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jueves, 28 marzo, 2024

Ventas de productos colombianos son la alternativa de ingresos del tachirense

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San Cristóbal.- El bajo valor del sueldo mínimo ha llevado al tachirense a improvisar otras fuentes de trabajo que le permitan mantener a sus familias, viviendas, estudios y lo básico que se requiere para sobrevivir. Durante los últimos meses, las ventas improvisadas de alimentos se han multiplicado en la capital tachirense y en otros municipios de la entidad. La frontera con Colombia es cómplice de esta posibilidad, pues debido a los altos costos de la cesta básica en Venezuela, el ciudadano busca alternativas más económicas.

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Los quioscos móviles que son instalados al frente de las viviendas, unos con una mesa y un toldo, otros con puertas o con estantes metálicos, que cuelgan un aviso escrito a mano que dice ‘Se aceptan pesos’, le ofrecen al consumidor la oportunidad de comprar alimentos más económicos que en los supermercados o mercados municipales, aunque un poco más costosos que en Cúcuta.

A quienes se les hace difícil viajar hasta el vecino país a hacer mercado, en estos lugares pueden conseguir harina, arroz, aceite, mayonesa, mantequilla, cotufas, caraotas, pasta, lavaplatos, jabón para ropa, jabón de baño, galletas, cubitos, refrescos colombianos, chucherías, champú, entre otros productos. La compra la pueden cancelar con bolívares (en efectivo), pesos y dólares, pues en el Táchira ya se comercializa en las tres monedas.

Edgar Contreras tiene un negocio en la Unidad Vecinal, al frente de su vivienda. Hace dos meses lo instaló “para hacer algo”, porque tenía un taxi que se dañó y no pudo comprar los repuestos por los altos costos. La venta de alimentos le resulta, porque a diario alguien necesita algo para su cocina, y con ello puede mantener a su esposa y nieto, pues todos los hijos se le fueron del país.

Jesús Salazar instaló una venta de refresco para ayudar a pagar su universidad | Foto: Mariana Duque

“Hay días buenos y hay días malos. Cuando mandan buenas remesas de los países, la gente compra; de lo contrario, no comprará. La mayoría de los víveres los compro en Colombia, pero algunas cosas las adquiero en el terminal, también en pesos. Vendo a mejores precios que los supermercados”, dijo Contreras.

Precisó que el cartón de huevos lo adquiere en 75.000 bolívares y lo vende en 10.000 pesos, que al cambio representan 65.000 bolívares, por lo que se convierte en una alternativa para el consumidor. Tres kilos de harina los vende en 15.000 pesos, cuando en un supermercado la misma cantidad puede salir en 25.000 pesos. El pago lo recibe en pesos, bolívares y dólares; las transferencias ya no, porque no puede comprar pesos, y hay quienes terminan estafando con este sistema de pago.

Lo que más vende es jabón en polvo, pues el kilo lo ofrece en 5.000 pesos, que son unos 35.000 bolívares el kilo, mientras en un supermercado cuesta 90.000 bolívares. Las ventas están basadas en cómo esté cada día el cambio de la moneda.

“Para subsistir”

Daniel Arturo Bustos tiene un negocio en el garaje de su casa desde hace un año. Vive en el barrio El Carmen de la ciudad de San Cristóbal. Lo montó por necesidad, pues con el sueldo mínimo no puede subsistir, y ahora tiene la posibilidad de montar otros negocios del mismo estilo hasta alcanzar uno más amplio.

Afirmó que se trata de una alternativa que le permite mantenerse activo y percibiendo ingresos. Vende harina, arroz, azúcar, café, salchichas, chucherías, mantequilla, aceite, huevos, pañales, entre otros productos adquiridos en el vecino país. “Algunos los compro en el terminal. Vendo en efectivo, pesos, lo que tengan, menos transferencias y puntos. Atiendo desde las ocho y treinta de la mañana a diez de la noche, y lo atiendo yo sólo”, acotó Bustos.

Hasta el momento no ha pensado en irse del país. Cree que es necesario luchar mientras la situación cambia o mientras siga obteniendo ingresos.

Daniel Arturo Bustos tiene su negocio en el garaje de su casa desde hace un año | Foto: Mariana Duque

Jesús Salazar tiene 19 años de edad. Instaló una venta de refresco venezolano y colombiano, a 4.000 pesos, a unos cuantos metros de su vivienda, ubicada en La Castra. Trabaja de siete de la mañana a siete de la noche para ayudar a su mamá a pagar la universidad, pues él estudia administración de empresas en la Universidad Católica del Táchira (Ucat), para la cual se requiere un pago frecuente.

“Los refrescos los traigo de Cúcuta. Mi mamá me ayuda a traerlos y aquí voy vendiendo al detal. Inicié hace como un mes y me ha servido para solventar los gastos de la universidad. Es un trabajo que imagino pasajero, mientras pueda pagar la universidad. Hay días en que no se vende, pero hay otros que sí. Lo que debo tener es constancia”, expresó.

En la localidad de Barrio Obrero, zona comercial de la capital tachirense, es donde más se consigue este tipo de negocios. En la calle 15 hay tres seguidos, ubicados cerca de un reconocido supermercado. Estefanía Ramírez atiende uno de los quioscos y afirmó que a pesar de la competencia que existe entre ellos, cada uno consigue sus clientes, pues es tal la crisis económica que los supermercados han dejado de ser la referencia de compra.

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