El recuerdo más claro que le queda a Maribel Henríquez de su hijo Richard es su última conversación por WhatsApp antes de que él muriera en Colombia, atropellado por un autobús del Transmilenio. El joven de 29 años, como miles de venezolanos, migró en 2019 a esa nación empujado por la crisis económica del país. Ahora su mamá espera que sus restos sean repatriados

Desde el 24 de noviembre, Maribel no hace otra cosa que escuchar una y otra vez la última nota de voz de WhatsApp que le envió su hijo, Richard, antes de morir arrollado en Bogotá, Colombia. “Mi amor, ¿cómo estás, mamá? Bendición, yo estoy bien aquí”. La voz de Richard resuena mientras Maribel trata de convencerse de que está en medio de una pesadilla de la que quisiera despertar.

La abrupta partida de Abiud, como le solía decir Maribel, dejó un vacío enorme que se siente dentro de su hogar y además empañó la Navidad, tradición que le gustaba a su hijo y que para ella ya no tenía tanto gusto porque él ya no estaba en el país para abrazarla.

Maribel Henríquez, un ama de casa de 51 años que vive en la comunidad rural Francisca Duarte de San Félix, estado Bolívar, trata de sobrellevar su profundo dolor preparando alimentos en un comedor popular del Gobierno, donde trabaja desde hace unos dos años. Al volver a casa, nuevamente reproduce el audio de su hijo hasta descargarse la batería de su teléfono celular. Llora, pero sin que sus sollozos lleguen a los oídos de sus nietos, a quienes no quiere preocupar. Sale a la calle con ropa negra. «Así siento que está ahora mi vida: oscura”.

Richard Abiud Romero Henríquez, de 29 años, es uno de los tres hijos de Maribel. Fue arrollado el pasado 24 de noviembre por un autobús del sistema de transporte Transmilenio en Bogotá. La unidad lo impactó y lanzó a Richard hacia un extremo de la carretera, donde golpeó su cabeza con el filo de una acera. Murió instantáneamente.

Sentada en el patio de su casa, Maribel susurra un villancico que le cantaba su hijo cada 24 de diciembre en la mañana. A él le gustaba la Navidad. “Niñito Jesús / te pido de corazón /regálale a mi mamá mucha paz y mucha unión”. Mientras repasa los pasajes de la canción, recuerda a Richard tocando sonriente un cuatro. Se quiebra. Sabe que es la primera de muchas navidades en la que ya no estarán juntos.

—Dime la verdad, hermana, ¿Abiud está muerto?

De la muerte de su hijo, Maribel no se enteró inmediatamente. Su hermana, quien supo primero de la noticia, le dijo que necesitaba una copia de la cédula de Richard para enviarla a un hospital en Bogotá, porque el joven estaba en coma. La vio hinchada, como si hubiera llorado demasiado, y la increpó.

—Dime la verdad —insistió.


Lloré mucho y le reclamé a mi hijo por no haber cumplido su promesa. En todas sus canciones me decía que volveríamos a estar juntos, y ahora se fue

Maribel Henríquez

La respuesta afirmativa la desplomó. “Lloré mucho y le reclamé a mi hijo por no haber cumplido su promesa. En todas sus canciones me decía que volveríamos a estar juntos, y ahora se fue”, relata.

Aún incrédula, Maribel sacó la copia de la cédula y la envió por correo electrónico desde una sala web para gestionar el acta de defunción. Richard fue sepultado en el Cementerio del Sur de Bogotá, con la ayuda de un grupo de amigos migrantes que pagaron el sepelio.

Asegura Maribel que la posibilidad de un entierro en Venezuela se esfumó porque las autoridades en Bogotá exigían que un familiar directo realizara las gestiones en el sitio.

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El joven Richard migró a Colombia en 2019 para escapar de la crisis. En ese país vendía galletas y con eso enviaba dinero para mantener a su madre y dos hijos. No era mucho, pero al menos alcanzaba para comer una o dos veces todos los días.

En Venezuela se graduó de técnico superior en Química Industrial y trabajó un par de años en una empresa local que distribuía productos de limpieza. Ingresó a formación como Guardia Nacional en 2017, pero salió a los pocos meses porque no estaba de acuerdo con la doctrina que se impartía dentro de los cuarteles. “A veces no había comida en la casa y teníamos que comernos un arroz pelado. Entonces él decidió irse. Este Gobierno, que mi hijo nunca apoyó, fue el que lo obligó a vivir en otro país”, cuenta Maribel, quien ahora quedó a cargo de sus dos nietos, de 9 y 10 años.

De la mamá de los niños no sabe nada desde hace siete años, revela. En la casa de Maribel la crisis se siente con especial crudeza. En la despensa solo hay unos paquetes de arroz y pasta que una amiga le regaló. No hay agua y tiene que cocinar con leña. Tampoco hay ganas de hacer mucho en estas navidades. Tras la muerte de Abiud, todo se ha vuelto más difícil. Pero ella habla consigo misma todos los días y se alienta a ser fuerte, como su hijo lo hubiese querido.


Venezuela, prometo volver a verte, quiero descansar en tu tierra, cuando me llegue la muerte

Richard Abiud Romero

Además de la comida y ropa para sus dos nietos, Maribel también tiene que hacer maromas para conseguir las medicinas de su esposo, José Manzano, de 58 años, quien está parapléjico desde hace ocho años tras recibir varios disparos de unos delincuentes mientras trabajaba como taxista en una zona popular de Ciudad Guayana.

La Oficina del Alto Comisionado para las Naciones Unidas estima que 5 millones 448.441 venezolanos han migrado a otros países en medio de la crisis que enfrenta Venezuela. En Colombia hay 1 millón 722.919, de los cuales 55% no tiene definida su situación legal, según Migración Colombia. Pero Richard no es solo un número. No para Maribel.

“Él y yo nos dimos todo el amor que teníamos. Entre nosotros no quedaron deudas”, dice. Aunque luego piensa que ella sí le debe algo: lograr repatriar sus restos y sepultarlos en Venezuela, como él mismo lo pidió a través de un video cantando rap, publicado el 11 de julio de 2019 en su canal de Youtube. “Venezuela, prometo volver a verte, quiero descansar en tu tierra, cuando me llegue la muerte”, dijo el joven fallecido en un fragmento de la canción escrita por él mismo.

Richard, quien habría cumplido 30 años el 10 de diciembre, participó en concursos de canto en Ciudad Guayana y perteneció a un grupo musical de la Alcaldía de Caroní.

Maribel confiesa que a él siempre le gustó la música. Maribel no quiere olvidar la voz de su hijo ni mucho menos los gestos de amor que le profesaba en vida. A veces ella se sienta en un trozo de mármol que Abiud le puso en el tronco de un árbol de ciruelas que hay en el patio de la casa. Él le decía que era su trono, como el de una reina. “No estoy molesta con Dios, pero sí le pido que me dé tiempo para aceptar que mi ángel no está. Para entender que mi Abiud se fue”.

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