Barcelona.- Un estudio internacional, en el que participaron científicos españoles, examinó en Islandia los efectos del calentamiento en el suelo y comprobaron que la isla es un laboratorio natural excepcional para estudiar los efectos de la crisis climática.
Según el estudio que publica Nature Ecology & Evolution, las praderas de Islandia y los seres vivos que viven en ella reaccionan de manera muy intensa ante el aumento de temperatura durante los primeros 5-8 años, pero, trascurridos más de 50 años, el ecosistema vuelve a un estado estacionario parecido al inicial.
El estudio, que ha analizado cómo el aumento de la temperatura afecta al reciclaje de la materia orgánica o a la fertilidad del suelo, lo ha llevado a cabo el consorcio ForHot, que constituyeron en 2012 un grupo de científicos convencidos de que Islandia es el mejor laboratorio europeo para estudiar el calentamiento global.
Entre los científicos que lo forman y que son coautores del estudio están Jordi Sardans, Albert Gargallo y Sara Marañón, investigadores del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf) de la Universidad de Barcelona (UAB); Josep Peñuelas, investigador del Creaf y del CSIC, y Mireia Bartrons, de la Universidad de Vic-Universidad Central de Cataluña (UVic-UCC).
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Los investigadores han comprobado que en los primeros años de calentamiento del suelo, el ecosistema sufre una súperreacción: el metabolismo de los microorganismos se acelera, se libera carbono a la atmósfera y la composición del suelo cambia.
No obstante, a largo plazo, alcanza un nuevo equilibrio en el que ya no se observan cambios bruscos: las especies de seres vivos son diferentes o se han adaptado y, aunque hay una menor concentración de carbono, nitrógeno y materia orgánica en el suelo, el ecosistema alcanza un nuevo estado estacionario.
Los investigadores compararon los efectos del calentamiento en 124 elementos del ecosistema que representaban diferentes organismos vivos (plantas, comunidades de microorganismos, hongos) e inertes (composición del suelo).
«Uno de los puntos fuertes de nuestro estudio es que contamos con un consorcio de investigadores que estudian diferentes variables en los mismos lugares: comunidades microbianas, variables químicas del suelo, biomasa de las raíces, nematodos, vegetación y cantidad de carbono, entre otras muchas variables», señala Sara Marañón.
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La investigación se llevó a cabo cerca de Hveragerdi, en el suroeste de Islandia, un lugar en el que hay una actividad geotermal que provoca que la temperatura en el suelo esté entre 0,5°C y 40°C, dependiendo de la distancia a los puntos calientes subterráneos, lo que les permitió estudiar cómo afecta el aumento de temperatura al ecosistema subártico.
Los investigadores tuvieron en cuenta que hay gradientes de temperatura con diferente antigüedad, como suelos que han evolucionado con estos gradientes durante más de 50 años y otros donde un terremoto en 2008 generó nuevos gradientes geotermales.
Gracias a esto, pudieron comparar los efectos que tiene el aumento de temperatura sobre el ecosistema del suelo a corto plazo (de 5 a 8 años) y a largo plazo (más de 50 años).
Según Marañón, la clave de esta investigación no está en intentar extrapolar los cambios específicos en las diversas comunidades vegetales, de microorganismos y de animales de este zona a otros ecosistemas, sino en que identifica los elementos de un ecosistema que son más útiles para predecir los efectos del cambio climático a largo plazo.
«No podemos pretender que todos los estudios de calentamiento global duren más de 50 años. En este contexto, nuestra investigación proporciona un marco para comprender los cambios que se desencadenan en el ecosistema ante este aumento de temperatura, y facilitará a futuras investigaciones escoger las variables que, estudiándolas a corto plazo, permitan predecir mejor lo que ocurrirá a largo plazo», ha concluido Marañón.