Los estudiantes de bachillerato venezolanos aún tienen complicaciones para asistir a sus clases en Brasil. Esta vez sus horarios fueron extendidos hasta los sábados para completar el cronograma escolar que les fue interrumpido con el cierre de la frontera el pasado 23 de febrero.
Los 1.200 niños y jóvenes que viven en Venezuela pero estudian en este país vecino iniciaron las clases con casi dos meses de retraso, debido a que el Ministerio de Educación brasilero dio largas al comienzo del nuevo año escolar para no privar a los extranjeros de estudiar.
Comenzaron a media máquina, en vista de que solo les permitían cruzar por las trochas o llegar hasta una distancia de 100 metros de la aduana, que es por donde está el paso oficial, para luego ir a pie por unos cuatro kilómetros hasta sus respectivos centro de estudios.
El traslado por los caminos verdes, lo costoso del transporte escolar -se estableció una tarifa de 150 reales brasileños, que se traducen en 40 dólares mensuales- y los últimos cierres de las trochas son algunas de las complicaciones que atraviesan niños para asistir a sus aulas.
Sus representantes sostuvieron varias reuniones con comandantes del Ejército y la Guardia Nacional para que les permitieran el acceso por la vía principal. Alegaron que la primera semana muchos menores presentaron afecciones respiratorias por el polvo que hay en los caminos improvisados.
Hubo negativa, por lo que se tuvieron que conformar con lo poco que se permitía. Los educadores brasileños consideraron la situación, pero no tuvieron otra opción que ajustar el horario para recuperar las horas de clases perdidas.