El director de éxitos como CAP: 2 Intentos y El pueblo soy yo regresa a las salas de cine nacional con Rómulo Resiste, un documental sobre el segundo mandato de Rómulo Betancourt y las amenazas que tuvo que enfrentar para pagar el costo de defender los primeros años de democracia en Venezuela

Tiene el cabello gris y abundante, lo suficientemente largo para poder recogérselo en una cola que no llega a ser de caballo. De una altura que se aparta del promedio del hombre venezolano -es particularmente alto-, quien pueda encontrárselo en las playas de La Guaira, nadando en aguas abiertas, podría pensar cualquier cosa, salvo que es historiador, cineasta y, por ende, documentalista.

Carlos Oteyza, director de títulos recientes como Tiempos de dictadura (2012), CAP 2 Intentos (2016), El pueblo soy yo: Venezuela en populismo (2018), entre muchos otros de anterior data, pero igual de relevantes, pasa desapercibido.

Próximamente, Oteyza estrenará en las pantallas venezolanas Rómulo Resiste, un documental donde las memorias de su juventud caminan a la par del segundo mandato de Rómulo Betancourt, el fiero defensor de la democracia venezolana que supo despertar el odio y el amor por partes iguales entre sus homólogos de otros países, incluso en su propio país.

La pausa forzosa marcada por el COVID-19 lo ayudó a “meterse” en la película con un equipo joven. “Todos los que estamos metidos en esto -el editor, la asistente de dirección, mi propia asistente- me ayudaron a corregir el rumbo. Ha sido muy útil trabajar con gente joven porque tienen una mirada diferente”, explica complacido. Después afirma: “Mi primer público estaba trabajando conmigo”.

–¿Siente que esta película le habla a ese público?

–¡Sería pretensión mía decirlo! Yo estoy contento con el resultado. Estoy entregando una película, y la estoy entregando a pesar de que el documentalista siempre está cambiando algo. Cada día consigues una imagen, un tema, un titular… la historia de Rómulo Betancourt es una mina de narraciones. Al principio la película duraba dos horas y tanto, logré reducirla a una hora con 40 minutos.

Oteyza es un hombre cercano, amable. Cuenta que su equipo de trabajo solía preguntarle:

-¿Qué va a cambiar el día de hoy?

Hasta el día que respondió:

-No, ya no voy a cambiar nada más.

Así supo que Rómulo Resiste ya estaba lista.

–¿Por qué un documental sobre Rómulo Betancourt?

– Si supiera la razón se la daría en dos palabras, pero lo cierto es que no la sé. Me llamó la atención su gobierno, sobre todo el período 1959-1964, porque ese período en los años que siguieron (sobre todo en la década de los 70 y los 80) tuvo muy mala prensa.

–¿A qué se debe?

–Digamos que el mainstream cultural de la época hablaba de ese período como un régimen violento, duro, hablaban de un Betancourt opresivo. Con el tiempo, uno se da cuenta de que ese periodo en particular fue más que interesante que el primero, porque resistió a los embates tanto de la extrema izquierda como de la extrema derecha. Fue un gobierno que tuvo que enfrentarse a una oposición comunista que comenzó en la calle y luego se tornó violenta, para después mutar en las guerrillas urbanas y rurales.

–Es un periodo que me da la impresión que ha sido desvalorizado, desfigurado. Creía que era pertinente conocerlo mejor y eso fue lo que hice: meterme en esa historia y darme cuenta de que se creó una serie de leyendas urbanas sobre Rómulo Betancourt, y la película ofrece precisamente una propuesta distinta.


Los venezolanos pensamos que la democracia y la libertad venían en nuestra sangre, que ya estábamos impregnados con ellas, y no fue así. Hay que luchar para mantenerlas

Carlos Oteyza, director de cine

–¿Una propuesta real?

–No digo que yo tenga la verdad en la mano, pero lo que encontré en este documental fue a un defensor de la democracia. Un hombre que se la jugó, que lo atacaron por los extremos, y en entretiempo institucionalizó el país y ayudó a institucionalizar los partidos, los sindicatos y el sector empresarial. En pocas palabras, sentó las bases de la Venezuela democrática.

