Tucupita.- Nilalex Márquez es egresado de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel). Docente con 40 horas de carga horaria y con una experiencia de más de 10 años dentro del proceso de enseñanza aprendizaje.
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Define su carrera como una vocación de apostolado. “Amo a mi profesión, la docencia ha sido siempre mi pasión”, asegura Márquez al referirse a la sagrada misión de moldear la generación de relevo, sus estudiantes.
Sin embargo, “amor con hambre tiene patas cortas. El último depósito que me hizo el Ministerio de Educación fue un poquito más de 11.000 bolívares, que ni siquiera me alcanzó para comprar un kilo de carne”, sostiene el profesional de la docencia.
En su testimonio, señala que es padre de dos menores y la niña presenta discapacidad. “Esto es terrible, nos estamos quedando desnudos, sin calzados y muertos de hambres mi familia y yo”, continúa el docente mientras atiende a un cliente que demanda tres kilos de yuca.
A pesar de su bajo ingreso, Nilalex no abandona su trabajo. Labora religiosamente en el liceo Manuela Sáenz y, en su tiempo libre, se instala en una esquina equipado con dos sacos de yucas y naranjas. Guinda su peso y empieza a hacer alarde de su ingenio de captar clientes, para su reducida mercancía.
Al igual que Márquez se encuentran 5.000 docentes que dependen del Estado venezolano en Delta Amacuro.