La lluvia mojó la leña que Ana Lucía había buscado el día anterior. Cuando se aproximaba la hora de almuerzo, la mujer, de 55 años de edad, tuvo que regresar de nuevo a la zona boscosa que bordea la autopista Charallave-Ocumare para cortar pedazos de tronco y ramas de Cujíes que crecen en esta subregión mirandina.
Un kilómetro separa a Ana Lucía del lugar. Allí acude al menos dos veces por semanas, a pesar de que sus rodillas no tienen el mismo aguante de 20 años atrás. El sol también hace más rudo su camino, donde hay huellas de su sudor, pero la falta de gas no le deja otra alternativa.
«Desde hace ocho meses instalé un fogón porque me cansé de angustiarme. Cada día la escasez de gas se agudiza y comer no es opcional, es una necesidad, aunque a mí en lo particular no me gusta el sabor de la comida preparada en fogón», señaló Ana Lucía, quien reside en el sector La Cabrera de Ocumare del Tuy.
En el eje Guarenas-Guatire y Barlovento del estado Miranda la situación es similar a la de los Valles del Tuy. Si bien muchas de las urbanizaciones cuentan con gas directo, en las comunidades foráneas el panorama cambia y desde el primer trimestre de 2020 las amas de casa se las ingenian para cocinar.
La problemática se agrava en los sectores ubicados a lo largo de la carretera nacional Petare-Guarenas, San Pedro y Auyare, mientras que en el caso de Zamora las zonas más críticas son: Araira, Care, Guayas y El Rodeo, entre otras.
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En localidades como Higuerote, Río Chico y San José, en Barlovento, la distribución de bombonas es cada dos meses, desde el primer trimestre de este año, mientras que en poblados como Caucagua, Mamporal y Cúpira, la espera se extiende a tres meses, desde diciembre 2019. En las parroquias foráneas no han recibido despacho en lo que va de año.
Comerciantes del eje Guarenas-Guatire y de los Valles del Tuy coinciden en que se ha incrementado la venta de hornillas eléctricas, cuyo costo oscila entre 15 dólares y 24 dólares en promedio; sin embargo, los continuos apagones limitan su uso.
Común denominador
La escasez de gas doméstico también es un común denominador en los estados Vargas, Carabobo y Aragua. En el eje costero carabobeño, numerosas familias de Puerto Cabello y Morón instalaron fogones improvisados en patios y jardines hace aproximadamente un año.
Esta rudimentaria práctica se ha incrementado al punto que en urbanismos y condominios del eje costero carabobeño, habitados mayormente por profesionales universitarios, como Rancho Grande y Tejerías, e incluso, en las Residencias Militares de la avenida Bolívar, se visualizan improvisadas fogatas en las áreas comunes y algunos de uso colectivo.
A María Oropeza, quien vive cerca de la refinería El Palito, cuya producción de gas está paralizada, le preocupa el cuerpo que ha tomado esta costumbre de antaño que deja a su paso problemas de deforestación, contaminación ambiental y riesgo a la salud.
«Niños y ancianos de sectores periféricos, como El Cambur y Goaigoaza, están afectados debido a la sobrexposición al humo del fogón que dejó de ser una práctica de antaño y de uso en las zonas rurales para abrirse espacio en las ciudades en pleno siglo XXI», señaló Oropeza.
Equipo de corresponsales Centro
Rossana Battistelli, Lidk Rodelo y Francisco Chirinos