ZULIA
El apagón nacional del 7 de marzo de 2019 no fue la primera vez que dejó a oscuras a Zulia en su totalidad. En 2018, el estado fue objeto de al menos 15 blackouts y de racionamientos diarios. La crisis eléctrica en la entidad se inició en diciembre de 2017, justo en la noche de Navidad.
El Pitazo hizo un seriado de 10 temas en el que se cuenta el drama de vivir en un estado golpeado por los cortes eléctricos, que dejaron pérdidas de 2.106 millones de dólares solo en el mes de marzo de este año.
Zulia siempre será el último estado en recuperar el servicio eléctrico tras los apagones generales por ser la región más alejada de la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, que es la principal fuente de energía del país y ser dependiente de la misma.
El estado depende de la generación eléctrica que se envía desde Guri en al menos 90 % ante la alta indisponibilidad de megavatios térmicos.
De las 12 plantas térmicas que hay, solo funcionan la mitad y no al 100 %. En la región apenas se producen 171 megavatios térmicos de los 3.098 de capacidad instalada, según reportes de Corpoelec. La cifra es apenas el 5,5 %. Esa generación es insuficiente para Zulia, cuya demanda -según el gobernador Omar Prieto- es de 1.200 mw.
En el gobierno de Hugo Chávez se construyó Termozulia, la principal termoeléctrica del estado con una capacidad de 1.300 mw, 100 más de lo que requiere el estado, según Prieto. La intención del Gobierno es que Zulia genere su propia energía y no dependa de la generación de Guri. Pero, hasta la segunda semana de abril, la planta apenas producía 45 megavatios (5 % de su capacidad), con sólo una de sus nueve turbinas en funcionamiento. El resto de las máquinas están paradas por falta de mantenimiento y desvalijamiento de equipos para reparar otros.
La segunda planta más grande en capacidad instalada con la que cuenta Zulia es la Ramón Laguna. Ella tiene nueve máquinas capacitadas para producir 788 megavatios. No produce nada.
Hoy Zulia depende cada vez más de Guri. Pero, para que esa energía llegue al estado con mayor población del país, debe viajar desde la central hidroelectrica en Bolívar hasta la subestación El Tablazo en Zulia, pasando por seis grandes subestaciones que tienen limitaciones por la avería de equipos de control y maniobra, lo que hace que cualquier maniobra mal ejecutada o falla en el Sistema Interconectado se sienta en el estado y resulte afectado.
Para que Zulia sea energizado tras un apagón general, es necesario que la subestación Yaracuy esté energizada. De esa instalación salen las líneas de 400 kilovoltios que alimentan la subestación El Tablazo, que a su vez energiza el resto de las subestaciones de transmisión y distribución en la región.
Zulia podía ser alimentado desde Colombia hasta 2018, cuando se contaba con una interconexión entre las subestaciones Cuestecita (Colombia) y Cuatricentenario (Maracaibo). Se podían recibir 200 mw por esa vía, pero fue condonada el año pasado por decision del entonces ministro Luis Motta Domínguez. El funcionario decidió usar la bahía del banco de autotransformadores de esa conexión para operar una de las líneas que atraviesa el Lago de Maracaibo ante la avería de su autotransformador.
La crisis eléctrica en Zulia inició la noche del 24 de diciembre de 2017, cuando Maracaibo se quedó a oscuras. El apagón fue el primero general de una veintena que registraron en los 12 meses posteriores en la capital zuliana, el más largo fue en agosto y duró 100 horas.
La crisis de 2018 afectó principalmente a los ocho municipios de la Costa Occidental del Lago, entre ellos Maracaibo, debido a las fallas que presentaron las interconexiones que alimentan a esas zonas que atraviesan el Lago de Maracaibo y que conectan con el Sistema Eléctrico Nacional. La situación obligó a aplicar racionamientos que iniciaron de dos horas y luego aumentaron a cuatro, seis, ocho, 10, 12 y hasta 16 horas diarias, dependiendo de la afectación que había en las líneas de 400 kilovoltios y de 230 kilovoltios que importan 90 % de la energía proveniente de Guri y que consumen esos municipios.
El gobierno de Nicolás Maduro instaló en abril de 2018 el Estado Mayor Eléctrico en Maracaibo. Luis Motta Domínguez, entonces ministro, vivió en Zulia durante siete meses. Él estuvo encargado de los trabajos para instalar un banco de autotransformadores en la subestación Cuatricentenario para recuperar la línea de 230 kv que atraviesa el puente General Rafael Urdaneta y las otras conexiones que están debajo y sobre el Lago, y para aumentar la generación de Termozulia con la instalación de una turbina traída desde Sidor (estado Bolívar).
Los trabajos requirieron una inversión de 848 millones de dólares.
Los resultados no fueron duraderos: La mejoría solo fue de dos meses. En enero de 2019, los racionamientos aumentaron. La línea del Puente sobre el Lago falló dos meses después de su conexión y la turbina instalada en Termozulia solo duró tres meses operativa. De hecho, el gobernador zuliano Omar Prieto anunció los primeros días de marzo, antes del primer apagón general, un esquema de racionamientos eléctricos de cuatro horas diarias, pero que en la práctica fueron del doble y del triple.
Un sistema eléctrico estable para Zulia equivaldría –según el ingeniero José Aguilar– a que la proporción de abastecimiento de energía para el estado sea de 60 % proveniente de Guri y 40 % de las plantas térmicas, además de una reserva de energía térmica adicional de 20 % para cubrir eventualidades. Pero lo que se tiene hoy en la región está lejos de eso, aunque es la promesa que mantienen los funcionarios del Gobierno.
Maracaibo, la primera ciudad del país que contó con servicio eléctrico, es también la más apagada. En Zulia, los racionamientos anunciados por el Gobierno de Nicolás Maduro tras el apagón del 7 de marzo, oscilan hoy entre 12 y 20 horas diarias. Los efectos de los cortes dejan pérdidas en el sector comercial que ascienden a 2.106 millones de dólares solo en el tercer mes del año, según la Cámara de Comercio.
Tras los severos racionamientos, se disparó la compra de plantas eléctricas en Zulia, una opción para los comerciantes que mantienen sus empresas y las familias que tienen la capacidad económica para comprarlas.