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martes, 3 diciembre, 2024

Badra, finalista World Press Photo: «Bajo las bombas, todos somos iguales»

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Caracas.- «No hago fotografía de conflictos: hago fotografía de calle, de la vida cotidiana. Lo que ocurre es que esta vida cotidiana se desarrolla bajo los cohetes y las bombas de barril». Así lo vive el fotorreportero Mohamed Badra (Douma, Siria, 1991), finalista del World Press Photo 2019.

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La fotografía seleccionada para el premio, que se falla mañana y se celebrará en una gala el viernes y sábado, muestra una habitación de un hospital en la localidad siria de Guta, con varias personas afectadas por un ataque con gas tóxico, perpetrado el 25 de febrero de 2018.

Badra trabaja desde 2015 para la agencia fotográfica EPA -participada por EFE-, casi siempre desde su Douma natal, una zona urbanizada en la periferia nororiental de Damasco, que ha sufrido un duro impacto en la guerra civil.

Estudiante de arquitectura, Badra tuvo que dejar la universidad al estallar la guerra en 2011 y empezó a trabajar como voluntario para los servicios de ambulancias de la Media Luna Roja local, pero no destacaba por sus habilidades, recuerda con una sonrisa en conversación con EFE.

«Al final, un amigo me sugirió: ‘¿Qué te parecería hacer fotos para nosotros durante la guerra? Se te da bastante mal lo de ayudar a la gente. Pero tal vez hacer fotos…’ Y yo tengo una memoria fotográfica bastante buena, veo muchas imágenes», explica sobre su llegada al mundo del periodismo gráfico.

«Para mí, la fotografía se parece a la arquitectura, pero a mi manera. No es una arquitectura de edificios, sino una arquitectura de luz», resume.

Este afán artístico se combina con una decidida voluntad de documentación, de fijar para la posteridad qué es lo que está ocurriendo.

«Tal vez en el futuro contaremos esta historia a nuestros hijos, a la siguiente generación. Por eso tenemos que salvar la historia, y contarla de una manera profesional, con todos sus detalles, no solo haciendo fotos», asevera Badra.

Su mirada hacia lo que fotografía no es de distancia ni de observador desapasionado. Todo lo contrario: «Me considero una de estas personas en la foto. Considero que todas las fotos que hago son autorretratos, de diferentes maneras. La gente que aparece en mis fotos y yo vivimos en la misma zona, tenemos la misma vida. Una vida bajo las bombas. Y es que bajo las bombas todos somos iguales».

Efectivamente, también respecto a sus demás circunstancias personales, Mohammed Badra es un ciudadano sirio más, con todas las dificultades que ello supone.

Desde agosto pasado, el fotorreportero se halla exiliado en Turquía, tras pasar por la frontera de forma clandestina y pedir luego un documento de protección temporal que da derecho a una estancia indefinida en el país, pero a poco más.

Carece de documentos válidos aparte de esta tarjeta emitida por el Gobierno turco, y por ello no podrá estar en la gala del World Press Photo, como los demás finalistas: no tiene pasaporte para poder solicitar un visado holandés.

«No puedo viajar ahora a Amsterdam para participar en la ceremonia. Pero eso no es mi mayor problema. Estoy muy triste por eso, porque muestra que no tengo una vida respetada», reflexiona el fotógrafo.

No es la primera vez que le pasa: de hecho, ya ha tenido que rechazar otras tres invitaciones. En 2016 fue nombrado mejor fotógrafo de agencias por la revista Time, el mismo año recibió el premio al mejor fotorreportero joven Bayeux-Calvados y en 2018 el Marco Lucchetta italiano. Siempre a distancia.

«No puedo viajar como la gente normal. No tengo un carné de identidad ni derechos civiles. ¿Por qué no? ¿Simplemente porque soy sirio?», se pregunta el reportero.

Sus planes de futuro incluyen trabajar en una Siria en paz. No buscará guerras. «No creo que exista algo así como un fotógrafo de conflictos. Yo no reflejo el conflicto en mi ciudad. Puede que tú pienses que sea conflicto. Para mí es una situación de vida cotidiana», resume.

Información de EFE

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