Gran Caracas.- El sector La Pajarera, en el barrio San Blas de Petare, es una comunidad que en medio de carencias se siente olvidada por el Estado. Pero lo que sí está presente es el deseo de cambio político en cada habitante que anhela el progreso de su zona; por lo tanto, están convencidos de salir a ejercer su derecho al voto en las presidenciales del 28 de julio.
“Tengo fe en Dios de que sí habrá un cambio, porque ya estamos cansados. Aquí estamos en modo ‘sálvese quien pueda’. Si tienes dinero, comes, y si no, no lo haces”, comenta desde la puerta de su casa Isabel Mendoza, de 72 años de edad, quien vive en este barrio que forma parte de una de las 32 parroquias del área metropolitana de Caracas.
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Mendoza expresa sin miedo su indignación y les pide a los otros vecinos que no se nieguen a hablar de las problemáticas que atraviesa esta comunidad de carretera de tierra, en la que sus habitantes desconocen cuántas familias viven en el sector.
“Yo voy a votar, pero no por los maduristas (…) No sé cómo pedirle a Dios que esto tiene que cambiar porque aquí trabajo es lo que estamos pasando. Si desayunas no almuerzas”, dijo Isabel al equipo de El Pitazo durante una visita al sector.
El sentimiento de la vecina es el mismo de cada habitante que transita por este lugar. Desde lejos se puede escuchar la frase “esto va a cambiar”. Aunque son varios los residentes que prefieren no identificarse, expresan que al gobierno de Nicolás Maduro “le quedan 40 días”.
El CLAP: mecanismo de humillación
Los habitantes consultados aseguran que a La Pajarera solo llega el beneficio de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) de manera intermitente. También indican que hay familias numerosas que solo reciben una bolsa y los voceros del consejo comunal someten a sus mismos ciudadanos a una constante humillación.
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“Creen que tienen a uno humillado con una bolsita. El día que te la quieren quitar lo hacen, y cuando les da la gana te la regresan”, afirma Isabel, quien depende de la ayuda que pueda recibir de alguno de sus siete hijos.
Vive sola en una pequeña casa en la que solo puede caminar de la cama al baño o la cocina. No pide nada regalado, pero cuando ha intentado conseguir ayuda de las encargadas de la distribución del CLAP, se la han negado.
“Yo antes no me sentía así. Yo era pobre, pero uno tenía sus cosas. Ahora uno no tiene nada. La situación es mala”, relata.
Otro habitante de La Pajarera es Orledys Mercado, quien en medio de la decepción destaca la falta de beneficios que tienen en el sector. Indica que los CLAP no son una ayuda y menos para las familias con más de cuatro hijos.
“La gente tiene expectativas de que va a haber un cambio. La gran mayoría de los vecinos dice que habrá un cambio porque este Gobierno ya dio lo que tenía que dar. Eso es mentira que harán algo más, cuando en 25 años no hicieron nada”, precisa Mercado al equipo de El Pitazo.
El salario: una crueldad
Orledys tiene 48 años de edad y vive en la comunidad desde hace 25 años, cuando solo había dos viviendas. Se dedica a pintar casas para lograr costear sus necesidades, pues cree que el salario mínimo en Venezuela «es una crueldad».
“Lo que pagan por un mes de trabajo no alcanza ni para comer un día. Hay familias aquí en el barrio que tienen más de cinco muchachos, y yo me pregunto ¿cómo sobreviven con ese salario?”, comenta.
Dayana Trujillo también reside en el barrio San Blas de Petare. Asegura que el salario en Venezuela es una “humillación que no alcanza para nada; mientras, siguen ofreciendo bonos que son la misma miseria”.
Así como sus otros vecinos, asegura que el próximo 28 de julio saldrá a votar con la esperanza de que el país y su comunidad logren un cambio que les permita progresar.
Sus peticiones y carencias
Orledys Mercado dice que su comunidad está en el olvido. No hay una buena vialidad, tampoco un centro de salud cercano a donde acudir al momento de una emergencia. Lo más cerca es un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) que no tiene suministros.
Los habitantes de La Pajarera no cuentan con políticas sanitarias que les permitan atender sus problemas de salud y tampoco tienen proyectos de orientación a jóvenes que ya iniciaron su vida sexual, lo que hace que un número importante de adolescentes se encuentre en estado de gestación.
Las pocas posibilidades de progreso y oportunidades obligan a los jóvenes de esta comunidad a no continuar sus estudios y se dedican a ser amas de casa o madres cuidadoras desde muy temprana edad.
Yubirí Rubio tiene 30 años y lamenta que tantas muchachas pierdan su futuro por falta de apoyo. En ese sentido, desea que a su comunidad llegue el apoyo de las autoridades gubernamentales para que las jóvenes cuenten con la información esencial sobre salud sexual y reproductiva, así como proyectos que impulsen a la juventud a tener aspiraciones.
En algunas ocasiones la ayuda que reciben es de organizaciones no gubernamentales que hacen jornadas de atención a la comunidad, especialmente a niños en situación de desnutrición.
La Pajarera es una comunidad en el olvido a la que ni siquiera han llegado las promesas del Gobierno. Es un área que no está en el radar del Estado; al menos así lo es para sus habitantes, quienes no pierden la fe de ser protagonistas de un cambio en las próximas elecciones presidenciales.