Barinas.- «Manos de alicate», así lo llamaba de niño el padre de Juan Carlos Becerra González, reconocido por la Escuela de Física de Massachusett como el primer científico latinoamericano en hacer una investigación con fotón cuántico en una fotosíntesis artificial.
Becerra González nació hace 39 años en una aldea llamada La Aguadita, ubicada en la parroquia Calderas del municipio Bolívar, en el estado Barinas, en un parto complicado que atendió su abuela Juana María Montoya de González y doña Josefa Peña Busto, partera del caserío, de acuerdo con lo que contó a El Pitazo a través de su WhatsApp.
Las investigaciones en cuanto a fotosíntesis artificial se pueden dividir según la fase de la fotosíntesis natural que buscan replicar: la separación de moléculas de agua para obtener hidrógeno y oxígeno que ocurre en la fase luminosa, y la fijación del dióxido de carbono que ocurre en la fase oscura y en este caso, el científico la hizo con nanotecnología en la absorción de electrones.
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Becerra González se propuso crear una fotosíntesis artificial que sirve para captar el dióxido de carbono y transformarlo en energía, ya que catalizando el hidrógeno con un sistema electrónico llamado nanotecnología se captan las partículas y se acumulan en un sistema térmico, basado en un diagnóstico con una programación de un lenguaje de algoritmo dentro de una placa electrónica, y eso fue lo que lo hizo merecedor del reconocimiento, explica el científico.
Agrega que el proceso del análisis de la investigación lo desarrolló a través de una fórmula de la física cuántica con la entropía, que significa el orden del átomo basado en sensores de absorción.
Quien hoy ostenta el título como único científico latino en crear dicha investigación entre exponentes de 14 universidades de la región, cuenta que es el segundo de cuatro hermanos.
«Crecí en un ambiente lleno de magia entre el gran río Azul Bucares y la majestuosa cordillera andina», relata. El mismo río que el 25 de mayo de 2020, con la fuerza de sus aguas, derribó el puente que da entrada a Calderas, ese pueblo que evoca como mágico, dejando a unas 10.000 personas incomunicadas por vía terrestre.
De sacerdote a científico
Debido al trabajo de su padre, Rafael Antonio Becerra, en la antigua Oficina Nacional de Identificación y Extranjería (Onidex), junto a su esposa, Irma María González, la familia se mudó a Barinas. «Una ciudad floreciente y un pensamiento lleno de motivación que descubrí y experimenté en la Escuela Fe y Alegría Inmaculada y Teresa de la Asunción», evoca Juan Carlos, quien con 14 años se fue a Mérida al seminario San Buenaventura, para hacerse sacerdote, estimulado por dos curas allegados a la familia.
El apodo que le puso su papá cuando niño, «manos de alicate», tuvo su razón de ser: inventaba, dañaba y arreglaba cosas que eran de su curiosidad.
Con una aplicación de ingeniería eléctrica pendiente, Becerra González desarrolla sus estudios de filosofía en Mérida y San Cristóbal, donde terminó en el seminario Santo Tomás de Aquino de la Universidad Católica, pero decidió no ser sacerdote y se fue a Maracaibo a estudiar educación y luego una maestría de la misma carrera en la Universidad Cecilio Acosta.
Perdió la cuenta de cuántos cursos, talleres y estudios ha hecho sobre electrónica, aunque su entorno de trabajo lo hizo en el Ministerio de Educación, en muchas instituciones en el estado Barinas, entre ellas el Colegio Gran Mariscal de Ayacucho, Colegio Provincial
y Colegio de las Mojas en la capital llanera , y en Barinitas en los liceos Trina Briceño de Segovia y Cándido Antonio Meza.
Mientras impartía clases, Juan Carlos recuerda que día a día crecía en él su necesidad por conocer y sobre todo, saber más sobre la ingeniería térmica y mecánica, carreras que cursa en el Instituto Universitario de Tecnología Industrial (Iuti) y el Tecnológico Sucre.
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Por lo difícil de la situación del país, decide trasladarse a Barquisimeto, capital del estado Lara, allí estuvo durante un tiempo, pero hace siete años emigró a Bogotá, ciudad donde actualmente vive con su familia.
Al llegar a una ciudad llena de oportunidades y quizás compleja para un emigrante, decide buscar nuevos horizontes y estudia ingeniería en robótica industrial y física. «Desde niño es mi inquietud, en dar a conocer y crear algo útil para la humanidad. Dentro de los proyectos que hoy emprendo está el de crear una fotosíntesis artificial para captar el dióxido de carbono y transformarlo en energía, catalizando el hidrógeno con un sistema electrónico llamado nanotecnología con la cual capto las partículas y las acumulo en un sistema térmico», explica.
En palabras sencillas, esta investigación sirve para despojarnos de todo combustible que venga de hidrocarburo, la purificación del oxígeno y la disminución y mejora de la capa de ozono y se puede utilizar en cualquier campo ya sea automotriz, habitacional o de empresas.
Es por medio de esta investigación donde Becerra González compite con científicos de 14 Universidades de Latinoamérica, obteniendo el primer lugar como único científico latino en crear dicha investigación.
De Barinas para la NASA
Desde niño ha mirado las extrellas por el cielo abierto de Calderas y dice que ha tenido un fetichismo a los planetas. Visitó el observatorio en Mérida y hoy frecuenta el Planetario de Bogotá, y eso lo motiva a esforzarse para ser miembro de la NASA.
«Por eso mi dedicación en los estudios de investigación es ser bandera de un pueblo que me ha visto crecer, en ser caldereño, barinés y por supuesto, venezolano con mucho orgullo», comenta.
En esa ruta, tiene en su haber estudios superiores en astrofísica física y mecánica cuántica en la Universidad de Harvard, Massachusetts, de ingeniería electrónica en la Corporación Unificada Nacional de Educación (CUN) en Bogotá, Colombia. También tiene un grado de física en la Pontificia Universidad Javeriana, Colombia, entre otras profesiones.
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El nativo de la aldea La Aguadita, en las montañas del municipio Bolívar en el estado Barinas, se prepara para cumplir su sueño. En la actualidad realiza un máster en fotónica y física cuántica de la Universidad de Boston y le agradece a Dios el don de la inteligencia y la sabiduría que le otorgó, para seguir avanzando en proyectar la investigación sin importar los momentos que vivimos, «porque la idea es hacer el bien a quien lo necesita y como dice Nicolás Tesla: ‘En realidad no me preocupa que quieran robar mis ideas, me preocupa que ellos no las tengan'», apuntó para concluir.