La Guaira.- De acuerdo a los principios del Derecho Internacional Humanitario, un hospital, una clínica o un punto médico donde se dispense atención de emergencia es un lugar sagrado. Ni en medio del peor conflicto de guerra puede ser atacado. Este principio está contemplado en el Convenio de Ginebra, suscrito por el Estado Venezolano.
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En pocas palabras, en medio de un caos, no habría un lugar más seguro que una sala de emergencia de un centro de salud.
En ello pensaron los manifestantes del estado Vargas que daban apoyo a la Operación Libertad, convocada por el presidente de la Asamblea Nacional (AN) Juan Guaidó el 30 de abril, cuando para resguardarse de las bombas lacrimógenas y los perdigones corrieron desde la Plaza El Cónsul, en Maiquetía, y vieron en la Clínica Alfa, un centro de salud con 20 años de vida en la entidad costera, su salvoconducto. Sin embargo, esto no fue así.
Violando las normas internacionales, tres efectivos de la Guardia Nacional (GN) ingresaron al centro médico, golpearon la puerta batiente de vidrio y apuntaron a las personas. Tres mujeres, con gorras tricolores y banderas de Venezuela, les reclamaron su presencia. Hubo siete disparos de perdigón en medio de la sala de emergencia y cinco heridos, dos de ellos de gravedad. Fueron disparos a quemarropa en medio del desespero y pánico de otros pacientes y del personal de médicos, enfermeras y camilleros, que no daban crédito a lo que veían sus ojos.
“Todo ocurrió muy rápido. Yo asisto a las marchas y a las jornadas de protesta porque siento que en el país no están garantizados nuestros derechos ciudadanos. Uno en Venezuela medio come, medio vive. Si no es la inseguridad, es el costo de la vida, la falta de medicinas, la situación de los hospitales, el hambre que se ve cada día más cerca de la casa de uno. Por eso salgo a protestar y lo seguiré haciendo a pesar del miedo que quieren meternos. Nunca pensé que yo sería el blanco de un guardia nacional, porque soy una mujer adulta y siempre mi protesta ha sido pacífica. Nunca imaginé que me iban a disparar perdigones en medio de la emergencia de una clínica. Afortunadamente nos brindaron atención de inmediato”, cuenta Esmeralda Acosta Ávila, vecina de Maiquetía y una de los cinco heridos dentro del centro médico varguense.
A los otros afectados, Néstor Muñoz, Keivy Figueroa, Leonardo Hernández y Albertina Andrade, se les brindaron también los primeros auxilios en la sala donde se resguardaban. Andrade, una mujer de la tercera edad, fue la manifestante que recibió con mayor saña un disparo en el rostro que le destrozo la mandíbula y parte inferior del labio.
“Yo lo recuerdo y solo puedo decir que fue horrible. Vivir esto fue algo horrible, porque tú nunca te imaginas que por el hecho de protestar vas a terminar llena de perdigones. Uno siente el dolor de la herida, pero también siente el dolor como ser humano, como venezolano. ¿Por qué ese guardia se siente con derecho de atentar contra la vida de otro, solamente por hacer caso a la orden de algún superior? ¿Qué le han dicho para sembrar odio contra mujeres y jóvenes que solo buscamos libertad y oportunidades? Yo salgo a la calle por mis hijos y nietos, yo no quiero seguir viviendo en esta zozobra. Yo quiero un país libre y próspero. Yo siempre fui una persona trabajadora que levantó a sus muchachos y hoy eso no vale nada para garantizarnos una calidad de vida”, reflexiona Acosta, quien recibió perdigonazos en el pecho, barbilla y mano. Esta última herida es la más severa y la que la obliga a tener un tratamiento con antibióticos y cicatrizantes, que por lo demás no son de fácil acceso, por la escasez y los costos.
A pesar de la experiencia negativa, Acosta insiste en que saldrá a la calle a protestar las veces que sea necesario: “A mí esto no me va a alejar de la protesta pacífica. Saldré a protestar las veces que sea necesario, hasta que los venezolanos recuperemos nuestro país. Claro que uno siente miedo, pero más miedo me da no hacer nada contra un gobierno al que no le interesa la vida o la opinión de las personas”.