“Hice Estudios Liberales en Caracas (en la Universidad Metropolitana) y en 2009 decidí irme de Venezuela. Sentía que no podía ser joven en mi país. Tenía una banda de jazz en la universidad, pero ir a ensayar y hacer toques era igual a peligro. No puedes caminar por la calle, menos protestar libremente, para mí son derechos fundamentales. No tenerlos te impide ser joven. En tres ocasiones estuve a punto de morir: una vez en una protesta, luego en un bar donde mataron a un chico justo a mi lado y, por último, en un asalto a mano armada. No es normal, para nada”.
Así comienza su historia la laureada fotoperiodista Ana María Arévalo, una caraqueña de 33 años que ahora reside en Bilbao. Ella, ganadora del premio Camille Lepage en el Festival de fotoperiodismo Visa pour l’image de Perpiñán, celebrado en agosto pasado, soltó las amarras de Venezuela y se estableció en Francia donde se formó y creció como fotógrafa.
Podemos ver las gráficas de Ana María en el New York Times, El País, The Washington Post y en otros medios internacionales. Afirma que es una narradora, pero lo hace a través de fotografías. “Días eternos”, trabajo desarrollado entre 2017 y 2021 que se centra en la realidad que viven las mujeres en las cárceles venezolanas y salvadoreñas, muestra la sensibilidad de la joven que oprime el obturador. Es una de sus cartas de presentación.
Ella se formó en Estudios Políticos en Caracas y Toulouse, y sueña con seguir ayudando a través de lo que mejor sabe hacer: la fotografía, un arma para luchar contra la injusticia, el horror, la maldad.
Ana María tenía el destino escrito e hizo valer esas letras. Recuerda que luego de salir de Venezuela, una pareja de franceses, colegas de su madre (una trabajadora de Air France), la aceptaron por un mes en Francia. Jean Louis y Valerie decidieron ayudarla hasta el tope y, cuando fue aceptada en la Universidad de Toulouse, la adoptaron. Eran prácticamente los dueños de un edificio y Ana María ocupó un estudio “pequeñito” donde vivió cuatro años. Para ella Jean Louis y Valerie son su familia francesa.
En el año 2020, su proyecto sobre la generación de activistas que luchan contra el cambio climático fue becado con el Emergency Covid Fund de National Geographic Society. “Decidimos aplicar a esta beca tras mucho tiempo investigando sobre el impacto de los humanos en la naturaleza y cómo eso ha llevado a tener incidencia en la pandemia”, explica Ana María a National Geographic España.
Al llegar a Toulouse, Francia, descubrió la fotografía. “Esa ciudad está impregnada de fotografía. Conocí la galería Château d’eau, una de las más antiguas de Europa, que representa artistas consagrados y otros emergentes. El Festival Manifiesto tiene containers en la calle. Es una gran fiesta al aire libre, donde todo mundo envía obras y solo 12 son escogidas por un jurado para ser exhibidas, pero pasan mil cosas alrededor de este festival. Allí fue que comencé a entender que era la fotografía documental”.
Dice que al llegar a Toulouse pasó un año estudiando francés y después ingresó en Sciences Po, donde cursó Estudios Políticos entre sirios, franceses y gente de todas partes. En 2014 se graduó en una escuela de fotografía.
“Mi inquietud siguió creciendo. Tras el intercambio con los nuevos amigos me di cuenta de que todos queríamos cambiar el mundo, me permitieron hacer algunas materias de un máster de periodismo. Me entusiasmé con el género de la entrevista y conocer historias; seguí mi instinto y mi yo creativo. El músico con esas ganas de servir a los otros podía ser vinculado. Fue así como me enamoré de la fotografía. Es la herramienta ideal. La fotografía es un arma para luchar contra la injusticia, el horror, la maldad. Creo que la imagen logra que se entienda la idea, uno piensa en una cárcel , pero ¿cómo ilustrar esa idea? Con la fotografía”.
Ana María dice que busca historias singulares. “Por eso las mujeres en prisión me pareció un tema importante, porque a nadie parece importarles, solo a las ONG Una Ventana a la Libertad o al Observatorio General de Prisiones”, agrega. “No son las historias sino el empeño que le pone uno a contar esas historias. En el 2017 la gente me preguntaba que a quién le importa lo que pasa en esas cárceles. Yo les respondía: ‘A mí me importa lo que viven esas mujeres, a mi me interesa que se sepa’”.
