Guarenas.- Un mes se cumple este lunes 9 de noviembre desde que Rosa y sus hijos despertaron con un estruendo al que describen como «horroroso», debido a que una parte del cerro que está detrás de su casa cedió y se llevó una estructura adicional de su vivienda.
La lluvia tapió un cuarto que Rosa había construido detrás de su casita, donde tenía un congelador y varios enseres que no pudo recuperar esa noche, cuando la lluvia provocó el deslizamiento del talud.
Una hilera de 10 viviendas en el caserío de la Alfarería Venezuela, en el sector Cloris de Guarenas, en el estado Miranda, están en riesgo de correr con la misma suerte de ese cuarto, al que le cayó el cerro encima. A pesar del tiempo que ha pasado, ninguna autoridad ha acudido al lugar para verificar los daños y ofrecer posibles soluciones para evitar daños estructurales en las casas.
«Nosotros hemos ido a Protección Civil, a la estación de Bomberos de Guarenas, a la alcaldía y nada. Nadie nos escucha», contó a El Pitazo Rosa Blanco, la más afectada por el derrumbe que también tapió el sitio donde tenía sembrados ají, cebollín, cebolla, tomate y lechosa.
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Marielis Brito, vecina de Rosa, también manifestó su preocupación ante esta amenaza del cerro de la parte de atrás. «Si eso sigue derrumbándose nos vamos a quedar damnificados. Queremos que alguien venga y comiencen a hacer algo antes de que ocurra una desgracia», exclamó.
Otros problemas
Son varias las necesidades que tiene esta comunidad. Frente al caserío se ubica la carretera que comunica a Cloris con la Urbanización Nueva Casarapa. Allí se forma una laguna de agua que se empoza cada vez que llueve, porque la vía no cuenta con drenajes.
«Esto es horrible. De ahí salen olores nauseabundos, zancudos. Aquí tenemos niños, adultos mayores y personas con discapacidad que les afecta esa acumulaciones de aguas estancadas. Los gobernantes pasan por ahí, pero siguen de largo», aseguró Rosa Blanco.
Otro se los problemas expuestos es la falta de gas doméstico. En el lugar no han ido a despachar las bombonas desde hace casi dos meses. «Tenemos que cocinar con leña. Eso también nos ha traído molestias respiratorias. Sólo pedimos que se acuerden que aquí vivimos seres humanos», finalizó.