Caracas.- Solo en la capital venezolana se han realizado 10 protestas desde que inició el año escolar. Con 50% de reducción en el personal docente y 30% de deserción estudiantil, las exigencias son claras: dolarización de los salarios, revisión del contrato colectivo, reivindicación de la profesión, restauración de las escuelas y liceos y la renuncia del ministro Aristóbulo Istúriz.
Fanny Aguilar ha participado en las 10 protestas, pero tiene por lo menos una década exigiendo mejoras en las condiciones laborales. “Hago lo que tengo que hacer: defiendo mis derechos y los de mis estudiantes. Tú no puedes dar clases siendo tan vulnerable”. Ella tiene 20 años de servicio, es licenciada en educación especial con dos postgrados. Hace dos años ganaba 10 salarios mensuales y ahora sus ingresos no llegan a ocho dólares, según la tasa oficial.
Durante el segundo día del paro nacional de 48 horas convocado por el gremio, Fanny caminó, superó a la Policía Nacional Bolivariana (PNB), gritó consignas y cantó el himno del maestro: “Jubilosos entonemos nuestra férvida canción al maestro a quien debemos especial veneración; en sus actos nos demuestra sin igual solicitud y nos guía por la senda de la ciencia y la virtud”.
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Con el deterioro de la infraestructura Escuela Básica Nacional Franklin Delano Roosevelt, sin materiales para las evaluaciones, la labor de Fanny se redujo a cuidar a sus niños y niñas. “Yo no me formé para eso. Yo me formé para crear ciudadanía. Personas con criterio; no podemos ser sumisos”, dice.
Antes podía atender de manera especializada a menos de 10 niños en un aula, ahora, se reúnen a casi 20 dentro de un mismo salón. Ella explica que no es solo por la falta de profesionales, también es porque la calidad de vida de las familias venezolanas destruye el sistema cognitivo de la infancia, por lo que ha aumentado la cantidad de niños con capacidades limitadas.
Fanny protesta siempre y esos días deja tareas para que sus estudiantes investiguen y así no pierdan el período escolar. Cuenta que mamás y papás entienden los reclamos del gremio y las apoyan. Cuando se le pregunta cómo terminará su día, no duda: “Después de manifestar, yo llego a mi casa, de una vez, a montar fotos, videos y contar lo que estamos haciendo, nuestra lucha. Registrar todo”.
Vuelve a insistir en que protestar le hace bien: “Me siento bien. “Hago lo que tengo que hacer, defiendo mis derechos y los de mis estudiantes”.
Además, sabe que cuando regrese a su hogar debe organizar, planificar y agendar las próximas clases. No importa lo que haga, Fanny asegura que siempre está pensando en sus estudiantes: cómo ayudarlos, qué necesitan, dónde mandarlos con alguna especialista, qué hacer para que puedan comer.
Nunca se cansa de protestar, pero tampoco se cansa de dar clases. Cree que su tarea en las aulas es tan importante como en las calles. Como ciudadana, les enseñan a sus alumnos la importancia de exigir los derechos.