalario
Producto del corte eléctrico y de las fallas de telecomunicaciones, fue después de 12 horas, la mañana del domingo 31 de marzo, cuando los familiares de Pérez y Arias se enteraron de la noticia. De inmediato llegaron al centro de salud en Altagracia y gestionaron un traslado al hospital Israel Ranuárez Balza de San Juan de los Morros. Así comenzó el viacrucis hospitalario de María José y su mamá.
En el principal centro médico de San Juan, aún con limitaciones, recibieron a las pacientes. “Dijeron que no había un área para atender quemaduras. Nos hicieron una cura en ese momento, pero no fue quirúrgica”, contó Pérez. Agregó que empezó a desesperarse y a temer por la vida de su hija.
El primero de abril, en la noche, sin una respuesta favorable, madre e hija salieron en dos ambulancias desde San Juan hacia el Centro Médico de Maracay, en el estado Aragua. Sin embargo, una tranca en protesta por los apagones impidió completar el traslado y por medidas de seguridad debieron regresar al Ranuárez Balza.
El reloj no detenía su curso y luego de 48 horas sin recibir limpieza quirúrgica aumentaba el riesgo de que María y su hija pudieran contraer alguna infección en la sala de emergencias del hospital de San Juan. Al menos esa era la preocupación de los familiares.
El martes dos de abril, en la mañana, se intentó de nuevo el traslado y esta vez María Esther y María José fueron llevadas en una ambulancia al hospital Domingo Luciani de Caracas. “Estamos colapsados por los apagones, aquí no las podemos atender”, fue la respuesta de un médico en el hospital de la capital venezolana.
Enrojecida, entre el dolor por las quemaduras y la angustia de ver a su hija inmóvil y adolorida, María Esther imaginó lo peor mientras regresaban al hospital de San Juan. Luego de ubicarlas en una habitación acondicionada para la recuperación, la especialista en cirugía estética, María Gabriela García Mujica, las ingresó a quirófano para realizar el tratamiento quirúrgico, quitar el tejido afectado y evaluar la piel.
María José recibió una segunda cura en el quirófano del Ranuárez Balza y una semana después fueron trasladadas al hospital Razetti de Barcelona, donde continuaron las limpiezas y avanzó la recuperación. Pero igual sucedió lo que tanto evitaron: la joven de 18 años contrajo una bacteria.
Efectos de la crisis
La compleja crisis venezolana y las condiciones hospitalarias han impedido que María José logre recuperarse. «El cuadro clínico de María no era para que cinco meses después ella todavía esté en el hospital», cuenta Nazaret, quien junto a su madre hace un esfuerzo, ayudadas por la solidaridad de familiares, amistades y desconocidos que han contribuido para cubrir los gastos de tratamientos médicos y otros insumos que no hay en los hospitales.
Desde aquel 30 de marzo la realidad venezolana no ha cambiado mucho. Continúa el conflicto político, la hiperinflación exprime al ciudadano, el hambre abunda, hay quienes corren a países vecinos, intentan sobrevivir a los golpes de la crisis. Hay quienes se aferran a lo que tienen y esperan con ansias una solución al conflicto.
Continúan las fallas de servicios públicos: gas, agua, luz, internet. Los apagones están vigentes y los mechuzos siguen alumbrado a familias en sectores rurales de la entidad llanera y otras regiones. Al mismo tiempo, María José lucha por su vida y es solo una de decenas de casos de quemaduras producidas por estallidos de mecheros en medio de noches de apagón.