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sábado, 14 diciembre, 2024

Ángeles y demonios de la Semana Santa en Venezuela

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Son pocas las horas de sueño que permite el Miércoles santo. En Caracas, concretamente en los alrededores de la Basílica de Santa Teresa, el olor del incienso recorre las calles donde se congregan los fieles del Nazareno de San Pablo, que vienen de todas partes del país para agradecer los milagros recibidos. Se encuentra en la Basílica de Santa Teresa, en el casco histórico de Caracas.

Interior de la Basílica de Santa Teresa, hogar del Nazareno de San Pablo | Foto: cortesía Universidad Monteávila

El Nazareno de San Pablo es una talla realizada en madera de pino policromada, realizada en Sevilla, España, por el escultor Felipe de Ribas en el siglo XVII. Cuentan sus fieles que el noble Nazareno de 1,74 metros de altura y ataviado con la característica túnica violeta y dorada se encorva cada año bajo la cruz por el peso de nuestros pecados.

El Nazareno de San Pablo congrega devotos de todo el país cada Miércoles santo. Sus devotos suelen obsequiarle orquídeas como agradecimiento por los favores recibidos | Foto: cortesía

Fue el Nazareno de San Pablo quien, según la leyenda que explica su devoción, salvó a Caracas de una epidemia cólera durante el siglo XVIII. Cuenta Andrés Eloy Blanco en su poema «El limonero del Señor», que los habitantes de aquella Caracas pasearon la imagen bendita en procesión. Al pasar por la esquina de Miracielos, la talla se enredó en las ramas de un limonero, y cayeron en el suelo algunos frutos. Sin perder un segundo, los asistentes comenzaron a elaborar limonada y a repartirla entre los enfermos, quienes sanaron milagrosamente.

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En homenaje a este episodio de la fe católica en Venezuela, Rafael Silva dedicó un capítulo de su micro radial «Nuestro insólito universo» contando la historia del Nazareno, con la locución de Rafael Silva y la alocución especial de Andrés Eloy Blanco recitando el célebre poema.

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El Nazareno en la guerra de Independencia

Pero el Nazareno de San Pablo no acapara la atención de los fieles venezolanos. El Nazareno de Achaguas lidera la tradición en la región central y, además, está vinculado especialmente a la figura de José Antonio Páez. Teniendo su cuartel general en la ciudad de Achaguas, en el estado Apure, el «Centauro de los llanos» dedicó un día a orar profundamente en la iglesia y prometió que, de resultar vencedor en el campo de batalla, erigiría una imagen en honor a Jesús de Nazareno.

Placa sobre el lugar donde José Antonio Páez oró a Jesús Nazareno por la victoria en Carabobo | Foto: cortesía

El 24 de junio de 1824, Páez y su ejército obtuvieron la victoria en la Batalla de Carabobo. Pero Páez no cumpliría su promesa sino hasta 1833, cuando le encarga al tallista español Merced Rada la imagen que es entregada a la iglesia en 1835.

El resultado fue una figura de 1.80 metros de altura con una cruz que mide 2.70 metros de largo y 1.40 metros. La figura del Nazareno de Achaguas es sacada de la iglesia cada Miércoles Santo a las 5:00 de la tarde, y llevada por sus creyentes en procesión hasta la medianoche.

Las ánimas salvadoras

Páez no solo era devoto de Jesús de Nazareno. Es conocida también su fe en las ánimas benditas del purgatorio, y Mercedes Franco recopila en su libro «Vuelven los fantasmas» una historia difundida por el mismísimo Páez en su autobiografía.

José Antonio Páez recibió el favor, según él mismo cuenta en su autobiografía, de las ánimas benditas del purgatorio | Foto: cortesía

Cuenta el propio Centauro que se encontraba preso en una población llanera por las fuerzas realistas. Un día, los jefes decidieron fusilar a todos los prisioneros y la ejecución de Páez estaba prevista para el amanecer del día siguiente. Pero esa misma noche llegaron al cuartel soldados despavoridos, afirmando que a pocos metros se encontraba un ejército patriota de más de mil soldados que portaban antorchas y entonaban canciones patrióticas y vivas a la libertad.

