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jueves, 28 marzo, 2024

Emprendimientos informales surgen en Acarigua-Araure como una opción ante la crisis

El alto costo de la vida ha llevado a padres de familia de Portuguesa y de todo el país a rebuscarse, reinventarse e incluso aprender otros oficios para conseguir sustento diario y sobrevivir a la hiperinflación que asfixia a los venezolanos. Entrevistamos a dos barberos y a un vendedor informal

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Acarigua.- Con un espejo, una máquina de afeitar, una silla y dos peines, José D’Santis emprendió su negocio hace unos tres meses en plena calle del centro de Acarigua, a la intemperie. Él no es el único padre de familia de Portuguesa al que el alto costo de la vida lo ha llevado a rebuscarse, reinventarse e incluso aprender otros oficios para conseguir sustento diario y sobrevivir a la hiperinflación que asfixia a los venezolanos.

Los clientes no faltan, y son, sobre todo, los mototaxistas o los jóvenes que trabajan en tiendas cercanas a donde este exfuncionario de la Policía del estado Portuguesa montó su improvisada barbería, que cuenta con electricidad gracias a que conectó una extensión a una toma pública.

El oficio de la barbería no es nuevo para este portugueseño. Lo aprendió de joven, pero la incesante crisis en Venezuela y el saber que un sueldo mínimo no es suficiente para mantener a un grupo familiar por todo un mes, lo llevó a retomarlo después de 19 años sin practicarlo.

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“El que quiere trabajar lo hace donde sea. A mí no me da pena hacer esto en la calle. Tengo hijos que mantener y prefiero hacer esto aquí que irme del país a pasar trabajo en otro lado”, expresó D’Santi al ser consultado por El Pitazo.  

Estar en la calle sin pagar un alquiler es ventajoso para este barbero y también para los clientes. En el lugar se ofrece un corte de cabello más económico y que se puede cancelar a través de pago móvil, transferencia y efectivo. “Mientras en una barbería te cobran 80.000 y hasta 100.000 bolívares, yo lo tengo en 50.000”, indicó.

Las ventas de prendas u objetos de «segunda mano» han aumentado en los últimos meses en Portuguesa. | Foto: Mariangel Moro

Doris Vera hace lo propio en la esquina siguiente a donde se encuentra D’Santis, pero esta joven mujer sí tiene al menos un techo. Se ubica en el estacionamiento de la Federación Venezolano de Maestros (FVM), también en el centro de la ciudad comercial de Portuguesa.

Ofrece el servicio de barbería y también secado y alisado de cabello a precio solidario. “El corte de cabello lo tenemos en 40.000 bolívares, pero a quien viene acá y no tiene dinero, se lo cortamos gratis. De hecho, ayudamos a la gente que está en calidad de refugiado en el Centro Negra Hipólita. Les enseñamos este oficio de barbería para que ellos tengan en qué ocuparse”, contó Vera.

El venezolano no se ha quedado de brazos cruzados, aunque muchas empresas han cerrado y liquidado su personal. La economía informal ha crecido, y con esto han surgido emprendimientos particulares que dan ingresos de manera honrada.

Las ventas de prendas u objetos de “segunda mano” han tomado auge en los dos últimos años en las ciudades de Acarigua y Araure, y hasta en zonas rurales de la entidad. En esta temporada navideña es más frecuente ver en los estacionamientos de las viviendas o en espacios pequeños, e incluso al aire libre, a personas que ofrecen mercancía usada y hasta nueva a un precio asequible.

Daniel Centeno montó su “venta de garaje”, como también se le conoce al oficio, hace más de dos años. En él mantiene en exhibición jeans, camisas de caballeros, blusas y vestidos, además de zapatos y hasta libros. Todo lo que vende ya ha pasado por las manos o el cuerpo de alguien más, pero afirma que está en buen estado. “Si algo me llega con huecos o no tiene chance de venderse, lo coloco en una cesta y a quien lo necesite se lo regalo, porque aquí hay que ayudarse entre todos”, comenta.

Lo que tienen a la venta no pasa de 100.000 bolívares. “Dónde vas a encontrar una camisa de caballero en buen estado en 15 bolívares, si con eso ni un arroz te compras. Esto no es para hacerme rico, sino para tener una entrada extra de dinero y darle opción a la gente a que pueda comprar ropa buena, bonita y barata”, afirma.

A sus clientes les ofrece la elección de hacer trueque de prendas u objetos por productos alimenticios. “Si no tienen efectivo también pueden pagarme con alimentos y yo igual, porque también compro lo que vendo. A veces pago con un kilo de harina, arroz o con lo que pida”, expresa Centeno.

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