En San Agustín del Sur las personas tienen un ritmo acelerado, concentrados en el trabajo y en ganarse la vida. Dentro del sector, las preguntas de política despiertan temor y desconfianza, la mayoría se preocupa por posibles represalias y otros tienen poco tiempo para pensar en las elecciones
Por: Yusmary Coccia (Programa de Formación de Nuevos Periodistas)
El puente La Yerbera mantiene un ritmo acelerado a lo largo del día, personas que van con paso rápido hacia Parque Central y otras que regresan a sus casas sin querer detenerse o mirar a los lados. En algunos puntos del camino el puente tiembla y las grietas recorren toda su extensión. Un recordatorio diario de la pasarela que se derrumbó a pocos metros del lugar hace tres años.
Una vez cruzan, decenas de casas reciben a los habitantes. En una de ellas los vecinos hacen cola con bombonas de gas vacías y marcadas.
Aquí se vive durmiendo y comiendo. Yo estoy pendiente es de comer
Vecino del sector San Agustín
Ante las preguntas sobre el sector y la política, las personas niegan con la cabeza, se alejan o entran a las casas. En la puerta de un taller mecánico un hombre sonríe apenado.
—Tú sabes cómo es, uno no puede estar hablando mucho, eso es peligroso. Discúlpame.
En la calle, una mujer mayor deja un banquito de plástico y se sienta con un bebé en brazos.
—No sé bien qué decirte, yo no soy buena en hablar, pero Hugo seguro sí.
Después de tres minutos llega Hugo, sudoroso, apresurado, con un bolso en su espalda.
—¿Qué preguntas? Aquí se vive durmiendo y comiendo. Yo estoy pendiente es de comer. Llegué cansado del trabajo y me voy a dormir.
Calidad de vida deteriorada
La entrada de San Agustín del Sur cumple funciones de vitrina de tienda. El puente tiene los bordes recién pintados de amarillo, las casas vibrantes con colores cálidos representando al Caribe, algunas forman el tricolor de la bandera de Venezuela.
Al adentrarse por las pequeñas calles que forman un laberinto, la vitrina comienza a perder su luz. Basura acumulada en las esquinas, calles con grandes huecos, agua estancada, montañas de arena que fueron formadas para una obra y terminaron en nada.
Vinieron, medio pintaron porque venía algo de Maduro y más nada
Vecina del sector
“Vinieron, medio pintaron porque venía algo de Maduro y más nada. Lo hicieron para allá delante, pero aquí no le hacen ni un cariño. Siempre es así, si viene alguien, tratan de medio parapetear lo que se ve”, dijo una vecina que se negó a dar su nombre.
—No quiero que me identifiques, después toman represalias. La gente es muy mala.
Otro de los problemas más grandes es la basura, ya que los camiones de aseo urbano no transitan por el sector. “Ya eso es normal, la basura se la lleva el viento o los carros. Los vecinos no quieren llegar al container y la lanzan en la calle, en los techos. Este techo me lo pudrieron de tanta basura y mejor no quejarse”, explicó la vecina.
Toda la problemática del país la tiene el barrio, eso es un reflejo y no somos una isla
Rafael Albornoz, habitante de San Agustín
Por su parte, para Miguel Mavarez el mayor problema es el agua. “A nosotros nos llega el agua a las 2 de la mañana solo sábado y domingo. Yo vivo arriba, a mitad del barrio y tengo que pararme a esa hora a llenar o bajar hasta la avenida para cargar agua a mi casa”.
“Toda la problemática del país la tiene el barrio, eso es un reflejo y no somos una isla… Si las cosas en el país no funcionan, aquí nos afectan”, dijo Rafael Albornoz.
Las elecciones no son motivo de esperanza
—¿Creen que las elecciones podrían significar un cambio para el sector?
Entre las personas entrevistadas, esta pregunta despertó risas y gestos.
Si me hablas de elecciones, para mí eso es una sinvergüenzura, tanto del gobierno como de la oposición
Miguel Mavarez, residente del sector
“Si me hablas de elecciones, para mí eso es una sinvergüenzura, tanto del gobierno como de la oposición porque todos esos candidatos son unos mentirosos, todos deberían ser investigados por corrupción, por engaños. Yo simpatizo más con el gobierno, pero ellos lo han hecho mal”, concluyó Mavarez.
Aunque se oscurece el cielo, el puente La Yerbera mantiene su ritmo constante, cientos de personas que se esfuerzan por ganarse la vida y sobrevivir.