ENTREVISTA A ANA BLACK
La diseñadora gráfica y caricaturista de El Pitazo, explica en que encuentra su inspiración y cómo usa el humor para darle visibilidad a los problemas del país
.
Alguien decidió que Ana Black –que no es un pseudónimo artístico– servía para escribir humor y le dio un espacio sin nombre en El Nacional, donde se dedicó, por una breve temporada, a escribir sobre problemas cotidianos. Que si la cola en el banco, que si la odisea para sacarse una simple cédula de identidad, muy al estilo de aquel documental llamado Cédula ciudadano, dirigido por Diego Velasco en el año 2000. Pasó el tiempo y la inflación alcanzó un nuevo nivel, y Ana optó por dejar de escribir sobre una cotidianidad que cada día se agravaba más.
Ana Black, diseñadora gráfica y humorista de El Pitazo como caricaturista a un paso firme de tres viñetas a la semana, muestra su particular visión del país.
¿Cuál debe ser el papel del humorista frente a la crisis actual?
Debe tener una postura de sumo respeto, incluso si retrata a un individuo que considere adverso o enemigo. Retratar una realidad desde la verdad parece paradójico si estamos hablando del humor, pero es necesario que el humorista no utilice la fantasía o la mentira, porque el reto está en retratar una realidad con toda su crudeza. Los humoristas abordamos una arista de la verdad que pocas personas saben encontrar.
Ciertamente, no todo el mundo es cómico.
Es que hay una gran diferencia entre la comicidad y el humorismo. El humorismo que se hace en la Venezuela actual es sumamente dramático. No sé si has sido capaz de reírte, por ejemplo, con los últimos artículos de Laureano Márquez. Quizás puedas esbozar una sonrisa, pero no más. Y el humor sigue presente a pesar de eso. No es lo mismo ver la realidad desde la comicidad o desde el humorismo. Una cosa es saber contar chistes y otra cosa es contar la realidad tan dura que vivimos todos.
¿Cuál es su postura sobre los cientos de memes que se desprenden de las noticias del día a día?
Para mí es un reflejo de la inmadurez que tenemos los venezolanos y me incluyo. Es una manera de negar la realidad. Confieso que me causan mucha risa y considero que hay algunos hasta ingeniosos, pero muchas veces pecan de frívolos, de superficiales. Por otro lado, siento que la crisis no ha hecho madurar en ese sentido, y bastante rápido.
¿Quiénes son sus referentes?
Hay una caricaturista venezolana (Nina Crespo, firmaba “Ninón”), cuyo trabajo se popularizó a principios del siglo XX. Si tú observas sus dibujos, fácilmente puedes pensar que es un arte muy adelantado a esta época. Su capacidad de síntesis y la soltura en su trazo son sencillamente increíbles y es una mujer a la que he admirado muchísimo. Muy pocas personas saben la talla de caricaturistas que ha habido en la historia de Venezuela.
¿Cómo es su proceso creativo?
Es así de simple: leo las noticias y recibo un bombardeo de imágenes que me obligan a dejar lo que estoy haciendo para trabajar en la caricatura. El proceso es sentarme a leer las noticias. Lo que recibimos diariamente del país es un cúmulo de información que mi cerebro transforma inmediatamente en imágenes.
En su opinión, ¿existe algún caricaturista cuyo trabajo haya pasado desapercibido injustamente?
Creo que se ha perdido mucho la noción y el conocimiento de varios caricaturistas, porque somos un pueblo de memoria muy escasa. Esta cultura del humor y la caricatura le interesaba a muy poca gente hasta hace muy poco tiempo. No estoy muy segura, por ejemplo, de cuán popular es Pedro León Zapata en esta nueva generación de venezolanos.
Tuvimos humoristas gráficos muy importantes. Es una historia muy vasta, muy rica. Aquí se está haciendo humor desde 1800. Sería bueno, después de que todo esto haya pasado, que empecemos a recuperar y conocer la historia de nuestro país para no volver a vivir lo que ahora vivimos.