Las lluvias en Táchira dejaron a más de 70 familias sin vivienda. Una de las zonas más afectadas es El Pueblito, en el municipio Capacho Viejo donde, aproximadamente, 44 casas se desplomaron. Abraham, de 17 años, contó cómo fue esta tragedia para él y su familia. Su hogar quedó reducido a ruinas, donde quedaron sus pertenencias y sueños
El sonido es similar al de una o varias personas haciendo crujir los huesos de sus dedos o como cuando el viento golpea constantemente contra una estructura. Esto es lo que se escucha cuando se llega a la entrada de El Pueblito, en el estado Táchira. “Todo traquea”, explica Abraham, un joven de 17 años, parado sobre lo que eran las paredes de su casa.
“Eso no era así”, cuenta, porque donde había 44 casas, hoy solo hay ruinas. Como efecto dominó una a una se desplomaron, las paredes y techos quedaron en el suelo. Todo empezó el pasado 11 de agosto cuando llovió tan fuerte que las gotas golpeaban como piedras y todo se inundó y el terreno comenzó, poco a poco, a desplazarse.
Todo traquea
Explica Abraham, un joven de 17 años, parado sobre lo que eran las paredes de su casa.
Mientras las casas se agrietaron y todo colapsó por el agua, las familias corrían para sacar e intentar salvar sus enseres y otras pertenencias. Todo esto lo hicieron mientras las grietas de las paredes eran cada vez más grandes y el suelo se movía. Como pasó con la casa de Abraham porque ni él, ni su mamá, su tío, su abuela o sus dos hermanos menores tenían claro la magnitud del desastre, hasta que la pared frontal de su hogar se cayó.
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Cuando los funcionarios de Protección Civil llegaron al sitio, informaron que tenían que dejar la casa, la caída era inminente. La familia comenzó la mudanza a casa de una tía de Abraham que vive al otro lado del sector El Pueblito, en la parte baja, donde hay otras 21 casas en riesgo, porque están sobre un terreno que se mueve y que por donde las personas pisan, sale agua.
Lograron sacar la ropa, utensilios de cocina y las camas, debieron dejar los muebles, juguetes y afiches porque en la casa de la tía no hay espacio. Ahora les toca vivir juntos cinco adultos, dos jóvenes y un niño.
Desastre a cada minuto
Las calles de El Pueblito están destrozadas, tienen árboles caídos y están llenas de tierra. No quedan casas habitables sino ruinas. Todos en la comunidad sacaron lo que pudieron, algunos se llevaron ventanas y puertas, con la esperanza de venderlas o utilizarlas algún día.
Mientras Abraham contaba a El Pitazo sobre aquella noche cuando todo comenzó, se escuchaba el ruido del derrumbe de las casas. Justo al frente de él, una pared colapsó mientras daba la entrevista. Pareció no sorprenderse, solo hizo un gesto de lástima, como quien está acostumbrado a que eso suceda todos los días.
Las calles de El Pueblito están destrozadas, tienen árboles caídos y tienen tierra. No quedan casas habitables sino ruinas.
Para el joven cada minuto aumenta el peligro. “Hace días me tocó ir a terminar de hacer una mudanza y cuando llegué me dijeron que ya no podía entrar a la casa porque está que se cae toda”.
Cada vez que regresa al lugar donde está su casa a punto de caer y el espacio donde estaban las casas de sus vecinos se encuentra con un panorama distinto: las paredes con más grietas, el piso más levantado o el techo inclinado. Nada de eso era así.
La casa de Abraham, antes de la tragedia, estaba dividida en dos estructuras. Una donde vivían todos y otra que acababa de construir su tío para tener un espacio privado. Ambas partes son, actualmente, inhabitables. “El piso de mi cuarto está levantado, si me paro en la punta toco el techo”. En el cuarto de Abraham, ahora el piso tiene forma de montaña.
Los sueños deben esperar
Un cerdo y 50 pollos eran el capital de Abraham y su mamá, una extrabajadora de la Alcaldía de San Cristobal. De estos animales obtenían ingresos para la familia porque los engordaban y los vendían. Con la emergencia lograron sacar el cerdo y mataron los pollos que podían vender para tener dinero estos días. El resto los llevaron a la casa de la tía para tratar de engordarlos el mayor tiempo posible.
El joven se acaba de graduar de bachiller y sueña con ser veterinario, pero esa posibilidad la ve lejana. En mayo de 2023 el gobernante Nicolás Maduro aseguró que 344 mil bachilleres tenían asegurado el cupo en una universidad pública del país. Abrahan ya no es parte de esa estadística.
Mientras Abraham contaba a El Pitazo sobre aquella noche cuando todo comenzó, se escuchaba constantemente el ruido de las casas cayendo. Justo al frente de la casa de él, una pared colapsó…
Aunque tiene 17 años luce como un adolescente de 14 años. Su delgadez extrema es reflejo de las necesidades de la familia, de allí que, desde muy pequeño, tuvo que empezar a trabajar en cualquier oficio que surgiera.
Una vecina de Abraham contó que el joven ayudaba con: mudanzas, pintaba casas y hacía compras a los adultos mayores o enfermos. Todo esto para ayudar a su familia. Ahora, su mamá y él venden también venden dulces y postres en paralelo a la cría de animales.
La ilusión de entrar a la universidad pasó a un segundo plano. Considera que su prioridad de ahora en adelante es la de ayudar a su mamá a trabajar y así construir una casa donde puedan vivir con su abuela y sus hermanos de 13 y 2 años.
“Sí, quiero ser veterinario, pero ese sueño debe esperar”, dice con tristeza. En las ruinas de su casa quedó esa meta.
“El piso de mi cuarto está levantado, si me paro en la punta toco el techo
Abraham