El neumonólogo de la Universidad Central de Venezuela, autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos, aclaró que la enfermedad que recientemente encendió las alarmas mundiales no se contagia tan fácil como el COVID-19, por lo que considera poco probable que se convierta en una pandemia. También recomendó mantener las medidas de bioseguridad. Sobre el texto, el médico con estudios en la Universidad de Boston comenta que se trata de una recopilación de casos atendidos desde finales de los 90 en 4 clínicas y hospitales de Caracas, la mayoría con resultado satisfactorio

Entrevista: César Batiz | Redacción: Kemberlyn Talero

Las enfermedades raras, de difícil diagnóstico, poco habituales y extrañamente tratadas llegan cada tanto a la consulta para desafiar a los médicos. No todas se documentan y muy poco conocen los ciudadanos sobre estos casos, pero contribuyen al crecimiento profesional de los galenos, pues los obliga a indagar, documentarse más y atar cabos para dar con la solución que, en la mayoría de los casos, se traduce en salvar una vida.

El COVID-19 y, más recientemente, la viruela del mono son dos enfermedades raras que activaron las alarmas de la población. La primera, una enfermedad infecciosa provocada por el virus SARS-CoV-2 que, en poco tiempo, paralizó a todo el mundo, pues se convirtió en una pandemia de la que todavía no salimos y que ha acabado con millones de vidas. La segunda, una patología inusual relacionada con el virus de la viruela que ha generado preocupación, ya que se han reportado casos en más de 10 países en los que no existía esta patología. «Esta enfermedad no es tan transmisible ni mortal, tampoco tan contagiosa como la viruela original”, aclaró el doctor José Octavio Isea Dubuc, en relación con esta enfermedad, sobre la que descartó la posibilidad de que se convierta en pandemia, pues, según dijo, la forma de contagio es más difícil.

Isea Dubuc es médico neumonólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), tiene estudios de postgrado en Boston University, es profesor universitario, intensivista y autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos, un texto en el que recopila más de 40 casos de enfermedades raras, algunos evaluados y discutidos en Club Laennec, espacio en el que se reunía un jueves de cada mes con sus colegas en la Clínica Metropolitana.

En entrevista con el director de El Pitazo, César Batiz, el neumonólogo explicó que parte del secreto para la resolución de estas afecciones es la observación, pues es el primer elemento con el que cuentan para determinar las posibles causas de los trastornos que llegan a su consulta. En el libro narra casos relacionados con enfermedades respiratorias, dermatológicas y neurológicas, pero también habla de problemas existenciales y terapias erróneas que condujeron a empeorar la condición de los pacientes. Su experiencia personal con una urticaria y un disparo también forma parte de los enigmas que los lectores pueden encontrar en esta obra que está a la venta en Amazon.

Pero en su conversación, el doctor Isea Dubuc también hizo un llamado a mantener las medidas de bioseguridad por el COVID-19. “Hay que esperar, lavarse las manos, usar el tapabocas cuando vayan a ambientes cerrados, vacunarse y estar atentos a lo que pueda pasar, porque no podemos cantar victoria todavía”, insistió.


A veces, la preocupación te puede enfermar y a veces te puede salvar

José Isea, neumonólogo de la UCV y autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos

–¿Por qué este libro? ¿Por qué es necesario hacerlo y leerlo?

–Los médicos tenemos muchas experiencias vitales, pero escribimos poco. A lo largo de mi ejercicio en los hospitales Pérez Carreño y Universitario nos conseguimos con casos sumamente raros. Igualmente, en la Clínica Metropolitana y en el Centro Médico Docente La Trinidad teníamos casos que eran raros. Empecé este libro a finales de los 90 con casos que había recopilado, los fui guardando y los pude concretar en este libro. Es interesante, lo puede leer cualquiera. El libro lo que quiere es dejar un mensaje y un homenaje a los pacientes que son los que nos enseñan con su enfermedad. Los médicos somos mejores médicos si aprendemos de los pacientes.

–¿Cómo desde la visualización de sombreados en los párpados, la dificultad para ver, molestias neurológicas e incapacidad para respirar con normalidad se diagnostican una serie de enfermedades de las cuales no se sospechaban?

–En todo proceso investigativo hay un interrogatorio al enfermo, evaluación del entorno y unos datos clínicos que son las pistas que nos llevan a dirigir la exploración. La medicina nace de la observación de los fenómenos. Creo que parte de las preguntas que uno se hace, qué está pasando y por qué, ir de lo general a lo particular, lo extraordinario de la medicina es que cada paciente es un mundo y de ahí sale la experticia, de lo simple a lo complejo.