–Además, no estaba conforme con el imaginario que yo recibí sobre el segundo gobierno de Betancourt. Los adecos no han sabido establecer ni recordar ese período como ha de ser, sino que le han dado más peso al Rómulo que gobernó el país entre 1945 y 1948. Eso no ha sido acertado porque Rómulo demostró su sabiduría en el segundo mandato y no en el primero, cuando lo tumbaron. Fue entre 1959 y 1964 cuando demostró que sabía aliarse con los partidos, con los factores de poder y creó el Pacto de Punto Fijo. Sin duda hay que ajustar cuentas con ese período de Rómulo.

–¿Cuáles son las leyendas urbanas más repetidas sobre Rómulo Betancourt?

–Una de ellas, que fue un gobierno donde la izquierda había sido masacrada, que había sido un gobierno reaccionario. Lo que ocurrió en realidad fue que la izquierda se alzó e intentó salir de Rómulo Betancourt con guerrillas, golpes de Estado y atentados. Y, por supuesto, Rómulo tuvo que defender su gobierno.

–Ciertamente hubo excesos de lado y lado, pero nunca fue ni será responsabilidad de Betancourt que los venezolanos quisieran sacarlo de manera violenta. Cuando crecí, leía los periódicos afirmando que el gobierno era violento y que había una pobre izquierda que había sido atacada, cuando en realidad los responsables de estos ataques eran venezolanos influenciados por ideas fidelistas que no creían en gobiernos reformistas sino revolucionarios, y que para lograr los cometidos había que quitar a Rómulo del medio, quien por supuesto se negó. En las calles, a manera de grafitis o papelógrafos, se había difundido el eslogan Rómulo Renuncia. El documental toma su nombre de allí, y por eso se llama Rómulo Resiste.

–¿Cómo triunfó durante tanto tiempo esta versión de la izquierda mansa y el gobierno implacable?

–La cultura de izquierda fue predominante porque la Venezuela petrolera permitió que todo el mundo estuviera todo el tiempo exigiéndole al Estado que le diera todo. La cultura petrolera facilitó que el país siempre estuviese pidiendo más de lo que los venezolanos daban con su propio trabajo. El petróleo siempre le dio al Estado venezolano la posibilidad de que la gente creyera que se podía dar mucho y eso llegó a sus límites en los años 80. También ocurrió que en 1960, cuando Rómulo asumió su segundo mandato, la democracia había generado altas expectativas. No fue fácil mantenerlas porque se enfrentó a una crisis económica que le hizo reducir en 10% el sueldo a los empleados públicos, cosa que no se atreve a hacer cualquier gobierno.

–Betancourt, sin embargo, lo hizo y con esa acción comenzó a moldear lo que debe ser un gobierno institucional para darle a los venezolanos lo que se merecían.

–¿A qué más tuvo que enfrentarse Rómulo Betancourt?

–Rómulo sobrevivió a un atentado que no lo mató por segundos. Luchó contra los sectores militares que no querían que él se mantuviera en el poder, además de lo que ya he comentado. Si se lee lo que los historiadores han escrito después de su segundo mandato, se dará cuenta de que hemos sido muy duros con ese período. Pero buena parte de los dirigentes izquierdistas de la época han escrito libros y dado testimonio sobre lo equivocadas que fueron aquellas políticas fidelistas y guevaristas para Venezuela. Hubo un mea culpa, una autocrítica.


La cultura de izquierda fue predominante porque la Venezuela petrolera permitió que todo el mundo estuviera todo el tiempo exigiéndole al Estado que le diera todo

Carlos Oteyza, director de cine

–Es curioso que Rómulo Betancourt haya defendido la democracia, cuando otrora participó en el golpe de estado que terminó derrocando a Isaías Medina Angarita. ¿O eso forma parte de las leyendas urbanas?

–Ese es un hecho ya aceptado y compartido: hubo un golpe de estado orquestado entre Betancourt, los militantes de Acción Democrática y los militares. Quienes motorizaron el golpe de 1945 fueron ellos. Aunque inmediatamente después se convocó a elecciones libres con voto directo, universal y secreto, en las que Rómulo Gallegos es escogido como presidente. Ahora bien, si ese golpe de Estado fue positivo o negativo, es un asunto que sigue siendo una gran discusión.

