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miércoles, 11 diciembre, 2024

Barrera Tyszka habla sobre el libro Patria: “Se trata de ganarle al olvido»

El escritor, poeta y guionista escribió este libro con imágenes de la fotógrafa Oleñka Carrasco, ganadora del Festival de Fotografía en Arles. Un texto de colección que desborda arte por cada esquina y que une, bajo la reflexión del duelo, qué significa la patria y la muerte en la distancia

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Caracas.- Alberto José Barrera Tyszka es un hombre generoso con la pluma: narrador, poeta, columnista y guionista, ganador del Premio Herralde de Novela 2006 y del Premio Tusquets de Novela en 2015 por Patria o muerte.

El jurado dictaminó que merecía tan importante premio por la «valentía de contar, desde las vivencias cotidianas de un grupo de personajes, la realidad venezolana de un modo poco complaciente».

También subrayaron la «habilidad» del autor para hacerlo con un «absorbente ritmo narrativo», que refleja las «angustias y complicaciones» de unas vidas condicionadas por la histeria y las tensiones de un «país pendiente de un líder carismático».

La forma de escribir de Alberto tiene humor y originalidad y se nota al poder decir cosas muy duras con un verbo versátil que incomoda al referente y divierte al lector. Ha publicado novelas, cuentos, poemarios y libros de no ficción. Autor junto a Cristina Marcano de la primera biografía de Hugo Chávez, lo retrató desnudo, sin uniforme.

Esa misma entrega la puso en Patria, que escribió acompañado de la periodista Saraí Suárez y que le dieron un texto relevante a la obra de la ganadora en el Festival de Fotografía en Arles, Oleñka Carrasco. Este trabajo ha resultado ser un libro de colección, que desborda arte por cada esquina y que une, bajo la reflexión del duelo qué significa la patria y la muerte en la distancia.

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Así lo cuenta Alberto.

– La obra «Patria» de Oleñka Carrasco tiene como eje principal la muerte del padre. De cierta forma une a un país tan polarizado en la tristeza y la resignación de una historia que se ha repetido y se sigue repitiendo para los más de 7 millones de migrantes venezolanos: la muerte de los familiares sufridos en la distancia. ¿Para usted qué significa esta realidad, ha pasado por ello?

En lo personal, no he pasado por esta experiencia. Pero conozco muchos casos de este tipo. El proceso de migración de los últimos años representa una sacudida enorme en la identidad de los venezolanos, en la idea que teníamos del país, de la vida, de nosotros mismos y de nuestra relación con los otros. Nunca habíamos sido migrantes. Migrantes, además, en estado de urgencia. Migrantes desesperados. Y toda migración, sin duda, es también un duelo. Y creo que eso es parte de la maravilla de esta obra de Oleñka: nos enfrenta a ese duelo, indaga hondamente en esa doble dimensión de la patria y de la pérdida.

-¿Considera que obras como Patria de Oleñka pueden ganarle al olvido, recuperar el país perdido, unir a los venezoanos, de cierta manera?

 No sé si podemos esperar tanto del arte, pero deseo que así sea. Me gusta cómo formulas la pregunta. Ciertamente se trata de ganarle al olvido. Es una de las más importantes tareas de la resistencia. El fracaso de la industria del culto a la personalidad es una gran derrota para el chavismo. Pero eso no es suficiente. Es necesario mantener viva la memoria, la historia, la vida y la muerte de las víctimas. Y hacer de eso una experiencia sensible y estética. Como lo hace Oleñka, me parece imprescindible, fundamental.

En un artículo suyo, afirma que no es de extrañar que el Cuartel de la Montaña donde está enterrado el expresidente Hugo Chávez sea convertido en un bodegón. Esto me lleva a preguntarle como reflexión, ¿Qué tan importante es la creación de nuevas simbologías para esta industria del caos?

Es muy interesante ver cómo el chavismo no solo derrochó y dilapidó la fortuna del país sino que, también, hizo lo mismo con la gran herencia simbólica que le dejó Chávez. Tenían a un líder dedicado permanentemente a sí mismo, a construir narcisamente una simbología nueva… pero, tras su muerte, todo eso se ha desmoronado. Ni siquiera la retórica de las sanciones – que es un cuento que suele ser eficaz- ha funcionado bien en Venezuela. La tragedia socioeconómica se ha devorado los discursos y hay una necesidad de nuevos relatos, de una nueva simbología que se vaya construyendo, ya no solo dentro del país sino también en ese nuevo país que vive y respira fuera de nuestra geografía.

-Todo se transforma. ¿En qué se transforma el dolor de las muertes de los venezolanos en la distancia? ¿Qué obras artísticas, intelectuales, literarias, después de dos décadas, considera que van quedando en ese país del recuerdo que se lleva en el viaje del exilio?

Es muy difícil organizar bien todo lo que sucede. Vivimos en un presente trepidante que ocurre en muchos lugares al mismo tiempo. Supongo que es algo que solo se podrá ver y analizar con más claridad y orden dentro de unos años. Pero hay mucha gente creando, tratando de darle alguna forma artística o expresiva a lo que ocurre. Y no solo pienso en Patria de Oleñka, en la reciente película Simón, en la cantidad de obras literarias que se están escribiendo ahora dentro y fuera del país. Pienso también en el periodismo. Todo lo que está haciendo el periodismo venezolano independiente es asombroso.

-Francisco Arias Cárdenas teme que a sus hijos los señalen como los que destruyeron al país. Recuerda que cualquier paisano que sencillamente había estado con Marcos Pérez Jiménez lo perseguían, él llama a desmontar el odio y la rabia. Hasta recuerda muchachos universitarios que protestaban en el Zulia que los mandaba vivos y sanitos para su casa. ¿Qué le preguntaría usted después de esa afirmación?

 Yo vi esa entrevista que le hizo Vladimir a Arias Cárdenas. Y me sorprendió también mucho esa afirmación. En el fondo, Arias Cárdenas, sin proponérselo, estableció un paralelismo entre el chavismo y el perejimenismo. Quizás la entrevista hubiera podido avanzar más por ahí. Era un reconocimiento de una dictadura. De hecho, si mal no recuerdo, Arias usó la palabra “esbirros». Se refirió a ese temor, a que los chavistas fueran también percibidos -y perseguidos- como los nuevos esbirros de una nueva dictadura militar. La gente también se expresa a través de sus miedos.

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