Sin fotos y sin decir su primer nombre, por ser este muy singular y fácil de reconocer, puso como condiciones el señor José al equipo de El Pitazo antes de acceder a ser entrevistado sobre la crisis del suministro de gasolina en Santa Elena de Uairén. Él lleva más de 15 años siendo taxista.
Hasta enero de este año, José tenía una economía próspera. Su nevera estaba full de productos brasileños; pasaba todo el día paseando por las calles de este pueblo para recoger pasajeros; los mejores pagos se los hacían indígenas que alquilaban el carro todo el día para hacer compras, y su esposa, que es maestra, trabajaba por vocación, ya que ser profesional del volante le daba para mantenerla.
Era una rutina para él dormir en la cola de la gasolina una o dos veces por semana, llenaba su tanque full y cuando la gandola se retrasaba optaba por las reservas de combustible que guardaba en su casa.
“Yo escuchaba la situación en Caracas y se me ponían los pelos de punta. Pobrecita esa gente, decía yo. Para ese entonces Santa Elena era impenetrable; nunca imaginé que lo que tanto cuidamos se nos fuera a ir abajo”, contó el taxista, avergonzado por haber dicho que no a la foto y justificándose en que si “alguien del gobierno” llegase a verlo retratado no le dejarían echar gasolina.
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Luego de la intervención de colectivos armados que causaron una masacre los días 22 y 23 de febrero contra un pueblo que salió a manifestar para permitir el ingreso de ayuda humanitaria, se cerró la frontera con Brasil por casi tres meses; la economía en Santa Elena se fue a pique y con ella la prosperidad que caracterizaba a esta localidad.
“La gasolina comenzó a escasear en el país y llegó hasta aquí el problema. Hasta la fecha no nos hemos podido reponer; hoy no tenemos combustible para trabajar, ni siquiera para hacer nuestras diligencias”, relató el chofer, quien además alegó que su esposa va y viene caminando a la escuela donde da clases y hoy en día hacen mercado semanal porque tuvieron que recortar gastos.
Este jueves, 24 de octubre, la gandola que llegó a Santa Elena estaba por la mitad, por lo que se surtió a cada carro con 10 litros de gasolina, que es lo que aproximadamente gasta un conductor en ir y venir hasta la población brasileña de Pacaraima, a unos 20 minutos del pueblo, donde la mayoría se abastece de comida. Cuando comenzó a escasear, a cada automotor le tocaban 25 litros y a las motocicletas cinco.
Taxistas como José se han visto en la obligación de disminuir sus horarios de trabajo y ajustar los precios de sus servicios: la carrera mínima es de 10 reales brasileños, que equivalen a dos dólares. Desde hace un año no aceptan bolívares soberanos.