Militarizado, con un capitán indígena que apoya abiertamente al chavismo y un pueblo que sigue en resistencia, se encuentra Kumarakapay al cumplirse un año de la masacre que cambió la historia de esta comunidad de la Gran Sabana.
El 22 de febrero de 2019 fue asesinada Zoraida Rodríguez, y su esposo, Rolando García, resultó herido y murió unos días después, al igual que el guía turístico Kliber Pérez. Todos eran indígenas pemones que se vieron sorprendidos por la irrupción de militares debidamente uniformados que les dispararon.
En ese momento se esperaba el ingreso por Brasil de la ayuda humanitaria solicitada por Juan Guaidó, pero el régimen de Maduro se encargó de que fuera fallido este bien, por lo que atacó de forma armada a los indígenas que se mantenían en protesta en Kumarakapay.
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Las víctimas no participaban en la manifestación, y se supo que Zoraida fue atacada mientras hacía una masa. Algunos testigos dijeron que un militar se le acercó a unos 15 metros, la apuntó y le disparó dos veces en el pecho. En este hecho hubo una docena de heridos.
Desde ese entonces se inició la persecución de líderes indígenas que de forma reiterada hacían oposición a lo que consideraban injusticias contra su pueblo. Entre ellos está el pemón Juvencio Gómez, excapitán general de Kumarakapay y uno de los principales líderes de esta zona que bordea el cerro Roraima.
Pese a que el Gobierno intentó culparlo a él y a otros pemones de esta masacre, simulando que se trataba de una pugna entre indígenas —relato que fue testificado por el canciller, Jorge Arreaza, ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—, la versión quedó desmontada por videos y testimonios que develaron el ataque armado por parte de la Fuerza Armada Nacional (FAN).
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En diciembre, Juvencio Gómez tuvo que huir de Kumarakapay y refugiarse en la comunidad indígena brasileña de Tarau Parú después de que un tribunal militar emitió una orden de aprehensión en su contra. Esta vez lo vinculaban con el asalto al fuerte de Luepa, hecho que estuvo encabezado por militares rebeldes que cargaron con buena parte del material de guerra que allí se encontraba. Los líderes de esta operación están en Brasil.
«No hay secreto en que yo no estoy de acuerdo con el sistema de gobierno en Venezuela. La persecución del régimen contra nosotros es condenable, y mientras no haya seguridad nos vamos a resguardar», contó Gómez en una entrevista a El Pitazo.
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En el caso de Luepa estuvieron involucrados 13 pemones. Cinco de ellos eran reservistas y cooperaron con los militares para el asalto; los otros los ayudaron a escapar por Kumarakapay, mostrándoles sus caminos a Brasil. Hoy en día todos los colaboradores están presos en la sede de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) en Caracas.
Con respecto a los constantes allanamientos que se realizan en esta comunidad, las amenazas y la imposición de un representante indígena que coopera con el gobernador, Justo Noguera, Gómez declaró: «Nos han tildado de peligrosos. Al Gobierno le molesta que 13 indígenas descalzos y desarmados irrumpieran en tan importante fuerte militar y apoyaran a esos militares. Pero lo que pasa en Kumarakapay va más allá de una posición política, porque la mayoría estamos claros en quiénes somos, de dónde venimos y en la importancia de nuestra identidad. Sí estamos armados, y es de valores y principios y con eso nadie puede ni podrá nunca».
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Desde el exilio, Juvencio Gómez, en compañía de otras figuras representativas de la Gran Sabana, se ha dedicado a alzar su voz ante la comunidad internacional para denunciar los abusos a los que es sometido el pueblo pemón.
«No sé de tiempos, pero el régimen actual de Venezuela va a terminar, y vamos a regresar a nuestra comunidad a rescatar las tradiciones. Cada hecho tiene su momento para que pueda ser apreciado», puntualizó.
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