El sector 24 de Julio, ubicado en Fechas Patrias, de Petare, es una barriada escondida entre locales comerciales y edificaciones que ocultan el hogar de 16 mil personas que dejaron atrás sus marcadas diferencias políticas para remar juntos en contra de la pobreza
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El 24 de Julio los venezolanos celebran el natalicio del Libertador, ese hombre que con valentía, lucha y alianzas conquistó la autonomía para Venezuela. A esa conmemoración los residentes de una de las comunidades populares de Petare deben su nombre; el barrio 24 de Julio es una muestra actual de emancipación en donde, pese a los tiempos de división y desacuerdo, sus residentes enarbolan la bandera del diálogo y el trabajo en equipo como consigna para avanzar.
Quizá, entre tantas fechas célebres en el país, el nombre le fue dado para catalogar su importancia, porque se ubica en el centro de la zona denominada por los petareños como “Fechas Patrias”: un conjunto de barriadas cuyos nombres evocan momentos importantes para la historia venezolana.
Al atravesar la larga recta a través de la que se entra al barrio, nadie podría imaginar que el 24 de Julio es un sector inmenso, cerro arriba, que se oculta entre los edificios altos y los múltiples negocios ubicados a orilla de la calle. Una vez dentro, es posible recorrerlo empezando por una de las 8 escaleras que lo componen y salir a su calle principal o a la José Vega, una pendiente cuya inclinación reta la gravedad y el impulso de quienes la remontan.
Hay callejones tan angostos que se deben atravesar en fila y escaleras tan largas que luego del escalón 200 y pico se pierde la cuenta. Algunas casas siguen siendo de bahareque en sus cimientos y, aunque datan de unos 60 años, conservan paredes que fueron alzadas cuando en la comunidad solo vivían unas cinco familias echadas por el gobierno de la época, que rechazaba las invasiones de haciendas en toda la ciudad de Caracas.
El 24 de Julio, como la mayoría de las comunidades populares, enfrenta la carencia de los servicios públicos. El gas no llega con regularidad y a los vecinos les toca cargar las bombonas de Gas Comunal hasta la entrada del sector para lograr comprar el hidrocarburo por lo menos una vez al mes. El alcantarillado está tapado, tanto, que en algunos de los desagües se pueden divisar con facilidad aguas negras y heces fecales flotando en ellas. La luz falla, como en toda Venezuela, desde hace algunos meses y el agua es un visitante desconocido en la zona. Dependiendo de la escalera, o que tan abajo se esté con relación al cerro, se tiene el líquido por tubería o no.
Carmen Márquez es una de las vecinas que padece esto. Cuenta de memoria los 156 escalones que debe subir para llevar pimpinas de agua a su casa, ubicada en la calle La Capilla de este sector. “Debo subir 33 pimpinas llenas cada día para poder tener agua para cocinar, ir al baño, para todo, porque a mi desde febrero no me llega el agua, pero hay gente que no tiene desde hace años”, expuso.
Ella, como los 16 mil habitantes de este barrio, sufre por el agua, pero también es condenada cuando cae del cielo, porque las calles y escaleras se convierten en un río y obligan a todos los vecinos a quedarse en casa hasta que el agua baja.

Juntos
Lolimar Mejías recorre el barrio con la confianza de quien ha pisado las mismas calles durante unos 50 años. Todos la saludan; todos le preguntan si ha podido resolver algún problema de la comunidad, o si les ha podido canalizar alguna ayuda persona. Ella es una líder comunitaria, y se nota en su paso firme y seguro por los pasillos más solos e intrincados del 24 de Julio, en su capacidad de recordar los nombres de quienes la saludan y de, incluso, brindar una respuesta acertada a cada consulta.
–Yo te ayudaba, pero sabes que desde que nos quitaron la alcaldía ya no es mucho lo que puedo hacer, le respondió a María Álvarez, una vecina que vive justo frente a la escalera José Gregorio Hernández y denuncia que tiene cuatro años sin usar los chorros de su casa.
A ella, como a tantos otros, Loli les recuerda que Carlos Ocariz era el alcalde gracias al cual construyeron obras por el barrio, se mejoraron escaleras como la Simón Bolívar, las que recorre el señor Heriberto Esquera para comprar las plantas que hoy suplen sus medicinas para la diabetes. Loli ha hecho el trabajo suficiente para que gente como Cheo Carvajal, quien no tiene problemas en identificarse abiertamente como chavista, le pregunte sobre actividades conjuntas y problemas comunitarios que deben ser resueltos sin tonalidad política.
–Hemos aprendido lecciones porque así se pasa trabajo y hemos aprendido que esto es de todos, por eso los chavistas hacemos cosas junto con ellos para encontrar soluciones… Si lo de arriba se reúnen y hacen diálogos, cómo nosotros los de abajo no lo vamos a hacer; es más, lo hacemos mejor porque este dialogo si da soluciones, opina Cheo.
Loli reafirma su testimonio y asegura que en alianza han logrado que reparen fallas eléctricas, que lleven cisternas para toda la comunidad, que llegue el gas y que incluso se han unido para rechazar las injusticias y defender a algún vecino.
En el 24 de Julio lo único que sobra es la cordialidad. Esta es la que motiva a los vecinos a saludarse, a barrer la calle frente a su casa, a dar los buenos días a todo el que pasa, a poner una manguera en la reja para que la gente del cerro baje a llenar sus tobos y hasta a apoyar a algún vecino enfermo.
Alber Rodríguez lo destaca en sus palabras de agradecimiento con todos los residentes que le dan pan, café y arepas por dedicarse a barrer las calles todos los días de su vida, o el señor Remigio Ruiz, que tiene cinco años cargando agua desde la capilla de la comunidad o desde otras casas más bajas, porque las tuberías sin reparación de la escalera donde viven lo dejaron sin el servicio para siempre.
Eso es lo que hace que todo vecino al que se le pregunta si le gusta su barrio conteste, sin excepción, que aman vivir allí y que no cambiarían por nada sus tardes de música en los callejones, de bebidas en las escaleras, de conversaciones en las rejas de las casas y de compañerismo sin importar el lado de la acera que cada uno transite. En esta zona de Caracas opositores y oficialistas tienen un espacio común, una zona neutral.