Alberto Martínez vivía los días más terribles de sus 36 años. Como vecino de la urbanización Los Corales, una zona emblemática de Caraballeda, al este del estado Vargas, acababa de enfrentar el deslave que sepultó viviendas y arrasó la humanidad que estaba a su paso.
El 17 de diciembre de 1999, hace justamente 24 años, cuando logró salir de su casa para buscar ayuda. Sus ojos no daban crédito al nivel de destrucción y a las rocas inmensas que descubría a su paso.
Pero, la imagen que aún recuerda, con gran pesar, es la que observó cuando más cercano estaba a la avenida La Costanera. Entonces vio la destrucción de la casa de Pedro Padrón Panza, el fallecido propietario del equipo Tiburones de La Guaira.
Vargas | El Estado no hace mantenimiento de obras después de 23 años del deslave
“La casa de los Padrón era identificada a distancia porque tenía una gorra gigante de Tiburones en la entrada. Para los fanáticos, ese accesorio era un tributo a los buenos tiempos. Cuando pasé y vi la gorra entre escombros, barro y piedras, fue como si cayera en cuenta de que no solo era mi vida o las de los vecinos, sino también la de todo un equipo. La tragedia nos dio duro y nos truncó el futuro a Tiburones de La Guaira”, asegura Martínez, quien es un furibundo fanático del equipo escualo.
En ese momento, Martínez desconocía que, no solo la gorra fue embestida por el caudal, sino que, también las vidas de la viuda de Padrón Panza, Nelly Bríñez, de su hijo Pedro Padrón Bríñez —en ese momento cabeza del equipo— y de su nieto Pedro Padrón Ñáñez habían sido segadas.
Para algunos fanáticos, los Tiburones de La Guaira aún pagan la consecuencia de esa ruta truncada en 1999. El Pitazo conversó con periodistas y comentaristas deportivos sobre esa percepción, que siempre se remueve, cuando se conmemora la tragedia de Vargas.
“Para los fanáticos de Tiburones de La Guaira, la tragedia fue terrible porque se perdió un gran pilar, el gran sucesor de Pedro Padrón Panza, su hijo Pedro Padrón Bríñez; y se perdió también a doña Nelly, una mujer que se vinculó a la liga, pues fue fundadora de la Asociación de Damas del Beisbol”, recuerda el comentarista y voz del equipo, Atilano Hidalgo Peña.
“En 1999, el equipo iba muy bien. Teníamos ocho campañas seguidas sin clasificar, desde la de 1991-1992, y ese año estábamos en la punta. Pero, llegó el dolor de la muerte y fue un golpe durísimo por la incertidumbre. Peruchito, como llamábamos cariñosamente a Pedro Padrón Bríñez, estaba llamado a hacer historia, y la tragedia nos robó esa oportunidad. Eso será siempre una gran duda para la fanaticada. Quizás si él estuviese vivo, esta sequía de títulos habría terminado años atrás”, agrega Hidalgo.
Más allá del deslave
A pesar del pensamiento supersticioso de algunos fanáticos guairistas, de responsabilizar a la tragedia de Vargas del esquivo título de campeón nacional, alcanzado la última vez en 1986, cuando ganaron sobre Leones del Caracas, para algunos especialistas, también fanáticos de la novena, se ha dado un conjunto de factores que ha intervenido.
Fotogalería | Orión y Alfa: perros que salvaron vidas en la tragedia de Vargas
“Los equipos pasan por malas rachas, en el caso de Tiburones una muy larga, pero eso no significa que se deba a un desastre natural. Por malas rachas han pasado Medias Rojas de Boston y Cachorros de Chicago y ambos equipos han logrado ya ganar la Serie Mundial luego de décadas sin ganar”, señala el periodista deportivo René Rincón, quien es oriundo de Vargas y actualmente está radicado en Estados Unidos.
Coincide Rincón en que la simbología y la duda siempre estarán en el fanático. “Ese símbolo de la gorra arrasada junto a la casa de Pedro Padrón Panza en Los Corales fue muy fuerte para los fanáticos. Es posible que Peruchito hubiese podido sacar al equipo adelante. Había sido formado para eso. Una lástima no haber podido disfrutar de su carrera como gerente”.
El análisis de Rincón va más allá. “¿Qué pasó después de la tragedia de Vargas? Pues malas administraciones, un equipo con fallas en la disciplina, dentro y fuera del campo, y la falta de una figura estelar, que sirviera de guía, como lo fue, en su momento Miguel Cabrera para Tigres de Aragua”.
El comentarista Daniel Álvarez Montes, quien dirige El Extrabase y es fanático de Tiburones de La Guaira, entiende el sentimiento del fanático con la tragedia de Vargas, a pesar de que era un niño de apenas dos años, cuando ocurrió.
“Tengo una certeza, para la fanaticada y el equipo, la tragedia significó un duro golpe a Tiburones. Especialmente, por la desaparición de Peruchito, que simbolizaba el rescate de una era. Una nueva gerencia con el linaje de los mejores tiempos de su padre, pero con otra formación, estudios internacionales. Estaba llamado a convertirse en uno de los gerentes mejor preparados de todo el beisbol venezolano, con relaciones en las organizaciones de grandes ligas que podían hacer de Tiburones, una gran potencia”.
Álvarez califica los años postragedia los más difíciles del equipo.
“En el beisbol, uno es supersticioso y siempre cree en esas cosas sobrenaturales, que afectan resultados. Pero, con Tiburones ha habido campañas como la de 2012 y la pasada (2022-2023), cuando se llegó a la final, con dos directivas diferentes, dos realidades diferentes y no se logró el campeonato. El equipo se reconstruye, todavía sin conseguir el campeonato, pero ha estado cerca”.
Con esta última frase de Álvarez Montes, se queda Alberto Martínez, quien sobrevivió a la tragedia de Vargas, sigue viviendo en Los Corales, tiene hoy 60 años y persiste como fanático de Tiburones de La Guaira.
“Al equipo le ocurre como al estado. Pasa el tiempo y aún quedan heridas de la tragedia. Cosas que no se han arreglado. Tiburones está como nosotros. En periodo de reconstrucción. Ojalá pronto llegue nuestro año. Vamos a celebrarlo por el viejo Padrón y por Peruchito”.