Un joven de 29 años decidió irse de su país ante la amenaza de ser detenido. Su delito: trabajar como testigo electoral de la oposición en la presidencial del 28 de julio y manifestar contra los resultados anunciados por el CNE
Cinco minutos tardó un joven de 29 años para tomar la decisión de irse de su país, sin un norte fijo. Luego de recibir una llamada telefónica, metió un par de pantalones y camisas en un bolso y escapó. «Salí de mi casa como un delincuente, solo por pensar distinto», dice afligido.
Roberto fue testigo electoral de la oposición en un centro de votación en Ocumare del Tuy, estado Miranda, el 28 de julio. En su mesa, Edmundo González superó a Nicolás Maduro por 600 votos. Era la primera vez que la oposición ganaba en un espacio considerado como bastión chavista desde 1998.
«Estaba seguro del triunfo. Si habíamos ganado allí, era imposible perder, por eso no le di crédito a los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE)», destaca el ingeniero en sistemas durante una conversación con El Pitazo, el 3 de septiembre.
Con esa convicción, Roberto se unió a las protestas realizadas los días siguientes a la elección presidencial. Estuvo en dos manifestaciones y en una concentración donde se elevó una plegaria por la paz de Venezuela.


Conozco muchas historias de personas que han muerto en este trayecto, pero pienso que estar encerrado 25 o 30 años, por una presunta traición a la patria, también es una forma de morir
Roberto
«Nunca hubo acciones violentas; todas las actividades de calle fueron pacíficas, solo queríamos que se respetara la decisión del pueblo venezolano que votó por un cambio», acota.
El 1 de agosto Roberto se enteró de la detención de una mujer en Ocumare del Tuy. La encarcelaron por escribir la palabra libertad sobre el pavimento con la harina amarilla que incluyen las bolsas que comercializan los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (Clap).
Él estuvo en esa actividad: «Me pareció una detención desmedida, pero así son las cosas en mi país. Te imputan delitos sin una base legal, como, por ejemplo, terrorismo».
En horas de la noche de ese mismo día, un hombre que no se identificó lo llamó a su teléfono celular para decirle que su nombre estaba en una lista de personas que serían detenidas por trabajar para la oposición y luego manifestar.


Nunca hubo acciones violentas; todas las actividades de calle fueron pacíficas, solo queríamos que se respetara la decisión del pueblo venezolano que votó por un cambio
Roberto
Esa alerta aterró a los padres de Roberto y al propio joven. «Apenas les conté a mis papás me dijeron que tenía que irme y yo estuve de acuerdo».
Esa noche nadie durmió. Temían que la policía allanara la casa. Ya habían visto varios videos por redes de arrestos a manifestantes, así que toda la familia permaneció en vigilia. «Mi mamá rezó un rosario para pedir protección», recuerda.
Al día siguiente, Roberto ya iba camino al estado Táchira para cruzar hacia Colombia por vía terrestre. Lo acompañaban un primo y un amigo que también se unieron a las protestas postelectorales y temían ser arrestados.
El largo trayecto les permitió planificar cuál sería su destino. «Me fui tan asustado que mi mente estaba paralizada, me sentía perseguido y es una situación que no le deseo a nadie, porque la ansiedad es desesperante. Pero, además, estaba triste por dejar a mis padres, esto no era parte de mi plan de vida. Ahora ¿cuándo los vuelvo a ver?», confiesa con la voz entrecortada.


Estaba triste por dejar a mis padres, esto no era parte de mi plan de vida. Ahora ¿cuándo los vuelvo a ver?
Roberto
Aunque Roberto tenía la opción de quedarse en la casa de una tía en Colombia, decidió viajar con sus compañeros hasta Capurganá para adentrarse en la selva del Darién y llegar a Panamá.
En cuatro días cruzó ese inhóspito territorio montañoso. Ahora coincide con quienes lo han atravesado: es rudo y agotador. «Preferí cruzar el Darién que ir a la cárcel. Conozco muchas historias de personas que han muerto en ese trayecto, pero pienso que estar encerrado 25 o 30 años, por una presunta traición a la patria, también es una forma de morir», afirma.
Cuando conversó con El Pitazo, Roberto estaba en un refugio en México, a la espera de una cita a través de la aplicación CBP One. Ahora sí tiene un norte fijo: llegar a Estados Unidos para solicitar asilo político.