Desarrolló dos proyectos con National Geographic, uno de ellos es sobre jóvenes que inició en 2019, el otro trabajo es con Desorden Público. “Estoy haciendo un documental que habla a través de las entrevistas. Destaca lo que está pasando con estos jóvenes. Mi trabajo es mucho más que hacer fotos, es un fotoperiodismo que busca tener impacto con su entorno, con la comunidad donde uno está trabajando”, explica.
“El segundo trabajo es con Desorden Público, con Horacio Blanco, y con la directora de orquesta Elisa Vegas. Hago fotos de los músicos de la Orquesta Nacional Ayacucho que se unieron junto con Horacio para hacer un disco en pandemia”.
Premio Camille Lepage
Ana María valora mucho el premio Camille Lepage no solo porque hizo honor a su trabajo “Días eternos”, sino porque respeta a la joven fotorreportera asesinada en la República Centroafricana en 2014.
“Quería ganar ese premio, me enfoqué en ganarlo y lo logré. Esto me tiene muy orgullosa. La historia de Camille me inspira muchísimo porque era una mujer fuerte, comprometida, como uno dice echaá pa’lante. Ella murió amando lo que hacía con tan sólo 26 años”, explica. Al mismo tiempo destaca su admiración por sus colegas Donna Ferrato (Estados Unidos, 1949), Jessica Meridith Kohut y Jane Evelyn Atwood, quien dice que es su inspiración.
Su trabajo
Ana María Arévalo no solo muestra su trabajo, “Días eternos”, sino que lo describe con la crudeza que muestra las imágenes de las mujeres que viven las desgracias del sistema carcelario latinoamericano:
Dos mujeres besándose
“La mujer de la izquierda es madre de la de la derecha. Esta imagen es de gran importancia porque representa un amor un poco… Bueno, es una madre que besa a la hija de una forma apasionada. Es muy raro, es chocante, para mí también lo fue. Este fue un reencuentro después de mucho tiempo sin verse, también es perturbadora puesto que esa madre tenía dos hijos, la que está besando y un menor. También es muy violenta y temida en la prisión, está bajo calmantes, tiene muchos problemas psicológicos. Todo el contexto es de gran densidad”. Centro de detención de Polivalencia.
La mujer de larga cabellera
“La fotografía de la mujer de larga cabellera negra y brillante representa incluso un acto de rebeldía. A ellas les quitan todo, son humilladas en estos centros de detención, sin embargo se cuidan, se pintan las uñas, se arreglan el cabello. Ese día a los guardias se les olvidó que yo estaba allí y a pesar de haber terminado las fotos necesarias me quedé y aproveche ese olvido, sentí que hay un velo que se rompe entre ellas y yo como fotógrafa, en ese momento aparecen las imágenes más fuertes, más honestas”.
La 38
“Esta foto del tatuaje en la pierna es de una mujer menor de edad, tenía 17 años. La llaman 38 por el tatuaje del revólver. Ella está acusada de homicidio, ese día había unas 22 mujeres en el centro, de nuevo uno se pregunta: ¿Esta mujer debe estar recluida en este centro, no debería estar en un centro para menores? Todas ellas dependen de la familia para sobrevivir a la experiencia de la cárcel, por lo general no tienen recursos, a las familias no les alcanza el dinero para llevar ropa o comida. Están solas a su suerte”. Centro de atención La Yaguara, Caracas.
La mujer embarazada
“La mujer embarazada (21 años) que está de primera se llama Jaqueline Rivero. Está en su octavo mes de embarazo, es un baño improvisado por la policía, tenía mucho calor, tenía mucha hambre, ella estaba acusada de asalto en un autobús, para aquel momento este tipo de asaltos eran muy comunes. En la foto está esperando su turno, su pote de agua para ir al baño. Las condiciones del baño son tan deplorables que yo no podía creerlo, cuatro paredes de cartón y una poceta, para más de 100 detenidos en el centro. Ese día visitando este centro de detención decidí hacer este trabajo”.
El rezo
“La imagen de un grupo de mujeres y hombres rezando. Ellos están mezclados en el centro de detención rezan con tanta fe y tanta fuerza pues allí dejan toda esperanza, porque no hay otra posibilidad, no hay gobierno que las ampare, nadie les ampara, algunas ONG y los evangélicos, este era el Evangelio Cambió, después de rezar les brindan una obra de teatro y viene un predicador que es un ex-presidiario que les habla de la redención la fe y el perdón, al final les dan comida”.