Mérida.- Arroz, pescado seco, ensalada de palmito, sopa, guineo verde sancochado, buñuelos de plátano maduro y dulce de lechosa. Esos son los platos que Tania Contreras más recuerda de los que su tía Celina preparaba para cumplir con la tradición de almorzar los siete potajes cada Jueves Santo de la Semana Santa en Tovar, donde nació.
Lo recuerda desde la década de 1950, cuando era una niña. Ahora ella los prepara solo a veces, para los hijos y nietos que le quedan en Venezuela.
Los siete potajes es un banquete tradicional de la región andina del país y los Departamentos de Santander y el Norte de Santander colombianos, que se prepara en Semana Santa para comerlo el Jueves Santo.
También lo hacen en algunas regiones de Perú. Según la tradición católica, esta costumbre nació en conmemoración de las Siete Palabras que pronunció Jesús de Nazaret antes de morir crucificado. También busca recordar la última cena de Jesús con sus apóstoles.
Quienes cumplen con esta tradición comienzan a preparar los siete platos con varios días de antelación. Evitan cocinar el mismo Jueves Santo. El banquete lo degustan principalmente como almuerzo, aunque si sobra, también lo comen en la cena. A la mesa se sienta toda la familia, incluso invitados, si los anfitriones así lo quieren. Es una muestra de abundancia y generosidad.
Los platos salados del potaje
Los platos que componen este banquete varían en cada familia, pero generalmente se basan en los mismos ingredientes y ninguno puede tener carnes rojas. En Venezuela, la tradición es que el único tipo de carne permitido, y que no debe faltar, es el pescado. En Colombia y Perú, donde también existe esta costumbre, incluyen otras carnes blancas, principalmente de aves.
En los Andes venezolanos, la gente suele preferir el pescado salado seco para esta preparación, generalmente bagre rayado, pero también puede ser de otra especie o pescado fresco. «Tía lo dejaba remojando en agua de un día para otro, con un limón cortado en cuatro partes. Luego lo lavaba muy bien y lo ponía primero a hervir bastante, hasta que ablandara. Esa agua la botaba y luego desmenuzaba la carne y la preparaba con un guiso», recuerda Contreras.
El arroz es infaltable, aunque cada familia lo prepare distinto. Quienes optan por preparaciones más sencillas cocinan un arroz blanco, pero otros lo preparan con aliños o verduras, para que quede como un arroz primavera. Una ensalada tampoco puede faltar. Algunos la preparan cocida y otros cruda.
«Yo recuerdo que tía siempre hacía ensalada de palmito. Era divina. Creo que los palmitos los traía del páramo. A todos nos encantaba esa ensalada, pero después el palmito se puso muy caro y ya casi ni se consigue», dice Contreras.
Una sopa también es típica en este banquete. Algunos hacen sopa de granos, sean caraotas, frijoles rojos, arvejas o lentejas. Otros cocinan los granos como un plato aparte y hacen sopa de verduras o de pan, como la que preparaba la tía Celina, de Tania Contreras.
Algún plato con pasta, sean macarrones o una sopa de fideos, también es común en algunas familias. Otros prefieren hacer los llamados «chochecos», que son guineos o cambures verdes sancochados.
Los postres o platos dulces
Generalmente, dos de los platos que componen los siete potajes son dulces. En el caso de la familia Contreras, estos eran buñuelos hechos con plátano maduro y dulce de lechosa. Otras familias preparan tortas, sean de pan, de mazorca, de auyama o incluso de chocolate. Los postres más elaborados pueden ser tortas cubiertas de almíbares o mermeladas caseras hechas con frutas criollas.
La tradición de los siete potajes se cumple en Venezuela en los estados Mérida, Táchira y Trujillo. Pese a la crisis económica, muchas familias tratan de mantenerla, con platos más sencillos elaborados con ingredientes más baratos. Algunos andinos que emigraron del país también buscan mantener esta costumbre en donde se encuentren.