Tucupita.- La población de la zona fluvial de Delta Amacuro está afectada por el colapso del transporte ante la falta de gasolina en los municipios Antonio Díaz, Pedernales y parte de Tucupita. Los viajeros del Orinoco invierten hasta cinco días de viaje en rudimentarias curiaras, que además de la fuerza de los brazos son impulsadas por la corriente del viento para llegar hasta Tucupita, la capital de este estado sureño.
Se trata de una situación que somete a un estado de aislamiento y vulnerabilidad a los deltanos, pues no pueden atender los casos de salud y alimentación. El Pitazo conoció este miércoles 27 de mayo que unos 60.000 habitantes de estos tres municipios estén aislados por la ausencia de combustible.
Uno de ellos es Teófilo Hernández, un indígena warao que denunció la muerte de uno de sus hijos en medio de la selva. No tuvo la oportunidad de llevarlo a un centro de salud porque no tenía gasolina para mover su lancha. Hernández narró que su hijo de 21 años se enfermó de repente.
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“Era un joven sano, jugador de pelota y de repente se enfermó, no sabemos de qué. Por falta de gasolina, mi hijo nunca llegó a un hospital para que lo atendiera un médico. Murió al tercer día de caer en cama”, contó Hernández.
María Aranguren es otra afectada por la falta de gasolina; Logró comunicarse vía telefónica el 26 de mayo con El Pitazo desde las profundidades del Orinoco para narrar la travesía de su viaje.
“Vamos atravesando el río Orinoco, salimos la madrugada de ayer (lunes 25) desde Barrancas del Orinoco y vamos vía hacia los caños del Delta”, mencionó Aranguren, quien añadió que su viaje tendrá una duración de cinco días en una pequeña embarcación tipo canoa hasta Tucupita.
Abel Ávila, es otro indígena de los caños del Delta, dijo que la situación es más crítica en las poblaciones más alejadas de Tucupita. “En dos oportunidades he viajado desde la selva del bajo Delta hasta Tucupita y puedo decir que es una una experiencia agotadora”, expresó Ávila. Al mismo tiempo mencionó que en su travesía aguantó sol, lluvia, sueño y cansancio durante cuatro días.
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Representantes de organizaciones sociales y religiosas han denunciado a las autoridades gubernamentales este cuadro desolador en las comunidades fluviales, pero no han tenido respuestas. El sacerdote Zack Kariuki, religioso de la Orden Consolata, dijo que se trata de un panorama crítico, que demuestra el estado de abandono de las comunidades indígenas. “Enfermarse en los caños es una muerte lenta y segura”, sentenció el sacerdote.