El jefe realista ordenó la huida inmediata del lugar y, en medio de la confusión, escapó Páez con varios amigos que permanecieron en vela, cerca del pueblo, esperando a los salvadores. Pero después de esperar hasta entrada la mañana y buscar en los alrededores, no encontraron ni rastro de las tropas feroces referidas por aquellos soldados asustados.

Páez afirma que no se trataba de un ejército patriótico sino de una multitud de ánimas que lo salvaron de la muerte. Según sus devotos, las ánimas desarrollan una relación muy cercana con los creyentes, a quienes conceden favores y prestan ayuda. Franco también explica que las ánimas incluso los salvan de peligros e, incluso, anuncian la muerte de sus familiares.

Tras los pasos del diablo suelto

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Una de las versiones más famosas de «El diablo suelto», a cargo de El Cuarteto

La historia colonial de Venezuela está poblada con leyendas de espantos y aparecidos protagonizadas por el mismísimo Lucifer. En Carora, estado Lara, es popular la creencia de que los siete años previos al fin del mundo no nacerán niños, para que el día del Juicio Final no sean juzgados los inocentes. También se dice que el diablo se encuentra amarrado bajo algún árbol en Carora, y que cuando pasan por ahí algún viajero le pregunta si las mujeres aún paren. Ante la respuesta afirmativa, el demonio grita: «¡y seguirán pariendo!», expresión que repite maldiciendo enfurecido.

La leyenda tiene su fundamento en un capítulo que marcó la historia de Carora. En 1736 según registros de la época, las autoridades de la ciudad decidieron apresar a algunos de los representantes de la compañía Guipuzcoana, que decidieron pedir asilo en la iglesia de la ciudad. Tanto el obispo como los curas impidieron el paso de las autoridades, quienes hicieron caso omiso al irrumpir de igual manera en la iglesia, expulsaron a los acusados y los fusilaron en medio de la multitud. Se dice que el obispo exclamó, sin dar crédito a sus ojos: «hoy se soltó el diablo en Carora». La frase se volvió popular entre los caroreños, y fue inmortalizada en la música tradicional venezolana.

Iglesia de Santa Rosalía en Caracas | Foto: cortesía

Francisco Herrera Luque, en el segundo tomo de su «Historia fabulada», también relata un particular episodio de diabluras en el corazón de Caracas. Corría el año 1732 y el diablo decidió tentar y pretender de amores a las hermanas del Convento de monjas Carmelitas. Las religiosas provenían de México, y decidieron instalarse al lado de la iglesia de Santa Rosalía. Dice la leyenda que el diablo se apareció a tres religiosas bajo la forma de un apuesto jovencito que una de las mujeres pudo haber confundido con el mismísimo San Miguel Arcángel, de no haber sido por dos cuernos que sobresalían de la rubia cabellera. Cuando la monja invocó el nombre de las tres divinas personas, la aparición estalló como un globo, dejando un penetrante olor a azufre.

El carey no se toca

Cuenta Mercedes Franco en «La Sayona y otros cuentos de espantos» que en la tradición oral de Margarita y Coche existe la leyenda de un carey maldito.

El carey es una tortuga capaz de romper las redes con sus mandíbulas, además de nadar con gran rapidez. Su caparazón es muy codiciado y con él se elaboran accesorios y prendas. Además de ser una especie en peligro de extinción, los lugareños evitan a toda costa retener a uno de estos especímenes porque cualquiera podría ser el carey monstruoso que castiga a quienes destruyen la fauna marina y no respetan los días santos.

La conseja reza que cualquier pescador puede atrapar, por pura casualidad, a un carey de grandes proporciones y facciones humanas. Si el pescador lo encuentra entre sus redes debe apresurarse a liberarlo y devolverlo al mar. Si no lo hace, se convertirá durante la noche en una enorme tortuga con rostro de hombre.

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