–Más allá de su epíteto como el “padre de la democracia” en Venezuela, ¿cree usted que Rómulo Betancourt ha obtenido el reconocimiento que se merece?

–Te hablé de esa historiografía un poco dura que hubo sobre Betancourt entre los años 70 y 80, pero eso cambió a partir de la caída del Muro de Berlín, el desvanecimiento de ese sueño que era el socialismo y la debacle de Cuba. Los historiadores comenzaron a ponerlo en su lugar, y creo que la sociedad también.

–¿Y a partir del 2000?

–Lo que ocurre es que la juventud de hoy día no ha visto películas o imágenes de esa época. Tampoco lee ese tipo de libros, y en general es poco lo que se conoce de esa época. Luego llegó el chavismo, que trató de meter en un saco toda la historia de Venezuela, desde Simón Bolívar hasta Chávez, y eso ha impedido que haya un mayor conocimiento de la importancia de Rómulo Betancourt como estadista, gobernante, intelectual y pensador. Actualmente hay una falta de información terrible, generalizada. El gobierno maneja su imaginario a través de los canales de televisión nacional y ha generado una historia elemental, estúpida y pequeña, en la que Venezuela vivía muy mal hasta que llegó el nuevo gobierno.

–¿Qué promete un documental como Rómulo Resiste?

–Es una película que ayudará a entender la complejidad de este personaje que supo cambiar. El Betancourt de 1940 no es el mismo que llega al poder en 1960 porque fue un Rómulo que supo entender los cambios políticos. Su propuesta fue un pacto entre los partidos, para evitar que los militares se hicieran de nuevo con el poder. Supo enmendar algunos errores del pasado, motorizó la defensa de la democracia, bajo el riesgo de exponer su propia vida.

–¿Qué fue lo que más le llamó la atención de esta nueva lectura a Rómulo Betancourt?

–Que era un hombre al que le gustaba genuinamente el “baño de multitudes”, no le tenía miedo. Me pareció interesante porque no lo había visto. No hay entrevistas o alocuciones donde él reconociera este gusto, pero reconocí esa presencia consecuente de Betancourt en fotografías y videos haciendo giras por todo el país, en centenares de actos con multitudes.

–¿Se acercó Betancourt a la población tanto como para dejarse fotografiar saltando un charco, como Carlos Andrés Pérez?

–Betancourt ya lo había hecho. A su estilo y sin saltar, pero fue el primero. Isaías Medina Angarita y López Contreras también lo hicieron en su momento, aunque en menor medida por la falta de carreteras y tiempo. Lo cierto es que las multitudes que vi en la época de Betancourt eran muy llamativas.

–Su pipa, un tono con que hablaba, agudo y chillón. No diría agradable sino particular, ahí está, parte de los sonidos.


Lo que encontré en este documental fue a un defensor de la democracia. Un hombre que se la jugó, que lo atacaron por los extremos, y en entretiempo institucionalizó el país y ayudó a institucionalizar los partidos, los sindicatos y el sector empresarial. En pocas palabras, sentó las bases de la Venezuela democrática

Carlos Oteyza, director de cine

–¿Qué balance haría Rómulo Betancourt del Acción Democrática de hoy?

–No puedo opinar porque no tengo idea de qué pensaría sobre lo que pasa hoy, no hice un trabajo de psicología profunda sobre su persona. La lectura del país de hoy en día no tiene nada que ver con el país que él gobernó con 7 millones de habitantes, 500 mil migrantes recién llegados, inflación de 1%, primer exportador de petróleo, donde había trabajo y donde la gente cada día ganaba más y mejor.

–¿Queda algo del legado de Rómulo Betancourt en la actualidad?

–Está Acción Democrática. Magullada o no magullada, su gran obra es haber creado un partido que dominó el siglo XX en Venezuela. Modeló la fuerza que hay que tener para defender la democracia. Solía usar mucho una frase de Thomas Jefferson: “el precio de la libertad es su permanente vigilancia”, porque fue un hombre que entendió que la libertad es costosa. De alguna manera los venezolanos pensamos que la democracia y la libertad venían en nuestra sangre, que ya estábamos impregnados con ellas, y no fue así. Hay que luchar para mantenerlas.

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