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sábado, 14 diciembre, 2024

Guatemala juramenta este #14Ene su primer diputado abiertamente gay

Al asumir su cargo este 14 de enero, Aldo Dávila será el primer diputado abiertamente gay de la historia de Guatemala. Una tarea peligrosa en un país donde los asesinatos homófobos distan de ser cosa del pasado

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Aldo Dávila asume el cargo de diputado este martes 14 de enero, convirtiéndose en el primer diputado abiertamente gay del Congreso de la República, en un país donde amar a la persona equivocada demasiado a menudo se paga con la vida.

En las elecciones legislativas del año pasado, cuenta, cuatro partidos le ofrecieron concurrir en su nombre. Eligió Winag, fundado por la Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, por parecerle el único verdaderamente comprometido con las minorías sexuales.

Su decisión por el «único partido indígena» fue, además, como una suerte de homenaje a sus orígenes familiares: a sus bisabuelos indígenas que emigraron a la capital por la falta de oportunidades y tuvieron que abandonar su lengua ancestral para evitar ser discriminados.

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—¿Qué significa para Guatemala tener su primer diputado abiertamente gay, y qué significa para usted serlo?

—Para Guatemala significa que la gente razonó su voto. Siempre he sido gay abiertamente, y que la gente me diera su voto demuestra que, de alguna manera, las cosas van cambiando. Que vieron, más allá del gay, a una persona que pelea por los derechos humanos tanto de la comunidad LGBTIQ como de los pacientes que viven con VIH o de las niñas abusadas sexualmente.

Para mí es una carga y una responsabilidad. Es un compromiso que tengo con mi comunidad, pero también con las poblaciones históricamente excluidas, como la juventud, las mujeres o las personas indígenas, que han tenido un papel secundario en la historia de este país. Quiero ser la voz en el Congreso de la República de las poblaciones históricamente excluidas.

—Habrá quien diga que su orientación sexual es asunto suyo, no de política parlamentaria

—Claro que me han dicho cosas como: «A mí me da igual lo que haga en la cama, lo que me importa es que haga un buen trabajo en el Congreso”. Lo importante aquí es que ser gay es una posición política. No hablo de ser homosexual, hablo de ser gay. Decirle a la sociedad: soy esto y voy a pelear por mis derechos y los de mis pares. La gente vincula el ser homosexual al puro acto sexual.

Ser gay es una reivindicación política de cómo poder cambiar las cosas. Por el Congreso han pasado otros gais en el clóset y algunos no solo no han tocado el tema, sino que incluso han tirado por la borda los esfuerzos de quienes luchaban por equiparar los derechos. Yo no quiero derechos nuevos: no quiero pagar menos impuestos por ser gay, no quiero descansar más días a la semana. Únicamente quiero la equiparación de los derechos con los que gozan los demás.

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—¿Teme a veces por su vida?

—Temo todo el tiempo por mi vida. He recibido amenazas de muerte por redes sociales y llamadas telefónicas; me han seguido en motocicleta y en vehículo. Temo todo el tiempo. Pero si me están amenazando es porque estoy hablando por mis derechos, y no quieren que se escuche mi voz. Entonces creo que estoy en el camino correcto. Tengo que seguir denunciando y hablando por los que no pueden hablar.

Los crímenes de odio siguen aumentando. Unos minutos antes de esta entrevista me han contado el caso del asesinato de un hombre trans. Pero es importante recalcar que los crímenes de odio son solo el resultado final del discurso de odio, el cual fue enormemente promovido en este último período electoral. Muchos partidos fueron llamados por movimientos religiosos antiderechos a que firmaran documentos para asegurarse de que no iban a apoyar a la diversidad sexual.

La bandera de los derechos humanos hay que izarla en todos los espacios. Algunas agrupaciones religiosas tienen mucho poder político, pero también hay muchas personas LGBTIQ que estamos dispuestos a hacer lo que tengamos que hacer para que se respeten nuestros derechos, para que no nos sigan matando, para que no nos despidan. Para poder disfrutar del derecho a la educación, a la salud, al trabajo, o al acceso a la justica. Quiero recalcar que no llevo una «agenda gay” al Congreso. Llevo una agenda de derechos humanos de las poblaciones históricamente excluidas, entre las que también está la diversidad sexual y de género.

—Usted ha hablado de cómo cierta narrativa ha tratado de convertir a activistas feministas y LGBTI en el «enemigo interno” del país. ¿A quién le interesa algo así y por qué?

—A los fundamentalistas, a los militares. Al no haber ya un conflicto armado externo, tienen que buscar un nuevo enemigo. Se escudan en la religión para decir que estamos mal. Pero es el que defiende los derechos humanos en Guatemala quien pone en riesgo su vida. Y, además, somos criminalizados constantemente.

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—Cómo explicarle a la ciudadanía la necesidad de priorizar la lucha de los derechos de las minorías?

—Mientras nos sigamos viendo como minorías es como ellos piensan invisibilizarnos. A ellos les conviene que nos creamos minoría. Pero las agendas no deberían estar una encima de otra, porque las agendas deberían ir a favor de los guatemaltecos; para ellos y no para los empresarios o los militares, o para encubrir la corrupción y la impunidad. Que la Cicig (Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala) abandonara el país de la manera en que lo hizo solo demuestra del lado de quién están los políticos en Guatemala.

Definitivamente, todo lo que sume a favor de los derechos humanos de las comunidades LGBTIQ es positivo, pero necesitamos que sean más contundentes, que nos acompañen en las denuncias de violaciones de derechos humanos, a denunciar que nos están matando. Necesitamos que, si van a apoyar, lo hagan públicamente. Entendemos que tiene una carga política, claro que lo entendemos. Pero solo cuando se realizan las denuncias internacionales pueden mejorar las cosas.

—¿Cree que su paso al frente abrirá el camino para una mayor visibilidad política de las minorías sexuales en el país?

—Creo que más gente estará interesada en ocupar cargos políticos de elección popular para cambiar Guatemala, algo que tenemos que hacer desde adentro. Como gay, no puedo esperar que un diputado heterosexual y homofóbico hable de mí, tenemos que hacerlo nosotros. Pero en este momento no visualizo yo, por ejemplo, a una presidenta lesbiana o a un presidente gay, aunque posiblemente en un futuro pudiera ser así. Vemos cómo el Cono Sur y norte han avanzado en derechos humanos; es Centroamérica la que se ha quedado relegada.

DW

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