El libro lo que quiere es dejar un mensaje y un homenaje a los pacientes que son los que nos enseñan con su enfermedad

José Isea, neumonólogo de la UCV y autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos

–Hay un caso que refiere en los primeros capítulos del libro y es el de la señora Carmen D. ¿Por qué sus pulmones estaban llenos de aceite?

–A esta señora se le había colocado tratamiento para neumonía, pero tenía seis o siete días y no mejoraba, no sabíamos qué tenía, seguía tosiendo. Resulta que la señora tenía aceite mineral con el que se purgaba y en algunos pacientes con problemas del esófago ese aceite mineral se mete en la tráquea, se va al pulmón y genera una neumonía lipoídica; eso se ve mucho en niños con problemas del esófago a los que se le da leche, o en personas que usan mentol en muchas cantidades que al inhalarlo se va al pulmón, es raro, pero ocurre. Ese caso nos llevó cierto tiempo, porque tenía otras complicaciones.

–¿Todos los pacientes que reportan en este libro sobrevivieron?

–Hubo un caso de una muchacha que se tomó unas semillas hindú, muy famosas en los 90, decían que eran una panacea, porque, supuestamente, servían para laxarse, la gente se veía más bonita, hacía perder peso, formaba parte del boom de la medicina alternativa de esa época. Al hacer el análisis de la sustancia era tóxica, la joven tuvo una intoxicación y murió. Esta es una droga que se utiliza para la insuficiencia cardíaca, excelente, pero muy tóxica, y en esta muchacha la dilución pura era altísima. Es uno de los casos desafortunados.

–De todos los mencionados en el libro, ¿cuál es su caso favorito?

–Todos los casos son extraordinarios. Hay un caso que se llama Animales extraños. Fue de un amigo mío que le dio un emponzoñamiento por una oruga que está en Capanaparo, en el Alto Apure, que produce una diátesis hemorrágica. Lo tratamos acá y se curó, pero 20 años después le habían quitado un gusano del ojo dos meses antes, cuando lo vi estaba con fiebre y desorientado, y pensé que debía haber relación entre la larva que tenía y la encefalitis. Le hicimos una punción lumbar y tenía una enfermedad inducida por una larva que se consume con el pescado pavón crudo, de río. Es un caso muy raro que luego mejoró, pero estuvo a punto de morir.


Los médicos somos mejores médicos si aprendemos de los pacientes

José Isea, neumonólogo de la UCV y autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos

El otro caso, llamado La esfera inmóvil, es de un paciente que venía de Ginebra, un ejecutivo bancario que llegó a Maiquetía sin poder respirar. Tenía disnea, pero no tenía embolia pulmonar ni insuficiencia cardíaca, no tenía neumonía ni había presentado fiebre. Lo llevamos a biopsia a cielo abierto y hay algo que se llama trifloc, tres esferas que uno le da al paciente postoperatorio para que respire y las suba, y cuando le expliqué no pudo subir la primera esfera. Era una afectación neuromuscular de los frénicos, no tenía fuerza diafragmática, empezamos con la ventilación no invasiva que en esa época no existía en Venezuela. Lo mandé para Boston, lo estudiaron allá y mejoró. Era una parálisis diafragmática bilateral.

Hay otro llamado Un WhatsApp fatal, una muchacha que se tira de un sexto piso, se estrella contra el pavimento y vive. Se lanzó, porque le consiguió un “jujú” al novio con otra mujer, se puso brava, se había tomado unos tragos y se lanzó, pero se salvó. Ella hizo un quiste traumático de pulmón, un caso bastante interesante.

–El penúltimo capítulo es muy interesante, cuenta una historia muy personal. ¿Qué relación puede tener una urticaria y un tiro en una pierna?

–Yo andaba con un querido amigo en Boconó, me bañé en un pozo de agua y me salió una urticaria. Me tomé un antihistamínico y al otro día peor, empecé a tener lesiones en la piel, con edemas en los párpados, angioedemas, picazón, no me aguantaba. Busqué a todos los inmunólogos y alergólogos de Caracas y cuando me daban esteroides al otro día estaba bien, pero cuando los dejaba me ponía peor. Seguí con la urticaria e hice como un pacto con ella. Una noche, viniendo de un ensayo, me paran y me apuntan de los dos lados, yo me paré y arranqué, fue una cuestión instintiva. Hubo dos tiros, uno que le hizo un boquete a la puerta y otro que entró por el parabrisas y me dio en la pierna. Me vine a La Trinidad (al Centro Médico) manejando con el dolor, me atendieron, y lo extraordinario es que al otro día la urticaria se fue completamente. La hipótesis es que, a veces, la preocupación te puede enfermar y, a veces, te puede salvar. Si una persona se deprime o tiene un problema tiene más riesgo de enfermarse. El reseteo emocional me quitó la urticaria.

