Quizá sea el amor el concepto más difícil de precisar. Aristóteles decía que el amor se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos. Solo quienes lo viven pueden entenderlo. Hay amores que se convierten en amistad y amistades tan fuertes que se transforman en amor. Hay amor en el abrazo de una madre o en la complicidad de un hermano. También hay amores que acortan las distancias y trascienden en el tiempo y otros amores que no son correspondidos.
En Caracas, la segunda ciudad más peligrosa de la región –de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo-, parece que todo va muriendo poco a poco, menos el amor. Quizá sean las historias que nacen en medio de la hostilidad, que surgen de la necesidad de no perderse en medio de la miseria, las que mejor lo definan.
A propósito del Día de San Valentín, El Pitazo te cuenta seis historias para celebrar el amor en sus múltiples formas.
Faviola y Juan: el amor te da la certeza de que no te pueden quitar todo
Luego de una semana conversando por el chat de Facebook, Faviola Avilán recibió un ramo de siete rosas rojas en la puerta de su casa con una nota que decía: “Te mando una rosa por cada día que hemos hablado”, firmado por Juan Diego Loreto. A lo mejor ese detalle la hizo arriesgarse y besarlo en la primera cita, o a lo mejor fue la confianza que sintió cuando lo vio llegar al lugar del encuentro.
Para ella, él fue luz en medio de la oscuridad. “Cuando lo conocí yo sentía que me había quebrado en muchos sentidos y ahora él está ahí para alentarme a seguir adelante”, dice. Él coincide e insiste en que ella está en las buenas y en las malas: “Nadie como ella”.
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La de Juan y Faviola, como muchas, es una historias que nace en un país en el que más de la mitad de los casi cinco millones de migrantes son jóvenes de 18 a 29 años –según el Informe de movilidad humana venezolana 2019-. Faviola se admite afortunada: “En tiempos de crisis, cuando todo el mundo se va, (…) en esta Venezuela, logré encontrar a alguien maravilloso”.
Ambos creen que amar y construir una relación de pareja no es fácil en una ciudad como Caracas, pero no dudan: el amor te da la certeza de que no te pueden quitar todo. “No podemos renunciar a esto”, dice ella.
Zairet y Johan: una amistad que cruzó el Oceáno Atlántico
Para Zairet González, ella y Johan Oya Alayón son como Rubens Barrichello y Michael Schumacher, pero de Caracas. En 2015, a los meses de haberse hecho tan cercanos, él emigró a España. Quedaron separados por casi 7.000 kilómetros. Esa fue la primera prueba de resistencia para su amistad.
Luego de eso, Zairet fue a vivir con la mamá de Johan, que murió en marzo de 2018. Como él no pudo venir, le pidió a ella que imprimiera algo y lo dejara en el ataúd. Segunda prueba. En 2019, fue ella quien salió del país para mudarse y, de alguna u otra manera, terminó en Madrid y fue Johan quien la recibió en su casa.
Ella define la relación como un matrimonio sin sexo. Hace una semana adoptaron un perrito al que llamaron Nerón.
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Aunque ambos viven en Madrid ahora, su historia comenzó en Caracas. “La hostilidad de Venezuela fue clave para que nos hiciéramos tan amigos, creo. La crisis, qué sé yo. Si uno de los dos no tenía para almorzar, compartíamos la comida; si faltaba cualquier cosa en casa y el otro tenía y podía lo compartíamos igual”.
Todavía hoy, después de todo lo vivido, Zairet no sabe cómo fue que conectaron tan rápido: en un mes, ya sabían más el uno de la otra que sus propias familias. Su amistad se construye sobre la base de la empatía: “Él entiende y calla cuando tiene que callar o me regaña cuando hace falta”.
Amanda y Jhosno: la tarea diaria de mantener vivo el amor
Uno de los mejores recuerdos de Amanda Escalona es del día en que Jhosno Hernández le dijo “te amo”. Están juntas desde hace un año y medio y reconocen que su relación es como una casa que deben ir construyendo a diario. “¿Qué mantiene vivo el amor? El amor se mantiene vivo dándole besitos en la mañana, haciendo su comida favorita, viendo películas, comiendo donas, que es lo que más le gusta”, dice Jhosno y se ríe.
Se conocieron en julio de 2018 a través de una aplicación de citas. Luego de una semana hablando sobre cosas en común, se encontraron para pasear, ir al cine, comer pizzas y ver una obra de teatro. Como Jhosno es de La Victoria, estado Aragua, Amanda acordó con un amigo que se quedarían en su casa. Pasaron la noche escuchando Zoé –banda mexicana de rock alternativo-.
“El primer encuentro fue mágico. Poder verla fue maravilloso”, recuerda Amanda. Durante algunos meses tuvieron una relación a distancia: Amanda en Caracas y Jhosno en Aragua. Ahora viven juntas, y una gatita adoptada a la que llamaron Hela completa la familia desde hace cinco meses.
