A empujones entra Morelba Sotillo al tren que la llevará desde la estación Charallave Sur hasta La Rinconada en Caracas cada mañana. Tener que abordar el vagón en “hora pico” para llegar temprano a su trabajo la somete a todo tipo de atropellos, a los que se niega a acostumbrarse.
“Cuando se acerca el tren la gente corre desenfrenada y se abalanza hacia su interior, sin importarle a quien se lleva por delante. En ese momento no existe norma de convivencia que valga”, señaló.
Ese desorden ha dejado a su paso personas heridas y unidades dañadas. El último incidente ocurrió el 19 de noviembre cuando un usuario descarriló la puerta de un tren en la estación Charallave Sur de los Valles del Tuy. El hecho, que se suscitó a las cinco y media de la mañana, causó retrasos, a propósito de que el tren fue desincorporado, ya que perdió tracción, y las operaciones se paralizaron en esa vía mientras se remolcaba la unidad.
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Morelba Sotillo considera que a las autoridades les falta mano dura con los usuarios, pues no hay castigo ejemplarizante para quienes atropellan a las demás personas o atentan contra los bienes del Estado.
“Los viajeros botan basura en las instalaciones ferroviarias, montan los pies en los asientos del tren y se comportan como salvajes”, señaló Sotillo, quien utiliza este medio de transporte de lunes a viernes para acudir a la entidad bancaria donde labora en la capital.
Luisa Bracamonte, quien también experimenta en carne propia la travesía de viajar en el sistema ferroviario Ezequiel Zamora, comparte la opinión de Sotillo y lamenta que la “cultura ferro” haya quedada bajo tierra como el subterráneo.
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En su cuerpo hay huellas de moretones y rasguños producto de las agresiones que ha tenido que soportar para viajar en el ferrocarril; medio de transporte que utiliza porque es mucho más barato que el tradicional y ello significa un ahorro en su golpeado presupuesto.
“La normativa dice que el comercio está prohibido dentro de las instalaciones del ferrocarril, pero es usual ver personas ofreciendo chucherías, ante la mirada indiferente de quienes deben poner orden”, indicó Bracamonte.
Sotillo y Bracamonte abogan porque se extremen las medidas de seguridad y se inicie una campaña que culturice a quienes desobedecen las normas, de tal manera que la anarquía y el desorden den paso al civismo y al buen comportamiento.