–En el último capítulo del libro entrevista al señor coronavirus, una entrevista imaginaria. ¿Por qué publicar esas líneas y humanizar el coronavirus?

–Porque el problema es cuando el hombre se mete en el hábitat de individuos que pueden tener vida igual que uno, cuando el ser humano invade terrenos no muy conocidos o se come cosas que no debe. No se sabe todavía cómo empezó el primer caso de Wuhan (China), pero pudo haber sido un pangolín, un murciélago o una culebra. Lo que creo es que debería existir un equilibrio entre la humanidad y el medio ambiente, el coronavirus no actúa porque es malo, no es malo ni bueno, es un virus, al igual que el alacrán pica, porque es su naturaleza. ¿El virus de la viruela no tiene tanta necesidad de vivir como nosotros? Por ahí debería venir la reflexión de la gente que hace las políticas.

OMS eleva a 131 los casos de viruela del mono

–¿El COVID-19 ya no es un peligro?

–Como dicen los epidemiólogos e infectólogos, hay que esperar. Ha habido uno que otro caso, hay que esperar, lavarse las manos, usar el tapabocas cuando vayan a ambientes cerrados, vacunarse, los que tienen comorbilidad ponerse el refuerzo, la cuarta dosis y estar atentos a lo que pueda pasar, porque no podemos cantar victoria todavía. La vacuna ha sido una pieza fundamental. Puede que exista coronavirus, pero va a ser más leve por la vacuna que ha sido excelente.


El reseteo emocional me quitó la urticaria

José Isea, neumonólogo de la UCV y autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos

–¿Es posible que ocurra un repunte de casos de COVID-19 en el país?

–Sí, porque la inmunidad no se mantiene, en los estudios se ve que a los meses disminuye. Cuando no tenemos una inmunidad permanente puede haber repuntes, sería una irresponsabilidad decir que no va a haber más coronavirus. Lo que dicen los epidemiólogos es que se va a transformar en una enfermedad endémica, probablemente tendremos que convivir como endemia y habrá uno que otro caso grave.

–¿La viruela del mono es un caso clínico enigmático?

–Hay que alertar, pero no ser sensacionalistas. La viruela fue erradicada en los años 70 y después de eso la gente dejó de vacunarse, porque no había enfermedad. Ahora esta viruela comparte el 97 % de su estructura genética con el virus de la viruela del mono. Hubo un brote de casos en El Congo en los años 70 y ha habido casos esporádicos, sobre todo, en África occidental. La alta posibilidad de viajar de un lado a otro hace que personas que puedan tener el virus sin la afectación en la piel puedan contagiar, esos son los casos esporádicos que se han visto en Europa y Canadá. Esta enfermedad no es tan transmisible ni mortal como la viruela, tampoco tan contagiosa como la viruela original. Tiene que haber exposición a las lesiones de la piel o a la saliva para que sea contagiosa. El Congo tenía una mortalidad del 10 % y entre los casos que se vieron en 2003 en Estados Unidos fue porque importaron ratas gigantes, ardillas y otros roedores que probablemente contaminaron a más roedores.


El coronavirus no actúa porque es malo, no es malo ni bueno, es un virus

José Isea, neumonólogo de la UCV y autor del libro El Club de los Misterios: Casos clínicos enigmáticos

–¿La vacuna de la viruela protege de la viruela del mono?

–Sí, protege en 85 % a los pacientes que pueden desarrollar viruela del mono, el problema es que la gente que nació después de 1980 tiene riesgo de contraer la enfermedad, porque no tiene la vacuna. Hay que tener controles, probablemente poner en cuarentena a las personas que vengan de África o tener el registro epidemiológico para hacerle seguimiento.

–¿Cuáles son los síntomas?

–Hay fiebre, malestar, ganglios en el cuello que no aparecen en la otra viruela ni en la varicela. Puede haber lesiones en la boca. Las lesiones comienzan en la cara, puede haber afectación de la córnea, también genitales y de la piel. No es una enfermedad de transmisión sexual, pero probablemente si hay cercanía sexual por la piel sí puede generar la enfermedad.

–¿Es posible que la viruela del mono se convierta en una pandemia como la del COVID-19?

–Yo creo que no, porque el contagio en esta enfermedad es más difícil, es una enfermedad básicamente de animales, de roedores. Si se contagian los roedores, como ocurrió en la guerra del Congo, en espacios donde la gente está hacinada, como en Ucrania, puede generar ese problema si se mete una rata, acure o conejo contaminado. Lo que se ha visto desde el 70 para acá han sido brotes esporádicos, porque el reservorio, a diferencia del coronavirus que es humano, está en un tercero que generalmente es un animal.

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