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Ellas dan todo de sí mismas para que la relación funcione, pero admiten que muchas veces sienten miedo. “Cuando vamos al cine o salimos por ahí, me aterra que alguien pueda agredirnos, porque siempre nos hacen comentarios cuando nos tomamos las manos o le beso el cachete”, dice Amanda.
Insisten en que las personas de la comunidad sexodiversa no tienen una vida fácil en Venezuela, además de tener muchos derechos vulnerados, la falta de empatía y el irrespeto de una parte de la sociedad significa un reto que no depende de ellas. Aunque el amor es más fuerte que todo.
Ivanis y María: dos almas que se encontraron para darse paz
Luego de cinco años estudiando en la misma universidad e igual carrera, Ivanis Valentina y María de Los Ángeles se conocieron en una viaje a la playa organizado por su promoción de grado. Fue el 5 de mayo de 2019.
Ivanis lo recuerda perfectamente porque, para esos días, atravesaba momentos difíciles: se había alejado de amigos que consideraba incondicionales, se separó del hombre con el que pensaba iba a pasar el resto de su vida, estaba terminando la carrera en medio de uno de los semestres más difíciles y acontecidos. Eso sin contar la crisis económica y política que se agudizaba.
“Cuando la conocí, hubo una paz en mí, fue como si su alma, en cierto modo, apaciguara la mía, me diera un poco de alivio en medio de tanto caos mental”, asegura Ivanis. Después de ese día en la playa, fueron inseparables. Muchos les preguntaban cuántos años de amistad tenían, pero se habían conocido apenas hace semanas.
“Mientras el caos (de Caracas) te sumerge y no te das cuenta, hay amores que te rescatan, que te salvan. Son amores que te abren los ojos a lo que realmente vale la pena ver”, dice Ivanis.
Aunque sus almas siguen juntas, sus cuerpos no. Ivanis vive en Maracay, estado Aragua, y María se fue a Colombia luego de la graduación, hace siete meses. “El día que se fue María de los Ángeles lloré muchísimo, sentí que se había ido una parte de mí, se formó un vínculo muy fuerte y yo solo quería tenerla cerca siempre”, cuenta. Para Ivanis, fueron y son, ahora en la distancia, grandes compañeras.
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Aly Hidalgo: que no sea correspondido no significa que no sea amor
A la protagonista de esta historia la llamaremos Valeria, de quien Aly se enamoró en la primera cita. Fueron a comer pizza en Los Palos Grandes, al este de Caracas, y a conversar mientras ella manejaba sin rumbo por la ciudad. Él reconoce que estaba nervioso porque nunca ha sabido relacionarse. Su familia no es amorosa y por eso, en gran medida, él aprendió a reconocer sus emociones casi con la adultez.
Pero ese día, en el carro con Valeria, no tuvo dudas. Aly recuerda que compartieron una mandarina y él, como la mayoría, le retiró la concha y se la comió gajo por gajo. Ella no. Ella le quitaba la piel a cada gajo. Él pensó en todas las particularidades de Valeria que le gustaría descubrir y entonces pensó: “Quiero saber cada cosita extraña que ella haga. Hay un problema y es que estoy enamorado”.
La relación comenzó en octubre de 2018 y para febrero de 2019 ya había terminado. Ambos querían cosas diferentes. Para él, el amor no ha muerto. Aunque terminaron, sigue queriendo descubrir sus extrañezas.
Solo en Caracas un amor así es posible, piensa Aly: “Creo que en lugares como Venezuela es donde se puede amar como es. Ante tanta agresión y tanta violencia, se nos hace bastante difícil conectar con alguien y cuando lo sentimos, el amor, sabemos que es real”.
Jescri y Juan: del match de Tindr al match de la vida real
Probablemente, si estuvieran en Caracas, no se habrían conocido. Jescri Simone vivía en Caricuao y Juan Araujo, en El Paraíso; a menos de 20 kilómetros de distancia. Pero se conocieron en Buenos Aires, Argentina, luego de hacer match –palabra que se utiliza para decir que coincidieron- en la aplicación Tindr.
Dos días después de la conexión, se conocieron en persona. Jescri siente que es novia de Juan desde ese día: “Teníamos muchas cosas en común y entramos en confianza muy rápido”. De eso ya pasaron dos años y todavía no se explica la química que hubo entre ambos.
A ella le gusta decir que su relación es perfecta porque es el equilibrio entre amor de pareja y complicidad de mejores amigos. Su amor les permite ser ellos completamente y con todas las libertades. “Juan me quiere con todo y mis kilos de más y yo lo quiero con todo sus chistes malos”, dice.
Vivir en Buenos Aires les ha permitido construir su estabilidad como pareja, cosa que dudan haber logrado en Caracas. Aun así, para ella, todos su días junto a Juan son sus días favoritos, en el lugar que sea. En Caracas o en Buenos Aires, el amor nunca se deja de construir, es un trabajo a diario, insiste Jescri. Cuando se le pregunta que es el amor, solo puede responder de una forma: “La palabra amor es difícil de explicar, si no lo vives no lo puedes saber”.