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viernes, 29 marzo, 2024

“Un país no puede vivir eternamente de la ayuda humanitaria”

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ENTREVISTA A TUKI JENCQUEL

El documental Está todo bien, dirigido por Tuki Jencquel, fue premiado en Bruselas en la categoría Mejor Película del Festival One World. La película aborda la escasez de medicinas en Venezuela a través de la historia de un activista, un médico, dos pacientes de cáncer y un matrimonio dueño de una farmacia

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El primer documental de Tuki Jencquel (Sin ti, contigo, 2011) es, según él mismo lo explica, un retrato de Bernard Chappard, presidente de la fundación para la prevención del Sida que lleva el nombre de su hija Daniela. La película explora los claros y oscuros de un hombre cuya misión de vida se convirtió en una cruzada contra la ignorancia, contra esa “extraña enfermedad”.

Siete años después la enfermedad volvería a convertirse en la musa de Jencquel, esta vez para documentar la vida de dos pacientes de cáncer, un matrimonio propietario de una farmacia, un cirujano y un activista en medio de la crisis de salud y escasez de medicinas que comenzaba en 2016 y se mantiene hasta el día de hoy.

El resultado es Está todo bien, un documental que fue galardonado recientemente en el One World Festival en Bruselas en la categoría de Mejor película.

–¿Cómo escogió el tema?

–En 2016 fue el año en el que quise retratar la crisis venezolana. Ciertamente es una situación que posee varias aristas: el colapso de la electricidad, la inseguridad, entre otras. Pero a mi parecer, uno de los aspectos más visibles y dolorosos de lo que se vive actualmente en Venezuela es la escasez de medicinas.

–Ha declarado que el documental no pretende buscar culpables de la crisis humanitaria. ¿Cómo se puede deslastrar la política de una situación que fue causada precisamente por malas decisiones gubernamentales?

–La verdad es que en una película de 70 minutos de duración no se puede abarcar todo y tampoco pretendí hacerlo nunca. Tampoco quise entrar en la complejidad de tratar de explicar cómo Venezuela llegó a esa crisis. Me interesó más describir una realidad y contar una historia coral, en el sentido de que es protagonizada por varios personajes con los que el espectador puede crear una empatía durante un tiempo prudencial que permite acercarse a ellos.

Algo distinto hubiese ocurrido si este documental tuviera un corte periodístico, que delimita la duración y acorta el tiempo para abordar la historia de cada personaje. Mi intención era crear una atmósfera donde obviamente se generan ciertas preguntas y, sobre todo, conciencia para ahondar en la información.

–¿De qué manera escogió a los personajes de Está todo bien?

–Todo comenzó con Francisco Valencia, porque en 2016 ya era una figura importante dentro del activismo por la búsqueda de medicinas en el país. Como director de Codevida solía aparecer en la radio y en la prensa, y eso me facilitó acercarme a él. A raíz de una charla que dictó en la Ucab encontré a Efraín, otro de los personajes. A Rebeca la encontré a través de una publicación en Instagram donde pedía ayuda para buscar medicinas. Finalmente, Rosalía, la dueña de la farmacia Don Bosco, es familiar de uno de los integrantes de nuestro equipo de producción.

–¿Cuál fue la experiencia más cruda que vivió durante el rodaje?

–Hubo varias historias sumamente dolorosas que no terminaron formando parte del documental. Conocí a una niña de seis años que murió en el J.M. de los Ríos precisamente por no contar con medicinas. También supimos del caso de una familia de cinco hermanos hemofílicos que están muriendo en cámara lenta por no poder tratar su condición. Para ellos cualquier movimiento significa un riesgo, desde usar transporte público hasta jugar con sus hijos.

Rebeca, una de las protagonistas del documental, murió recientemente. Aún sigo de cerca a cada uno de quienes participaron en Está todo bien. Algunos siguen en Venezuela, otros migraron.

–En el documental, los protagonistas dramatizan su situación en un teatro. ¿Qué significado aporta este elemento?

–La puesta en escena tiene que ver con que en 2016 todos de alguna manera padecían la escasez de medicinas. Era común hablar de eso en cualquier lugar con cualquier persona. Al mismo tiempo, Luisana Melo, la ministra de Salud para la época, se encontraba realizando una gira internacional declarando que aquello no era verdad y que Venezuela tenía uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Y esa disyuntiva entre la narrativa oficial y la realidad me pareció tan impactante que decidí incluirla en la película. Solo que en vez de yuxtaponer imágenes de archivo y comparar la realidad con el discurso oficial, pedí a los personajes que actuaran su realidad como si fueran actores, como si lo que ellos vivían día a día no correspondiera a la realidad. Fue jugar con la negación de la crisis. Al final, el teatro terminó siendo una terapia de psicodrama llevada a cabo por un equipo especializado.

El psicodrama es una técnica que consiste en hacer que los pacientes, en grupo, representen una situación relacionada con sus conflictos, con el objetivo de que tomen conciencia de ellos y puedan superarlos.

–¿Por qué hay aún personas que observan la crisis venezolana con escepticismo?

–A mí me cuesta entenderlo, y es algo en lo que pienso a menudo. Las personas que no viven en Venezuela y no conocen su realidad en profundidad suelen buscar explicaciones simples. La raza humana en general, cuando quiere entender algo sobre un asunto que no domina del todo, busca explicaciones sencillas que pueda entender y replicar posteriormente. La crisis venezolana no es única en el mundo: hay crisis en Siria, en países africanos, en Nicaragua, en Afganistán, de modo que la gente no tiene tiempo para profundizar en cada uno. Además, aferrarse a dogmas o ideologías permiten entender una realidad compleja de una manera sencilla; posiblemente, esa sea la razón que explique por qué hay quienes prefieren creer en una versión oficial que el gobierno ha construido en base a propaganda y relaciones públicas.

–Siguió, durante dos años de rodaje, los pormenores de la escasez de medicinas en Venezuela. ¿Cree usted que esa situación pueda resolverse con ayuda humanitaria?

–La ayuda humanitaria es puntual. Puede palear la situación, pero no se trata de una solución permanente. La crisis venezolana, para ser resuelta, necesita medidas mucho más profundas. Un país no puede vivir eternamente de la ayuda humanitaria.


La ayuda humanitaria es puntual. Puede palear la situación, pero no se trata de una solución permanente

Tuki Jencquel, cineasta

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