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jueves, 28 marzo, 2024

Real Madrid y Atlético empatan sin goles

En el bando madridista, las dos llegadas del primer acto fueron disparos de Toni Kroos que sacó Oblak. Lo más peligroso del Atlético de Madrid fue un testarazo de Saúl que rozó una escuadra

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Madrid.- El derbi por la cima de la Liga terminó en nada, en un empate sin goles y una noche de frustración ofensiva en el Wanda Metropolitano para el Atlético y el Real Madrid, a la espera de partidos más cercanos al nivel que desprenden sus plantillas, con menos respeto y más voracidad, cuando ya no haya ninguna excusa.

Realmente, sólo una ocasión real pudo cambiar el destino de un partido con pinta de empate casi a lo largo de los 90 minutos; el cabezazo de manual que conectó Karim Benzema al que se estiró Jan Oblak para dejar todo como estaba, dentro de lo previsto en la pizarra. Quien no arriesga, no gana. No lo hizo ninguno de los dos.

Son ya tantos y tantos derbis en la era Diego Simeone, este sábado ya por el 30, tan decisivos muchas veces, con tanta responsabilidad como respeto, que se transforma en un ejercicio de sumo cuidado táctico; un juego de errores en el que nadie asume más innovación de la estrictamente necesaria en algún momento puntual.

Está tan medido todo, cada sector, cada posición, cada mecanismo, que el más mínimo detalle lo cambia todo. Altera el plan o lo reafirma. Cualquier despiste, cualquier imprecisión, es la invitación que aguarda al acecho el adversario, desde dos formas, estructuras y perspectivas diferentes por características e ideas.

El Atlético visionó el derbi desde la verticalidad y la salida rápida. Sin desplegar el vertiginoso despliegue que le ofrece un lateral como Renan Lodi, pero con la profundidad de Kieran Trippier, el regate de Víctor Machín, ‘Vitolo’, y la referencia que supone en ataque Diego Costa, también aún fuera de su mejor versión. El mejor fue Thomas en todo el primer acto. Luego decayó en el segundo.

Su intensa puesta en escena agobió unos minutos al Real Madrid, que entendió el ataque, en cambio, desde el poder paciente de la pelota. Por la precisión que tienen sus jugadores y por el talento de Benzema, la rapidez de Bale y la agilidad de Hazard. Aún se espera muchísimo más del belga, más aparente que desbordante arriba.

También de Joao Félix, intermitente como en todo este inicio del curso. No aparece todo lo que debería, quizá también porque a sus compañeros les falta la visión de juego para encontrarle entre líneas. Ni en el derbi fue tan concluyente como otras veces. Su primera ocasión a la espalda de la defensa, que muchas veces es gol, fue un tiro cruzado que ni siquiera le exigió moverse a Courtois. La segunda fue más cerca, en un buen intento desde fuera del área.


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Un partido equilibrado, dentro de esa calma tensa que sostiene la atención en la que se mueve últimamente cada duelo entre ambos, con una lectura por momentos más cercana a la realidad del Real Madrid y otras veces del Atlético, que provocó un par de contragolpes con dos entregas fallidas impropias de este nivel. No lo aprovechó Bale. Toni Kroos fue mucho más concreto: dos tiros y dos paradas de Oblak.

Al intermedio, unas molestias en el muslo apartaron a Vitolo del resto del partido. El reemplazo fue Correa. Lo imprevisible en un choque demasiado previsible, que no se movió apenas de esa sensación tampoco en la reanudación. Ni por parte del Atlético ni por parte del Real Madrid. Ganar la Liga, el destino final, exige mucho más.

Por ejemplo, que las ocasiones no sean sólo una excepción, aunque la dificultad que conlleva desequilibrar defensas tan capacitadas sea indudable, o que Bale y la agitación de Correa, protagonistas de las escasas opciones en el primer cuarto de hora de la segunda parte, no terminen tan lejos del objetivo. Las del gales fueron a las nubes; la del argentino, de cabeza, por encima del larguero.

Algo en la nada ofensiva en la que se movieron los dos equipos, que ni a balón parado proponían lo suficiente para deshacer un 0-0 a la hora de juego con pinta de irremediable.

Quizá pensó entonces Simeone que mejor un punto que nada, aunque tampoco hubiera rastro de nada del Real Madrid en ataque. Entró Marcos Llorente y se marchó Joao Félix. Salió Luka Modric por Fede Valverde. El partido estaba pendiente de una individualidad entre tanto atasco, o nulidad, ofensiva, camino del tramo definitivo.

La tuvo Karim Benzema, con un cabezazo que tenía pinta de gol, salvo para Oblak, que se estiró para repeler la mejor oportunidad del encuentro, casi la única en su verdadera expresión, en una noche de frustración para los dos equipos, empatados 0-0 y por consolidar.

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