La Guaira.- Largas y quejumbrosas noches enfrentaron miles de varguenses durante el apagón nacional. A la falta de energía en las casas se sumó la falta de agua, el calor, la plaga y la incertidumbre, acompañados del miedo por la inseguridad.
“La primera noche unos tipos intentaron entrar en el estacionamiento del edificio. Eso nos mortificó muchísimo, porque no había luz alguna para enfrentarlos. Lo peor es que en nuestro edificio viven muchas personas mayores y eso hace que contemos con menos fuerza bruta para enfrentar al hampa”, cuenta Carolina Maldonado, vecina de Los Corales en Caraballeda.
La respuesta de Maldonado y de los residentes de los edificios de la cuadra donde reside fue común: organizarse para enfrentar la noche y la falta de electricidad, que anulaba las cámaras y los cercos que han colocado para protegerse.
“Buscamos pitos y maracas, de esas de hora loca. Nos dividimos en guardias para que la batería y las pilas de las linternas duraran más e hicimos mechudos para zonas estratégicas de ingreso a la calle y al edificio. Eso nos hizo dormir más tranquilos en medio de la incertidumbre de si iba o venía la luz”, refiere Maldonado.
En el caso del estado Vargas, el apagón nacional no se vivió de forma homogénea. Mientras algunos sectores de Maiquetía contaron con luz por tramos de 12 horas, en parroquias como Catia La Mar, Urimare, Macuto y Caraballeda, llegaron a registrar hasta 48 horas sin energía de forma continua, lo que impedía cargar equipos, cocinar o mantener refrigerados los alimentos.
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“Para mí fue como revivir la tragedia de 1999. Sin luz, sin agua, sin un lugar donde comprar comida. Si no fuera por los vecinos, realmente hubiésemos pasado más trabajo”, relató Yliana Ortíz, vecina de Punta Brisas, en Macuto.
En esta zona del este del litoral central los vecinos se organizaron: realizaron lámparas artesanales; los vecinos con carro salían a buscar agua y donde cargar los equipos, organizaron guardias y quienes tenían cocina a gas cocinaban la comida de todos los que preparaban alimentos como carne o pollo para que no se dañaran. “Al final todos comimos, compartimos y vimos que organizados podemos enfrentar hasta la oscuridad”, dijo Ortíz.
Lo mismo que hicieron en Punta Brisas fue hecho en Las Quince Letras, en La Guzmania y en El Cojo, todos sectores de Macuto.
Mientras tanto, en Catia La Mar y Urimare la organización permitió resguardar negocios pequeños dentro de los barrios populares. “Esa es la bodega que nos resuelve. No nos va a pasar como el 23 de enero pasado que unos sin oficio saquearon esa frutería y los que nos jodimos fuimos nosotros. Aquí cuadramos y nos protegemos nosotros y a los comercios que nos venden”, contó Raúl Suárez, vecino de la prolongación Soublette, en Catia La Mar.